Por Rafael García Denvers
Ingeniero
En los últimos meses, ha sido sustentado con bastante crudeza el significado del enraizamiento del modelo económico aplicado en Panamá sobre cualquier componente o elemento de variación por la vía electoral.
Los esfuerzos administrativos del llamado “Buen Gobierno” no deben ser satanizados, ni despreciados, pero es necesario aceptar la ausencia de soluciones reales al problema principal: la pésima distribución de los recursos existentes; continúan rigiendo las acciones y planificaciones neoliberales sugeridas o impuestas por los asesores de los organismos financieros internacionales (FMI, BM, entre otros).
Como resultado de todo lo señalado previamente, se percibe el deterioro de la imagen oficial que representa una filosofía de gobierno. No hay cambio. Aparecen en la escena política nuevas caras y esfuerzos personales de gente con buenas intenciones, pero conviene saber que el sector económico responde al modelo imperante y el sector social depende de los recursos que le permitan desde el ámbito financiero.
La planificación del modelo no ha sido diseñada en función de una distribución racional de la riqueza. De hecho, está en función de garantizar el enriquecimiento a grupos económicos sustentadores del modelo, tanto locales como internacionales, que luchan por apoderarse de las fuentes de riqueza, sustentando su “derecho” en la capacidad de permitir el despojo, con la “adecuada intervención del Estado”, para entregarlas ese patrimonio a la empresa privada, con propósitos de lucro y “buen desempeño”.
Por ello, a casi 100 días de gobierno, el resumen del sentir de los luchadores sociales y de gran parte del ciudadano de la calle se refleja en la lapidaria frase del desparecido compañero de luchas Juan Mckenzie: “estoy cansado de que se monten sobre nuestras espaldas para ascender al poder”. La reflexión de Mackenzie es válida, porque, en este caso, hay valiosos activistas que asumen responsabilidades en el engranaje gubernamental, convirtiendo al gobierno en un equipo contradictorio.
Por la vía del Partido Revolucionario Democrático (PRD), se genera la presencia de figuras con un sentir torrijista, quienes intentan recuperar las tesis y modelos que originaron la fundación de ese colectivo político. Por otro lado, se observa a un equipo defensor de las tesis neoliberales sobre la planificación dirigida a consolidar el más rancio y deshumanizado modelo económico causante de desigualdades, daños sociales y ecológicos.
Se ha establecido un gobierno con amigos y colaboradores, pero que se comporta como “más de lo mismo”. Es indispensable ver cómo avanzamos, apoyamos a figuras valiosas por su desempeño y denunciamos lo dañino, sin olvidar que tan sólo es una administración con algunos amigos, no un gobierno amigo en posición de mando.
Las bases del PRD deben ser conscientes de que los principios del Partido no están establecidos por el actual gobierno como un compromiso de cumplimiento. Más aún, se puede decir que el Partido tiene metas humanas reales que se reflejan en sus estatutos y declaración de principios, pero que no están integradas en el desempeño de parte de ese Órgano Ejecutivo que dice representar las metas o deseos de la población panameña.
El futuro humano hay que fundamentarlo en metas a largo y mediano plazo, superando el período gubernamental. En ese proceso, hay que sustentar las condiciones de una vida digna, mediante una distribución justa de la riqueza, la inversión en educación, salud y cuidado del medio ambiente, la garantía de fuentes alimentarias sostenidas y renovables, la igualdad de oportunidades para los humanos y otros seres vivos.
Se requiere reagrupar nuestras fuerzas, rompiendo las esperanzas de soluciones mágicas provenientes de quienes nos despojan del derecho a la vida. Ello vital para diferenciar la realidad, llamando al pan, pan, y al derecho a la vida, el derecho a lo no negociable.
