Dignidad e ignominia en la cintura de América

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Seis patriotas valientes estudiantes del Instituto Nacional, portan la bandera nacional y el estandarte del colegio enfrentando la agresión inminente de los “zonians”. Ellos son de izquierda a derecha: Napoleón de Bernard, Eligio Carranza, César Villarreal, Luis Vergara, Inocencio García y Alcibíades Picota (Caballero F., K. Las luchas patrióticas del Instituto Nacional).

Por Hernando Franco Muñoz
Politólogo, abogado y catedrático panameño

Los incidentes que se produjeron entre el 9, 10,11 y 12 de enero de 1964, constituyen la máxima expresión de la existencia de una contradicción fundamental: nación-imperialismo que se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta finales del siglo XX.

Esta contradicción marcó la viabilidad de Panamá como nación y determinó las relaciones con los Estados Unidos por existir en el istmo una vía de tránsito que interesó tempranamente a los intereses imperialistas y hegemónicos del norte.

La gesta histórica de enero de 1964 se inició cuando estudiantes panameños del Instituto Nacional intentaron izar la bandera panameña en el entonces territorio colonial de la Zona del Canal de Panamá que estaba bajo control militar y jurisdiccional de los estadounidenses. Panamá era un país con una “quinta frontera” como bien la calificó, más tarde, Omar Torrijos Herrera.

Los estudiantes trataban de hacer cumplir un acuerdo diplomático entre ambos estados que obligaba a izar el emblema nacional panameño al lado de la bandera de las barras y las estrellas, como muestra de la soberanía de Panamá en aquella cintura del territorio nacional.

El aludido intento terminó con una agresión a los patriotas panameños por parte de policías norteamericanos y civiles que habitaban en Zona de Canal, y esto desató una auténtica insurrección popular por la indignación colectiva que ocasionó la prepotencia de los Estados Unidos de agredir a jóvenes estudiantes.

La población civil panameña espontáneamente salió a la defensa de las víctimas de la injustificada violencia. Ello desató una auténtica insurrección popular.

Los estadounidenses respondieron con una intervención militar de las tropas acantonadas en Panamá que terminó con 23 muertos panameños y más de 300 heridos. Esto despertó un sentimiento nacional colectivo y reforzó la identidad nacional que jamás pudo quebrantar la presencia militar extranjera del Imperio más feroz que conoce la historia de la humanidad.

El pueblo panameño había enfrentado la presencia extranjera como un cuerpo extraño que en efecto afectaba la esencia misma de la existencia del tejido histórico-social que iba conformando la nación panameña. Desde el Incidente de la Tajada de Sandía, a mediados del siglo XIX, pasando por la Guerra de los Mil días, hasta la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 que hipotecaba la soberanía nacional al crear un estado colonial en la zona de tránsito.

Sucesos como el desarme de la Policía Nacional y las diversas intervenciones de las tropas norteamericanas en los procesos electorales y toda la serie de incidentes que produjeron tempranos roces entre panameños y estadounidenses a lo largo del siglo XX.

Todo esto dejó claro que aunque nuestro país surgió al concierto de las naciones como una república mediatizada amplios sectores de capas medias y populares rechazaron la presencia militar de Estados Unidos en el Istmo de Panamá. Y no descansaron hasta eliminar la presencia militar extranjera y liquidar el estado colonial en una lucha generacional de largo aliento.

Con diversas intensidades se produjo un rechazo de la presencia imperial, que se bamboleaba entre lo consciente y lo inconsciente entre los nacionales panameños. Todo esto con matices antiyanquis y antiimperialistas.

Tempranamente, el pueblo de Panamá demostró tener momentos explosivos producto de la espontaneidad propia de los habitantes de esta tierra que terminaban en choques violentos entre panameños y la soldadesca estadounidense.

La correspondencia diplomática y los diarios de esa época dejaron testimonios claros de que la presencia extranjera ‒expresada en la ocupación militar extranjera‒ no era vista con buenos ojos por los panameños.

Aunque se hicieron avances importantes en los diversos tratados sobre el Canal de Panamá durante el siglo XX, en lo que se denominó la política revisionista de las relaciones contractuales con Estados Unidos, las verdaderas causas de conflicto no eran resueltas pues perduraba la presencia militar extranjera en Panamá y el control de la vía acuática por Estados Unidos quien recibía pingües beneficios económicos que nunca favorecían al pueblo panameño ni al desarrollo nacional.

Las supervisiones de las elecciones populares por parte de los militares estadounidenses eran solicitadas por los sectores oligárquicos que se disputaban el poder.

Las solicitudes de intervención demostraba el vergonzoso contubernio que existía entre éstos y el imperialismo. Esa es una deshonra que por muchos años salpicó hasta venerados dirigentes políticos con gran carisma popular.

Desde el movimiento inquilinario de 1925, que terminó con una ocupación militar de los estadounidenses, y el rechazo a los Tratados Filós-Hines de 1947 ‒entre otros acontecimientos‒ dejaron claro que sectores lúcidos de la clase media y de los sectores populares no permitiría la ampliación ni la bendición de la presencia militar norteamericana. El pueblo panameño construyó su camino en medio de múltiples dificultades. Pocas naciones de América Latina hicieron viable el esta donación con tantos factores en contra.

Los sucesos del 9 de Enero de 1964 se produjeron en medio de un mundo estremecido por las luchas anticoloniales y revolucionarias. En la dinámica interna y externa los sucesos de mayo de 1958 en Panamá y los ecos de la Revolución Cubana de 1959 habían tenido efectos, así como el levantamiento armado del Cerro Tute en el centro del país. La década de 1950 y 1960 se habían caracterizado por el papel protagónico que habían asumido los estudiantes como sujeto revolucionario y catalizador de los descontentos populares. Las reivindicaciones sociales estaban a la orden del día.

La ebullición social superaba los controles sociales y políticos de la oligarquía. La represión era el arma utilizada para validar su poder que carecía de legitimidad.

El reforzamiento del nacionalismo panameño era una tarea que la oligarquía no podía llevar adelante ni mucho menos la eliminación del enclave colonial.

La clase media profesional llenaba un espacio importante encabezando las luchas nacionalistas y sus aliados naturales eran el movimiento estudiantil, sindical y campesino. Estos sectores alimentaron el espíritu nacional panameño que los grupos económicamente dominantes nunca promovieron.

Sus intereses políticos y económicos estaban en perfecta armonía con el dominio colonial.

La gesta popular del 9 de Enero puso fin a la presencia colonial. No era posible prolongar esa presencia. Creo que actores políticos fundamentales de esos acontecimientos históricos hacen un balance que es oportuno recordar.

Con sus lúcidos juicios sobre el acontecimiento histórico comentó sus aportes que siguen siendo esclarecedores y oportunos. Veámoslos:

Jorge Illueca califica: “… al 9 de Enero de 1964, como la piedra angular de la nacionalidad”; por su lado Carlos Iván Zúñiga con excelente capacidad analítica opina de estos eventos: “Sólo los que desconocen estos capítulos de nuestra vida son capaces de sugerir, ayunos de patriotismo, que nuestras jornadas reivindicadoras tienen su fuente en consignas extra-nacionales”; en tanto que Diógenes de la Rosa indica, con aguda reflexión intelectual: “Por eso el 9 de Enero es una fecha de recapitulación y de reiniciación de la política diferente frente a los Estados Unidos con miras a la solución definitiva y radical de la dependencia de los Estados Unidos”. Desde otras miras, Carlos Calzadilla resalta:

“Las balas ni fusiles detuvieron el arrojo de los panameños durante la noche. Millares de estudiantes y pueblo salían de todas partes portando banderas para colocarlas en la Zona. Grandioso y elocuente mensaje en tal desigual desafío, salía de las entrañas del panameño, no importaban las balas”. El intelectual Ricaurte Soler Batista sentencia: “Las clases dominantes, por su parte, perciben con claridad que las manifestaciones que tuvieron lugar en enero de 1964 podrían repetirse en cualquier momento, afectando sensiblemente la estabilidad social y política del país y alterando la “legitimidad” de statu quo.

Estos análisis y comentarios de distinguidos intelectuales y patriotas son testimonios irrefutables del alcance que tuvieron los incidentes de Enero de 1964. Esos hechos cambiaron la historia panameña.

Allí se consolidó el estado nacional panameño: los sucesos de 1966, el rechazo de los Tratados “3 en uno” de 1967, el agotamiento de las formas de dominación oligárquicas expresados en el juicio político a Marcos Robles y la descarada intervención de la Guardia Nacional como árbitro de las contradicciones oligárquicas condujeron a la sociedad panameña al escenario del golpe de estado de 1968.

Todo ello proviene del cordón umbilical: político y social que generó la sacudida que se produjo en la sociedad panameña después del 9 de Enero.

Las bases para la consolidación de la nación panameña es producto de este movimiento. Y la crisis de la política entreguista de la vieja oligarquía, tiene un momento de quiebre en esa misma fecha.

Los orígenes del golpe de estado de 1968, y el posterior desarrollo de una política nacionalista, iniciada por Torrijos, tiene vínculos con la gesta de 1964.

Los sectores de capas medias, populares y un segmento de la burguesía nacional con ánimos patrióticos crearon un frente amplio que llevo adelante un proyecto político que concluyó la firma de los Tratados Torrijos-Carter.

Éstos pusieron término a la presencia colonial estadounidense que tantas distorsiones y angustias produjeron en la sociedad panameña.

A 50 años del 9 de Enero de 1964, la consolidación del estado nacional panameño es producto de las luchas por la recuperación de la soberanía. El despegue económico de la República de Panamá, aunque no siempre ha favorecido a los más pobres, es consecuencia de las luchas del pueblo panameño y de manera especial, de la gesta de 1964.

Las nuevas generaciones que se pasean en las áreas revertidas, que constituyeron la antigua Zona del Canal, quizás, desconocen que jóvenes estudiantes, intelectuales, trabajadores y el pueblo panameño en general lucharon con tenacidad para liberar nuestro suelo de la presencia colonial estadounidense.

La liberación de los pueblos es producto de las luchas colectivas y del valor su gente. No hay milagros sin luchas, no hay liberación sin sacrificios.

 

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