“Familias panameñas son arruinadas por el juego”, Ariel López

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Ariel López, director de programas del Centro de Orientación y Atención Integral San Juan Pablo Segundo. (Foto Bayano).
  • En Panamá, son apostados unos nueve millones de dólares al día en juegos de azar legalmente establecidos, pero hay un alto subregistro, debido a actividades ilícitas sin control.
  • La proliferación de casinos y casas de apuesta en todo el país, incluso en barrios populares, han vuelto a la población panameña vulnerable y propensa a las adicciones.

Por David Carrasco

El director de programas del Centro de Orientación y Atención Integral San Juan Pablo Segundo, de la Iglesia Católica Arquideocesana, el psicólogo Ariel López, manifestó a Bayano digital que “en el tiempo que vivimos, las adicciones han ido en aumento, incluida la ludopatía”, considerada una enfermedad.

Al centro dirigido por López en la capital panameña, llegan a diario personas de todos los niveles sociales, casi siempre después de haber “tocado fondo”, es decir, cuando han perdido a sus familias, amigos, trabajos y casas, a causa del juego compulsivo que no pudieron manejar sin una ayuda profesional rápida y oportuna.

La ludopatía (adicción al juego) es descrita como enfermedad o trastorno mental por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y organizaciones asociadas desde 1980. Aparece reconocida de forma similar en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana Psiquiatría.

López indicó que los adictos en busca de apoyo carecen de control sobre el juego. Algunas de ellos, con la autoestima en el piso, aún creen que pueden tener un golpe de suerte y recuperar el dinero que depositaron a lo largo de varios años en máquinas tragamonedas, llamadas comercialmente “paga monedas”, lo que es un eufemismo.

El investigador lamentó que el país haya perdido la visión de desarrollo, ante la proliferación de casinos y máquinas tragamonedas en bares y tiendas en toda la república, lo que genera un ambiente nocivo para los seres humanos sumergidos en una actividad adictiva que alimenta a las cuentas de fuertes grupos económicos.

Indicó que el impacto social de esa política permisiva del Estado, llevó a la Iglesia Católica a crear ese Centro de atención, en el que también se ayuda a las personas a vencer la adicción a las drogas sin el uso de medicamentos. El tratamiento requiere voluntad del ludópata y ofrece un porcentaje de recuperación del 70 por ciento de los pacientes, algunos de los cuales presentan recaídas.

López comentó que hay disparadores sociales que predisponen a la ludopatía, como la falta de oportunidades laborales y la situación económica difícil en áreas populares, que hacen pensar un individuo ansioso que puede resolver sus problemas a través de una ganancia casi milagrosa. Por ello, muchos apuestan, y hasta roban, para jugar en casinos, con la esperanza de convertirse en triunfadores.

País de apuestas y de comercio

La economía abierta de Panamá ha atraído también la industria del juego, que en la década de 1970, en el gobierno del general Omar Torrijos estuvo restringida a los hoteles de lujo. Los casinos de propiedad del Estado tenían entonces instrucciones de no dejar que los trabajadores gastasen el cheque de su quincena en esas salas. Pero, ahora, la política es otra. Incluso hay escuelas para enseñarle a la gente a jugar y gastar en la ruleta y juegos de cartas.

El único adelanto notorio, es la aprobación de un Registro de Personas Prohibidas de Acceder a Establecimientos Destinados a la Explotación de Juegos de Casino y Máquinas Tragamonedas, a cargo de la Junta de Control de Juegos, dependiente del Ministerio de Economía y Finanzas, así como el freno al acceso a esos establecimientos de menores de edad, con fines preventivos.

Sin embargo, López opinó que esa lista de autoexclusión de ludópatas “no ha servido de nada”, porque simplemente hay una amplia oferta de centros de juegos de suerte y azar en cada esquina y cada barrio, donde se puede acudir sin límites. Entre esas actividades, figuran “La bolita” o Lotería clandestina, juegos de dados, bingos, sistemas en internet y apuestas sobre carreras.

Un proyecto de ley fue presentado en julio de 2014 a la Asamblea Nacional, con el fin de regular la prevención y el tratamiento de la ludopatía, pero la expansión del negocio supera la realidad jurídica y penal. El problema es más profundo y no ha sido manejado en forma integral, para enderezar el rumbo generacional del país.

Hablan las cifras

Apostadores en salas de juego.

Investigaciones realizadas por el Centro de revelan que la mayoría de jugadores varones entra por primera vez a un casino atraído por la curiosidad y la publicidad que utiliza a mujeres sensuales. La actividad de juegos de suerte y azar tuvo un ligero decrecimiento en 2016, debido a la contracción económica, pero en el último quinquenio las arcas estatales recibieron 35 millones de dólares en concepto de impuestos a las apuestas legales.

De hecho, entre las apuestas en juegos de azar y la compra de “chances” y billetes de la Lotería Nacional de Beneficencia, los panameños se gastaron 3.117 millones de dólares en 2014, unos 153 millones de dólares más que el año anterior. Esa masa de dinero no fluyó a la Educación pública, ni a la Salud de la población.

Un indicador impactante, es que el 71 por ciento de los establecimientos de apuestas se concentra en la provincia de Panamá. Muchos de ellos operan en zonas empobrecidas, lo que ha fomentado la ludopatía, según especialistas. En algunas áreas, el juego también es manejado por mafias que prestan dinero a los jugadores y exigen, por la fuerza, el pago de la deuda contraída.

López reseñó que hay ejemplos de ludópatas que perdieron todo a causa del juego, pero en el Centro encuentran apoyo y alternativas, ante la falta de programas de prevención del Estado. Resaltó que en otros países, ha sido ensayada una fórmula que permite a los nacionales ingresar una sola vez a la semana a casinos reservados para extranjeros, lo que reduce el margen de apuestas. El tema requiere un enfoque sociológico, para entender la complejidad de un problema con raíces antiguas que genera desviación social.

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