Don justo Arosemena murió dos veces

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Dr. Justo Arosemena.

Por Alberto Velásquez
Periodista

El insigne jurisconsulto y hombre público Justo Arosemena vivió en Panamá, precisamente en un período en que ocurrió la famosa fiebre del oro en California, que aceleró la construcción del ferrocarril transístmico. Aquellos fueron tiempos muy controversiales, especialmente por la presencia norteamericana en suelo panameño, que desembocó en traumas y conflictos.

Promotor del federalismo, Justo Arosemena ha sido reconocido en la historia como gran jurista y diplomático. De hecho, es el padre de la abogacía. En su memoria, cada 9 de agosto se celebra en Panamá el Día del Abogado, y desde hace muchos años su pensamiento incita al análisis por parte de los académicos.

Los profesionales del Derecho de todo el país, no importa su especialidad, le rinden homenaje y desarrollan diversos actos exaltando su honesta y vertical trayectoria, que es un referente para quienes estudian las leyes y los principios éticos.

Han transcurrido muchos años y los abogados panameños han crecido en cantidad y calidad, al punto de que la abogacía es una de las profesiones que poseen más egresados de las aulas universitarias en toda la república. En consecuencia, hay en el ámbito jurídico buenos y malos juristas, así como buenos y malos fiscales y jueces que representan al deficiente y cuestionado sistema judicial en este país.

Así como han crecido en número los abogados, también aumentan los casos que tienen que resolver desde los puestos más cimeros. Esa responsabilidad recae sobre jueces y magistrados cuando encaran a acusadores y defensores en la esfera penal.

Esta última especialidad, es la que pública y mayormente se somete a la crítica, porque implica serias decisiones que afectan o malogran la vida de muchos civiles.

El 9 de agosto de 2019 es descrito como el día en que la jurisprudencia fue sometida a la vindicta pública. Este año, coincidió con un veredicto dudoso a favor de un notorio y entorchado acusado. Por haber sido emitido el día de Don Justo Arosemena, el fallo quedará registrado como otro gran escándalo nacional.

En su sede mortuoria, el ilustre jurisconsulto (inspirador de todos los abogados) habría recibido con estupor la decisión judicial, que equivale a un golpe artero. Ello le habría causado a ese titán de la Justicia una segunda muerte, tras revolcase en su féretro debido al exabrupto de la sentencia absolutoria, que se ha convertido en un precedente funesto y blanco de críticas contundentes de los ciudadanas.

Don Justo Arosemena murió otra vez, cuando un trio de jueces, evidentemente comprometido, dictó una sentencia de “no culpable” que avergüenza a los juristas y empaña el ejercicio de la abogacía. Aún hoy, persisten fuertes dudas sobre la imparcialidad del sistema judicial y la capacidad para evitar la impunidad.

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