El cambio climático agrava tus alergias

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Abejas melíferas (Apis mellifera) cubiertas de polen rondan una calabaza en Alemania. Sin embargo, el polen que llevan las abejas no es del tipo que te hace estornudar cada primavera. (Foto: Konrad Wothe, Minden Pictures).

Por Becky Little
National Geographic en Español

Cuando un árbol quiere mucho a otro árbol, suelta polen para fecundar los óvulos de ese árbol, además de los otros árboles que puedan encontrarse alrededor (ya sabes cómo es el cuento). Pero cuando el polen empieza a volar, es probable que no te maravilles con el milagro de la reproducción de los árboles, sino que empieces a temblar por las alergias acompañantes.

La razón de que el polen haga que algunas personas moqueen y estornuden es que sus sistemas inmunológicos lo atacan como si fuera un parásito, explica Leonard Bielory, profesor y especialista en alergias del Centro de Predicción Ambiental, en la Universidad de Rutgers.

Eso se debe a que los sistemas inmunológicos de ciertas personas reconocen la secuencia proteica del polen como si fuera similar a la secuencia proteica de los parásitos. Cuando esto sucede, sus cuerpos intentan expulsar al “parásito” con estornudos y otros síntomas. Y ese ataque contra el polen, dice Bielory, “es la reacción que llamamos alergia”.

En realidad, es un poco extraño que los cuerpos de algunas personas respondan así, porque el polen “es bastante inocuo”, asegura. Nuestro sistema inmunológico “no debería reaccionar, porque el polen no es otra cosa que el componente reproductor masculino de las plantas”.

Hace mucho calor

Los primeros informes de alergias al polen aparecieron hacia la época de la Revolución Industrial. No queda claro si eso significa que estas alergias son consecuencia de la contaminación, nuevas dietas, o cambios en la higiene. Lo que queda claro, escribe Charles W. Schmidt, en la edición de este mes de Environmental Health Perspectives, es el papel del cambio climático en las alergias contemporáneas al polen.

“Al verse expuestas a temperaturas más cálidas y niveles más altos de CO2, las plantas crecen más fuertes y producen más polen de lo normal”, escribe Schmidt.

El calentamiento de algunas regiones, como el norte de Estados Unidos, prolonga el periodo en que las plantas liberan polen. El efecto combinado de temperaturas elevadas y más CO2 significa que la cantidad de polen en el aire ha estado aumentando, y seguirá incrementándose conforme el cambio climático empeore (según un estudio que presentó Bielory, el conteo de polen podría duplicarse para 2040).

Esto es una mala noticia no solo para las personas con alergias, sino para quienes no tienen este problema.

“En general, cuanto más tiempo estés expuesto a un alérgeno, más probabilidades tienes de sensibilizarte al alérgeno”, informa Bielory. Las personas alérgicas al polen podrían experimentar síntomas más intensos, y quienes no presentan alergias normalmente, podrían desarrollarlas.

Schmidt escribe que ya “hay indicios sugestivos de que la prevalencia de fiebre del heno está aumentando en muchas partes del mundo”.

¿La miel puede ayudar?

Con el creciente número de casos de alergias al polen, es comprensible que la gente haya empezado a buscar medios naturales para aliviar sus síntomas. Algunos incluso argumentan que consumir miel podría aumentar su resistencia, porque contiene polen.

Un apicultor recoge polen para venderlo como “alimento saludable” en Nuevo México. No curará tus alergias.

No obstante, como señala Rachel E. Gross en Slate, esa teoría no es más que una dulce mentira; sobre todo, porque el polen que te hace estornudar no proviene de las flores.

En primavera, el polen que provoca alergias en las personas proviene de los árboles. En verano, las personas tienen reacciones alérgicas al polen de la hierba; y al finalizar el verano y empezar el otoño, la alergia se desata por la polinización de los hierbajos, en particular la ambrosía, que se ha diseminado de Estados Unidos a Europa y Medio Oriente.

De modo que los medios “naturales” para hacer frente a las alergias al polen son la limpieza, mantener cerradas las ventanas, y salir cuando el conteo de polen sea bajo, por ejemplo, cuando acaba de llover. Si tus síntomas son muy fuertes, toma medicamentos que se venden sin receta o consulta con un alergólogo. Y si no te preocupa correr el riesgo de desnutrición o una enfermedad que ponga en peligro tu vida, tienes la alternativa de los anquilostomas.

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