El Estado nacional es una prioridad. Editorial del martes 11 de diciembre.

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La progresiva sustitución de la imagen de país digno y soberano, por la de un mercado que abre las puertas a los jugosos contratos y la corrupción, forma parte del modelo impuesto por el capital financiero a la mayoría de los panameños. Es una especie de Destino Manifiesto de una elite depravada afincada en el poder, y gestora de la impunidad y manipulación de la Justicia.

Nuevos y sucesivos escándalos revelan que el país sumido en el desprestigio por la pérdida de imagen y los escándalos, pasa por una crisis de gobernabilidad, derivada de una crisis del modelo económico imperante. El sistema, fundamentado en el saqueo de recursos, la acumulación de capital, el secuestro de la democracia y el despojo, genera fuentes de conflictos y apunta a una seria confrontación social.

En un alarde de fuerza, los sectores gobernantes han echado mano a la jefatura de los partidos políticos para ocultar la crisis a través de sainetes electorales. Asimismo, insisten en manipular y entretener a la opinión pública con diversos shows mediáticos que desvían el debate sobre los asuntos medulares concernientes al deterioro de la capacidad del Estado y sus instituciones principales.

Sin embargo, la falta de fortaleza de las organizaciones sociales y la ausencia de una propuesta alternativa conspiran para evitar que surjan opciones a la crisis que golpea a las capas medias de la población. Ello sugiere que aún debe transcurrir más tiempo antes de que el desencanto del electorado, tras el fracaso del modelo, desemboque en una plataforma de amplia base social.

Gran parte de la población parece desconocer que la suerte o la desgracia del país está determinada, además, por su especial posición geográfica y el intento de potencias mundiales de asumir el control estratégico de sus rutas comerciales y logísticas. Esa realidad plasmada en un escenario internacional complejo, ayuda a desenmascarar a artífices del modelo de dependencia.

La suerte está echada para quienes han luchado con gallardía en defensa de la soberanía y los abusos. No queda otro camino que desafiar a las formas de entreguismo y blindar a la población ante las prácticas depredadoras de la clase gobernante. Es necesario derrotar a la elite corrupta que saquea arcas públicas y convierte al Estado en un inmenso botín y sitio para cometer tropelías.

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