En el corazón de Panamá transmite Prensa Latina

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Por David Carrasco

Panamá (Prensa Latina) – En 1971, cuando el proceso revolucionario panameño empezaba a tomar forma bajo el liderazgo de Omar Torrijos, comandante de la antigua Guardia Nacional, llegó a Panamá el periodista guatemalteco Arqueles Morales.

El también poeta arribó a suelo canalero con la misión de instalar en este país la corresponsalía de la Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina, que ganaba espacios en la región y el mundo.

Morales, ex secretario privado del escritor Miguel Ángel Asturias (precursor del ‘boom’ latinoamericano en la literatura), consiguió instalar una pequeña oficina en un edificio cercano a la avenida Balboa, en la capital panameña, contigua a la sede de la agencia española EFE, que dirigía el corresponsal Zoilo Martínez de la Vega, un español afable, quien saludó la audaz apuesta informativa cubana en la región.

Aquella proximidad entre EFE y Prensa Latina (PL) tenía su razón de ser, ya que Cuba enfrentaba un bloqueo impuesto por Estados Unidos y la exclusión del mercado de las grandes agencias noticiosas. Para lograr el cometido de la joven corresponsalía, ambos firmaron acuerdos de transmisión informativa y colaboración de información.

En cumplimiento de esos convenios, cada mañana yo llevaba a Martínez de la Vega la cinta amarilla perforada que contenía el ‘cast’ diario de notas dirigidas a la central de PL en La Habana.

Esas noticias viajaban primero a Madrid y, desde allí, eran remitidas a Cuba, para ser utilizadas en radioemisoras, periódicos y revistas del mundo. Así empezó a ser burlado el indigno bloqueo estadounidense.

Panamá y Cuba carecían entonces de relaciones diplomáticas. Los vínculos oficiales habían quedado rotos desde que la mayoría de los países de la región se subordinaron a los dictados de Washington en la reunión panamericana de Punta del Este, Uruguay, efectuada en 1961.

El funcionamiento de una agencia informativa cubana en suelo panameño irritó a Estados Unidos, que ejercía control sobre el canal interoceánico, poseía un complejo de 14 bases en la Zona del Canal y un territorio segregado de mil 432 kilómetros cuadrados, que representaba la quinta frontera regida por las leyes del estado de Luisiana.

En varias ocasiones, Morales encontró en el télex de la oficina amenazadores mensajes anónimos escritos con errores ortográficos. En vez de preocuparse por ello, el corresponsal jefe decidió instituir en esa oficina los ‘sábados culturales’ para reducir las tensiones.

Tras la mudanza a una nueva sede, un chalet localizado detrás de la Contraloría General de la República, fue posible alcanzar un acuerdo con la compañía de comunicaciones Tropical Radio para el uso de frecuencias de radio en doble vía hacia Cuba, utilizando teletipos.

A diario, era necesario verificar el estado de las comunicaciones a través del código SIMPO (Señal, Interferencia, Ruido, Propagación y Resumen), que variaba de acuerdo con el estado del tiempo y las interferencias.

En aquella oficina, Morales fue objeto de un ataque. Había llegado allí después de ver una película en un cine. Un artero golpe en la cabeza, ejecutado por intrusos, lo dejó inconsciente. Aquel acto criminal confirmó la presencia de contrarrevolucionarios que operaban con apoyo de Estados Unidos para sabotear el proyecto informativo.

Morales volvió a ser objeto de otro intento de asesinato en 1973, durante una reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, celebrada en la capital panameña. En esa reunión, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Raúl Roa, fustigó a Estados Unidos por mantener un enclave colonialista en contra de la voluntad de los panameños.

Sin duda, 1973 fue un año duro para la corresponsalía en la capital panameña. Tras el golpe de Estado en Chile, el 11 de septiembre, el general Omar Torrijos, decidió acoger a gran cantidad de exiliados chilenos, muchos de los cuales declaraban su interés en viajar a Cuba. Los periodistas de Prensa Latina acudíamos al aeropuerto internacional de Tocumen, en las afueras de la capital panameña, para intercambiar con los exiliados.

En diciembre de 1973, Prensa Latina dio un extraordinario tratamiento informativo a la retención de los barcos mercantes cubanos ‘Imías’ y ‘Lázaro Peña’ en el Canal de Panamá, ya que ello violaba el tránsito neutral en la vía interoceánica.

Los tripulantes de ambas embarcaciones advirtieron que se inmolarían ante el inminente asalto de tropas estadounidenses. Las informaciones elaboradas desde la corresponsalía de la agencia contribuyeron a divulgar la verdad y la posterior liberación de las naves.

El 22 de agosto de 1974, Cuba y Panamá reiniciaron sus relaciones diplomáticas, lo que alivió un tanto las dificultades para el funcionamiento de la corresponsalía. Tan sólo un año antes, el general Torrijos manifestó que ‘cada minuto de bloqueo a Cuba, son 60 segundos de vergüenza hemisférica’.

Tras participar en reuniones del Movimiento de Países No Alineados (NOAL), el general panameño viajó a La Habana en enero de 1976 y fue recibido por el líder de la Revolución, Fidel Castro, y otras autoridades del país.

Hay una larga lista de hechos notables que vinculan a la agencia con la información y documentación de sucesos relevantes en Panamá, como las negociaciones del Tratado del Canal (1977) y la búsqueda de la paz en Centroamérica, a mediados de la década de los 80 del pasado siglo.

Pero, nada de ello habría sido posible sin una labor de trabajo colectivo y persistente para privilegiar las tareas de un medio, en cuyo núcleo inicial figuraron Jorge Ricardo Masetti, Gabriel García Márquez, Rodolfo Walsh, Rogelio García Lupo y Carlos María Gutiérrez. El mayor reconocimiento a la labor informativa vino del propio Fidel Castro, con quien conversé en la escalerilla de un avión que me trasladaría de La Habana a Moscú para participar en un Congreso Mundial por la Paz.

‘Lo que yo sé de Panamá, se lo debo en gran parte a lo que ustedes escriben en Prensa Latina. Mis saludos al general Torrijos y a todo el pueblo panameño. Espero que tengas un buen viaje’, dijo entonces en alusión a la labor de una agencia, que en 2019 tiene verdaderos motivos para celebrar sus 60 años de existencia.

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