Construyendo la paz con rock y arte

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En la “Caravana por la Paz”, artistas viajan a través de Mali para superar las divisiones étnicas en el país por la vía de la música. (Foto: Lea Suter).

Por Domhnall O’Sullivan | Swissinfo.ch

¿Pueden convertirse el arte y la cultura en herramientas futuras de diplomáticos y constructores de paz? Paso a paso, una iniciativa de origen suizo permite que esto se torne una realidad.

La gente se ha volcado durante siglos a la escritura, la pintura, la música y el teatro como medios para enfrentar las dificultades y el miedo. Sin embargo, cuando se trata de la mediación de conflictos, esas expresiones a menudo son mantenidos a distancia y se les ve como meros activos culturales, y no como un “trabajo real” en favor de la paz que se realiza fuera de las salas de negociación.

Lea Suter fundó la iniciativa para demostrar que el arte es capaz de desempeñar un papel preponderante en la resolución de conflictos y los procesos de consolidación de la paz. Suter, de origen suizo, está probando que las actividades culturales no son meras «decoraciones» en un proceso de mediación, sino “herramientas activas y protagónicas en la ruta para recuperar la paz”.

Sentada en las inmediaciones del Palacio de las Naciones ‒actualmente desarrolla proyectos para las Naciones Unidas‒, Suter rememora un viaje que hizo recientemente a Kosovo en donde tuvo la oportunidad de visitar la School of Rock (Escuela de Rock) de la ciudad de Mitrovica, en donde jóvenes de origen serbio y albanés están superando sus diferencias étnicas gracias a la música. Esta escuela, fundada en 2008, tiene instalaciones en las dos orillas del río Ibar, que es la evidencia física de las divisiones que reinan entre ambas poblaciones.

“Estos jóvenes han aprendido a hallar una nueva identidad. Ser serbio de Kosovo es parte de tu identidad, sí, pero… también poseen una identidad musical, una identidad artística, y en este caso, poco importa cuál es tu origen”.

Esta escuela está cambiando la realidad de su entorno con paso lento, pero firme. En abril pasado, cuando Suter estuvo ahí, se habían formado ya tres bandas. Un paso de una elevada significación en una ciudad dividida, en donde la gente tiene miedo de cruzar el río. Los adolescentes que toman parte de este proyecto han abierto los brazos a la propuesta porque, como Suter dice, “lo único que quieren es tocar música”.

“Periodismo de soluciones”

El proyecto de Kosovo forma parte de “PeacePrints”, una plataforma en línea que inició operaciones el año pasado para demostrar que el arte puede ser utilizado en la reconstrucción de comunidades afectadas por la guerra en cualquier sitio del mundo.

Suter ha visitado Líbano, Malí y Kosovo por el momento. Pero pronto se dirigirá a la frontera coreana, a Myanmar y, posiblemente, a Ucrania. Su objetivo es visitar una docena de países, crear historias y enlazar intereses, para que estos proyectos florezcan después de forma autónoma gracias al trabajo de periodistas y activistas locales.

Dado el ecléctico currículum que tiene Suter (estudios en temas culturales, relaciones interculturales y conocimiento de varias lenguas), no es extraño que se haya sentido movida a pasar a la acción al advertir que el rol del arte es subestimado en los procesos de construcción de paz. Y sus metas son aún más ambiciosas. “La gente tiene una percepción sesgada sobre lo mal que van las cosas en el mundo; esto es, frecuentemente su percepción es incluso más negativa que los hechos mismos. Necesitamos contar otras historias, hablar de las cosas que sí funcionan, ofrecer una imagen del mundo que sea más holística y cercana a la realidad”, dice.

De ahí que la iniciativa también se inscriba en el llamado “periodismo de soluciones”: una forma de investigación proactiva que busca enfocarse también en las soluciones de un problema y no solo en sus causas. Esta vertiente del periodismo gana terreno en medio de los sangrientos titulares que dominan los espacios de noticias, y el proyecto de Suter es su respuesta muy personal en el caso de atención de conflictos, utilizando el arte como agente constructor de paz.

“Si observamos nuestros libros de historia veremos que toda nuestra evolución, incluso toda nuestra existencia, se basa en los detalles de la guerra. Ciertamente, debemos aprender al respecto, pero ¿por qué (los libros) no se enfocan más en cómo se resolvieron estos conflictos?”, reflexiona.

No toda el arte es tan abiertamente político como el “Guernica”, de Picasso, pero puede contribuir a superar conflictos. (Foto: Keystone).

Pluma contra espada

Suter sabe bien que su propuesta puede sonar idealista y enfatiza que no es ingenua, tiene claro cuan poderosos son los intereses políticos y financieros y cómo influyen en los conflictos modernos. Pero es consciente de cómo la cultura puede ser mal utilizada para obtener ganancias políticas, como en el caso del arte contaminado por propaganda del partido nazi en los 30.

Sin embargo, el interés en su trabajo crece constantemente. Swisspeace, el grupo de expertos con sede en Berna, ha publicado varios estudios de investigación sobre el tema. Su trabajo más reciente, de finales del 2016, esboza los beneficios significativos que provee el arte a niveles individual, social y relacional. La “lógica del arte”, dice la investigación, difiere de la lógica de la ciencia o de la política porque está menos orientada hacia un resultado fijo. Y abre un nuevo espacio para la improvisación, y en ello radica su poder.

Suter confirma que el arte suele ser más útil después de un conflicto ‒como agente constructor de paz‒ que durante la guerra misma. Y pone como ejemplo el caso de Líbano, en donde visitó un café cultural en Trípoli, una ciudad dividida entre los clanes sunnita y alauita. Al principio, había una gran tensión en el proyecto (los primeros participantes llegaban con hojas de afeitar escondidas en la boca), pero hoy se ha convertido en un café que reúne a dos comunidades divididas. Los involucrados se han dado cuenta, dice Suter, que sus problemas de pobreza y dolor, los unen más que dividirlos.

Asimismo, la iniciativa que Suter visitará en Corea ‒una orquesta transfronteriza con músicos del norte y del sur de la Línea de Demarcación Militar‒ que, aunque no sea un antídoto contra la guerra, si fortalecerá los esfuerzos en favor de la paz y la reconciliación. Estas iniciativas son vitales, tan importantes como las tradicionales mediaciones políticas basadas en el diálogo que a menudo marginan a los proyectos culturales al considerarlos meros “complementos”.

Hacer que funcione

¿Podrán todas estas ideas influir la agenda de prioridades de los diplomáticos y tomadores de tomar decisiones? De alguna forma, ya lo están logrando. La Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude) apoya “eventos culturales, manifestaciones artísticas y a instituciones que trabajan en proyectos culturales y artísticos” en gran parte del mundo, dice Géraldine Zeuner, responsable del equipo de Cultura y desarrollo de la Cosude.

Lo hacen promoviendo y financiando mejores condiciones de trabajo para los artistas de las regiones en desarrollo y también organizando intercambios artísticos entre Suiza y otros países. Y aunque se enfocan en “la libertad de la expresión artística y cultural”, alejándose de los “contenidos políticos” o de la idea del arte como “herramienta”, sí reconocen el poder del arte creativo para coadyuvar al “restablecimiento de la normalidad y la esperanza al inicio de un conflicto o cuando este se desarrolla.

Hasta hace poco, muchos de estos proyectos habían sido iniciativas individuales de artistas concretos. Pero en 2015, la Fundación Suiza por la Paz hizo un llamado para una utilización más sistemática del arte en los procesos de construcción de paz, incluyendo intercambios y enfoques más profesionales.

Esto explica que el proyecto de Suter haya encontrado su nicho: especialmente en la generación de conciencia sobre la utilidad del arte en la búsqueda de la paz. Hasta ahora, su proyecto ha sido completamente autofinanciado, pero quizás solicite financiación colectiva una vez que haya finalizado sus metas iniciales. Por ahora, le gusta operar con independencia y duda sobre la conveniencia de involucrar demasiado a los tomadores de decisiones.

“Mientras más actores políticos estén involucrados, más difícil se volverá todo”, afirma.

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