Fuertes retos para Trump en un país dividido

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Presidente estadounidense Donald Trump contrariado por los conflictos internos en Estados Unidos.

Por Luis Beatón

La Habana, (PL) – El presidente Donald Trump enfrenta fuertes retos en los próximos dos años si aspira a reelegirse en 2020, entre ellos unir a un país polarizado y consolidar el apoyo entre los estadounidenses blancos y rurales que lo llevaron a la Casa Blanca.

Al finalizar las elecciones de mitad de mandato del 6 de noviembre, unos comicios del país rural contra la gran población urbana, según muestran los colores azul y rojo que marcaron la geografía nacional, análisis indican que el mandatario mantiene su fuerza en las zonas del campo y en el sur conservador de Estados Unidos.

También varios de sus candidatos ganaron en la zona del “midwest” (medio oeste), el corazón industrial del país, la misma zona que le dio la presidencia en 2016, aunque los demócratas avanzaron allí y mantuvieron la mayoría del voto en un conteo general.

Tras dos años, el presidente mantiene parte del aire que le dio la victoria en 2016 pero, una mirada a la situación indica que el apoyo masivo de una parte del país, mayoritariamente rural, blanca y conservadora puede agrietarse.

Esto, sin hablar de la otra mitad, urbana, multicultural y liberal, que salió a votar masivamente en su contra, sin descontar a sectores blancos de la población suburbana e independiente que en algún momento pudieron ser atraídos por el gobernante en 2016.

En un artículo publicado en 2017, Keith Orejel, profesor adjunto de Historia en Wilmington College, hace un análisis del papel que tuvo el voto rural blanco en la victoria del candidato republicano, el mismo sufragio que aún se mantiene en la esquina de los republicanos y donde Trump logró sus mayores márgenes entre los hombres blancos (72 por ciento frente a un 24 por ciento).

Según Orejel, allí, además, superó a la candidata demócrata, Hillary Clinton, por 28 puntos entre las mujeres blancas de las zonas rurales, un gran resultado para un hombre que abiertamente alardeó de conductas sexuales inapropiadas y que se estaba enfrentando a la primera mujer candidata a la presidencia del país.

La abrupta caída del empleo industrial desde el año 2000 afectó las áreas rurales y crearon escenarios de carencias e inestabilidad que ayudaron al éxito de quien en su mensaje promete retornar al país empresas y puestos de trabajo que marcharon al exterior.

Suponiendo que eso se convirtió en realidad, muchas empresas y empleadores del sector agroindustrial quieren poner sus productos en el mercado, algo que de cierta manera se ve afectado por políticas restrictivas de la Casa Blanca que van en contra del libre comercio que caracteriza el pensamiento tradicional de los republicanos.

En este siglo, según plantean estadísticas y análisis, la economía industrial del campo estadounidense siguió una espiral descendente y la recesión económica de 2001 marcó el comienzo de una tremenda disminución del empleo industrial.

La entrada de China en la Organización Mundial del Comercio en 2001 (garantizando relaciones comerciales normales y permanentes con Estados Unidos) estimuló una reubicación masiva de la industria en el exterior, marcando un escape de puestos de trabajo.

El sector industrial sufrió otro golpe importante cuando la economía colapsó en 2008. Durante la década del 2000, Estados Unidos se desprendió de 5,9 millones de empleos industriales, lo que representa una disminución del 33,8 por ciento, planteó Orejel en su aproximación al tema.

La baja participación de votantes rurales en 2012 reflejó un desencanto generalizado con una élite política sin voluntad o incapaz de lidiar con el sufrimiento económico del campo, algo que aprovechó Trump, indican estudios.

Esta sensación de abandono hizo que los estadounidenses de las zonas rurales fueran más receptivos a candidatos no oficiales y a una retórica política poco convencional como la usada por Trump en su camino hacia el gobierno. Lo que sucedió en 2012 hizo que los estadounidenses blancos de las zonas rurales se abrieran al tipo de mensajes que Trump les mandaría cuatro años más tarde y que aún mantiene.

El consistente mensaje de Trump sobre la pérdida de empleo industrial, las políticas comerciales “desastrosas” y las regulaciones “paralizadoras” claramente tocó la fibra sensible de la población blanca rural que fue criada según una tradición de políticas favorables a los negocios, señala Orejel.

Sin embargo, desde que tomó posesión de su cargo, el magnate inmobiliario no alcanzó la mayoría de sus prioridades nacionales, salvo por el desmantelamiento de las reglamentaciones ambientales y la represión contra los inmigrantes, la mano de obra principal en el campo.

Análisis publicados por medios de prensa como The New York Times y The Washington Post, entre otros, dan fe del declive de la popularidad de Trump, y señalan que esto puede acentuarse si el mandatario y su partido no pueden cumplir las principales promesas de campaña en las zonas rurales, incluida la legislación para modernizar la infraestructura del campo.

El incumplimiento de una mejora significativa de la economía rural casi con seguridad generará una gran desilusión en un sector que hasta ahora se aprecia como su base más sólida de apoyo.

Si las recientes oscilaciones del electorado rural son un indicador, muchos votantes abandonarán a Trump si no ven que su situación material mejora.

Asegura Orejel que, a pesar de todo, la historia demuestra que el apoyo del electorado rural blanco no puede darse por sentado, y la continuidad del éxito de Trump en el campo dista mucho de ser seguro, más cuando hay sectores que ven amenazadas sus economías por intereses políticos y carentes del pragmatismo necesario para impulsar el libre comercio.

En este amplio contexto se incluyen grandes grupos de votantes de estados del sur, medio oeste y zonas eminentemente agrícolas que sufragan mayoritariamente por los rojos como en Minnesota, Arkansas y Kansas, y que ven con preocupación frenos impuestos al comercio de productos con otras naciones.

Cuba y el voto rural en Estados Unidos

Recientemente, el diario The Hill publicó un artículo de opinión suscrito por los representantes Rick Crawford (R-Arkansas), Tom Emmer (R-Minnesota) y Roger Marshall (R-Kansas), según los cuales los agricultores estadounidenses, por ejemplo, necesitan el mercado cubano.

Señalan los parlamentarios que “los agricultores de todo el país están preocupados. El ingreso agrícola neto este año alcanzó un mínimo de 12 años y se espera que caiga casi un 20 por ciento en general”, algo que también debe llamar la atención de un presidente llamado a no desilusionar a sus seguidores.

Con la caída de la demanda interna, los mayores precios de producción y la competencia de los productores extranjeros que ya están perjudicando a nuestros agricultores, los aranceles de represalia sobre las exportaciones agrícolas de China, la Unión Europea, Canadá, México y Turquía son un peso adicional para nuestros productores y productores, plantean los autores.

Advierten veladamente que “los agricultores estadounidenses son duros patriotas, pero necesitan fuertes ingresos por exportaciones para mantenerse en el negocio”.

La construcción de nuevos puntos de exportación para los agricultores estadounidenses y las industrias aliadas se convirtió en un imperativo, y Cuba debería ser parte de esa combinación, subrayan.

El trío de representantes de estados agrícolas aborda las afectaciones millonarias para el sector de la soja, la ganadería y la producción de carne de cerdo, entre otras, que causan las actuales políticas arancelarias hacia China.

Las reacciones positivas de la agricultura estadounidense, añaden, ante el nuevo acuerdo comercial de América del Norte son una prueba de la necesidad urgente de las empresas agroindustriales de Estados Unidos.

Sin embargo, acentúan, en el caso de Cuba, que ofrece una importante oportunidad de crecimiento a solo 90 millas de distancia y un corto viaje para el envío de contenedores desde los puertos estadounidenses del Golfo y la Costa Este, se necesita una solución diferente.

Alegan que Cuba es uno de los pocos mercados extranjeros donde el potencial para el crecimiento agrícola de Estados Unidos es cuantificable y alcanzable. Esa isla, subrayan, gasta dos mil millones al año en importaciones agrícolas para alimentar a sus 11 millones de personas y tres millones de turistas anuales, sector en pleno desarrollo en el que Washington debe tener un marcado protagonismo.

A favor de este negocio señalan que la mayoría de las importaciones de la isla son de Vietnam, China, la Unión Europea y otros lugares lejanos, donde las tarifas de transporte son muchas veces más altas que las nuestras.

Precisan que Arkansas, por ejemplo, es el exportador de arroz número uno del país y Cuba tiene el mayor consumo per cápita de arroz en el hemisferio occidental.

Sin embargo, desde el año fiscal 2009, Cuba no importa ninguna cantidad significativa de arroz estadounidense, cuando este país alcanzaba casi el 40 por ciento de la participación de mercado en el año fiscal 2004, algo que se perdió con Vietnam y Brasil, que ofrecieron créditos a la isla.

En Minnesota, indicaron, las exportaciones estadounidenses de soja podrían significar ventas combinadas de hasta 14 millones y las ventas de maíz podrían alcanzar hasta 16 millones, entre otras posibles ventas. De manera similar, sostuvieron los parlamentarios, muchos de los principales productos agrícolas de Kansas son importaciones básicas para Cuba. Kansas exporta más de 800 millones anuales en trigo, pero prácticamente no hay comercio de trigo entre ese estado y la nación caribeña.

Al referirse a “nuestras normas de financiamiento obsoletas sobre las ventas agrícolas”, los políticos norteños llaman a “posicionar a los agricultores estadounidenses como el proveedor agrícola número uno para Cuba”.

Al respecto, llaman a la adopción de “una legislación que permita el crédito privado y el financiamiento en las ventas agrícolas a ese mercado”, algo en lo que pudiera pensar Trump para fortalecer y consolidar sus bases de apoyo político en sector rural.

El acceso ampliado para la agricultura de Estados Unidos a Cuba y otros puntos de venta nuevos es una cuestión de salud económica, sino de supervivencia, para la América rural, indican, algo que debe abrazar Trump para no desilusionar a sus más fieles seguidores.

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