Carmen Frei lanza en septiembre el libro “Magnicidio”

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Carmen Frei habla sobre el asesinato de su padre durante el régimen del general Augusto Pinochet en Chile.

“Fueron muy pocos en la DC que ayudaron, que creyeron que mi padre había sido asesinado”.

Por Arak Herrera | El Mostrador

Luego de 35 años, confirmar que la muerte de su padre, el ex presidente Eduardo Frei Montalva, fue un asesinato genera distintos sentimientos en la hija del mandatario, quien hace más de una década inició la búsqueda de la verdad en torno a su caso. Por una parte, la ex senadora DC cree que se hizo justicia –aunque critica el pacto de silencio que hasta hoy tienen las Fuerzas Armadas– pero por otra, aún siente nostalgia: porque su partido no le creyó y por la Universidad Católica, donde su padre fue alumno y profesor, y que jamás ha hecho nada por colaborar en la verdad de los hechos.

Para Carmen Frei, la acusación del juez Alejandro Madrid, quien calificó la muerte del ex presidente Eduardo Frei Montalva como un homicidio es una noticia esperanzadora. Sin embargo, pese a sentir que cumplió una deuda pendiente con su padre, sabe que aún hay muchos casos de derechos humanos inconclusos que deben resolverse. Además, la ex parlamentaria lamenta que su papá no haya fallecido como creían: tranquilo y a causa de una enfermedad. Pero esto no todo. Para la militante histórica de la Democracia Cristiana, los últimos 15 años –período que duró la investigación del magistrado– han sido duros y lo siguen siendo: la indiferencia moral de Ejército, la labor de la Universidad Católica y la vuelta de espalda de sus camaradas frente a este caso son temas que aún están presenten en la memorias de la hija del primer y único mandatario asesinado en nuestro país.

-Recodemos un hecho. En la década de los 90′, un despacho de Radio Cooperativa aludía a las últimas palabras del químico de la DINA, Eugenio Berrios: “Me quieren matar. Por Frei me quieren matar”. ¿En qué momento comienzan a sospechar que Berríos era clave en el caso del homicidio de su padre?

-Desde que murió mi papá teníamos dudas, porque habían pasado muchas cosas raras por lo que empezamos a buscar antecedentes. En la época de la dictadura esto fue casi imposible. Seguimos buscando con Eugenio y ahí nos empezó a ayudar Álvaro Varela. En una declaración dentro del libro de Mariana Callejas, la señora de Michael Townley, ella cuenta que en su casa se producían toda clase de toxinas. Que había un laboratorio en Lo Curro, y que en ese laboratorio había una persona que era genio de toda la creación de sustancias tóxicas, de productos químicos. A ella no le gustaba que la gente del laboratorio subiera a almorzar a su casa, pero al único que aceptaba era a Berrios, un hombre agradable, simpático. Un día que estaban almorzando, y llegó él con un tubito con agua turbia y le dijo: “no es necesario que corra sangre con la muerte de las personas, con este tubito bastan unas gotitas para matar”. La Mariana al pie de página de su libro pone: “recordé esta anécdota cuando murió el Presidente Frei Montalva”. Ahí empezamos a buscar la vida de Berrios, que resultó pieza clave (…) Tomamos contacto con algunos abogados en Uruguay y ahí fuimos sabiendo su historia. En el año 95, teníamos la certeza de que algo raro había pasado. El problema era que no podíamos iniciar un juicio porque no teníamos pruebas, ¿con qué hacíamos la querella? Había que traer los restos de Berrios a Chile para iniciar un proceso. Ahí Nelson Mery, director de investigaciones, mandó a unas personas para que trajeran su cadáver. Fue bien difícil porque lo hicimos practicante sacándolo y las personas que lo retiraron de la morgue lo llevaron a la casa de un abogado amigo de Álvaro, que también era de derechos humanos. Estuvo escondido ahí una noche y al día siguiente lo lograron sacar. Al tener esa prueba se inició la querella, Álvaro se puso en contacto con el abogado de la familia Berrios y se pudo presentar la querella de muerte de Berrios, en ese momento entramos a tribunales, nombraron al juez Madrid y vinieron todas las líneas investigativas en 2002. Por lo que hemos visto en el expediente, el juez allanó la casa de Berrios y encontró sus libros. Yo vi las fotocopias y es bien impresionante. Son libros de química que están en inglés y salen todos, producto que hacia especialmente el talio y gas mostaza y al lado, anotaciones con su puño y letra. El juez también encontró que Berrios tenía una carpeta con información sobre mi papá, ¿qué tenía que hacer él guardando antecedentes de mi papá? “Así se inició la línea y ya cuando el juez se dio cuenta de que esto tenía más que dudas razonable, lo pasamos a la querella nuestra, ya que fue querella por presunto asesinato y después a homicidio”-

-Luego de años de indagación, el ministro Alejandro Madrid resolvió cerrar el sumario del Caso de padre, ¿cómo ha sido está resolución para su familia?

-Ha sido muy esperanzador, porque son muchos años donde de dudas pasamos a certezas y veíamos que era un tema muy profundo, complicado, intricando. Había sido una trama terrible. Fue una tranquilidad saber que yo había cumplido con mi papá. Era una deuda pendiente, por él y sobre todo por la historia de Chile. Llegar a matar a un ex presidente de la República, el primer presidente asesinado, no es una cosa menor, es un magnicidio que el país tiene que conocerlo, es la historia nuestra, sobre todo para la gente joven que no vivió ese período y muchas veces dice “ya, olvidemos el pasado. Dejemos todo atrás, para qué siguen con el cuento’. Que se den cuenta que el dolor de mucha gente no es una cosa que se pase dado vuelta la página. Además, mi papá era una persona que creía mucho en la justicia a pesar de que no teníamos mucha certeza de que la justicia avanzara. Entonces, por un lado fue bien triste, porque a pesar de todo siempre quería creer que mi papá había muerto tranquilo. Es tranquilidad, pero también es vivir todo el dolor de nuevo”.

-Las investigaciones del caso determinaron que los agentes que le vigilaron y luego lo envenenaron, tuvieron órdenes del mando militar del Ejército, es decir, esto fue un crimen de Estado, ¿Qué le parece que hasta el Ejército de Chile no dé una respuesta, ni haya entregado todo la información que sabe en torno a la muerte de su padre y ex presidente?

-Para mí, es muy terrible que ese pacto de silencio que firmaron cuarenta y tanto brigadieres generales y todo el alto mando de apoyo a Pinochet todavía se mantenga, porque es un pacto que le da lealtad absoluta y estricta a él. Esto se firmó cuando ya estábamos en democracia y siguen tapando tantos horrores que ellos mismos saben que hicieron. Todavía quedan generales, algunos en retiro otros en servicio activo, que participaron en muchos de estos horrores y sabemos que ellos tienen antecedentes, porque el juez ha hecho una investigación muy acuciosa e interrogado a algunas personas que aseguran que hasta el año 2005, 2006 ellos vieron las carpetas con todo lo referido a mi papá. El juez supo que habían digitalizado todo. No quieren colaborar. Entonces, es imposible vivir con un Ejército que tiene que ser respetado por todos nosotros, que sigue ocultando e imposibilitando que se sepa la verdad, no sólo la de mi papá sino que de todo lo que hicieron. Nosotros no estamos juzgando a todo el Ejército, pero si una mentalidad del Ejército de un mando monolítico y que se protegen para no contar lo que pasó. Yo entiendo a los que piden perdón, los respeto, pero no les creo, porque es refácil decir perdón, pero sin decir nada más. Para pedir perdón hay que contar la verdad. Uno va a perdonar en el momento que ellos cuenten lo que pasó.

-Finalmente, fue el caso de Berríos el que permitió reconstruir el modus operandi seguido por los homicidas del ex presidente. El Ejército tampoco ha dado respuesta en torno a este agente, que fue asesinado en Uruguay y en democracia.

-No, nada. Yo cuando estaba en el Senado mandé muchos oficios, el juez -por lo que he visto en los expedientes también- y siempre han contestado que no hay antecedente y que los quemaron. Si queman documentos hay un acta de incineración y en el caso de esto, no hay ni orden ni acta de incineración, nada, ¿Qué es esto? Todos sabemos que Pinochet mandaba, no era que un subalterno pasó por al lado y se le ocurrió matar a Tucapel Jiménez, matar a mi papá. El juicio de Tucapel también fue muy importante para nosotros, porque quien lo mató dice que le dieron la orden y que a mediados noviembre lo llamaron para que se detuviera, porque había otro caso y era mi papá. Murió mi padre y a Tucapel lo mataron en menos de un mes después, pues eran las dos personas que estaban armando todo este grupo de diferentes organizaciones para derrotar a la dictadura.

-Tras enterarse de la noticia, ¿cuáles fueron las reacciones dentro de la familia?

-Lo primero fue cuando en 2007 el juez sindicó a estas seis personas como autores y cómplices. Ahí empezó un periodo largo donde nada se sabía. Por lo que supimos por nuestros abogados había muchas pruebas y empezamos a saber de las escuchas telefónicas, de los doctores de la DINA que estaban ahí dentro que eran de la Clínica London y que trabajan en la Santa María. El juez comenzó a interrogarlos, a hacer careos entre los médicos. Allanó la Clínica de Universidad Católica para saber todo los antecedentes que había de esta falsa autopsia que habían hecho. Al allanarla en distintas oportunidades, incluso el juez requisó la escalera donde habían colgado a mi papá para desangrarlo y después le sacaron todos los órganos. Hasta la escalera la tiene el juez. El juez ha hecho un trabajo increíble. Tiene todas las escuchas telefónicas completas. Ha interrogado a más de 20, 25 mujeres que eran las que trascribían. Todos han contado que Lillo tenía 20 personas que seguían a mi papá en Chile en el extranjero y la Democracia Cristiana.

-El ex presidente ingresa en 1981 a la Clínica. Sin embargo, el fallece cerca de un año más tarde ¿Cómo lo recuerda usted? ¿Nunca se dieron cuenta de lo que le estaba pasando? ¿No lo intuyeron?

-A mi papá, cuando entró a la clínica, le hicieron la operación al hiato en noviembre y volvió a la casa. Estaba bastante bien y de repente se empezó a agravar y vuelve al recinto. Dijeron que mi papá tenía una obstrucción intestinal y con ello tenían que operarlo ya y se demoraron dos días. Le ponían unas sondas para no sé qué, un catéter que en uno de los traslados se salió y se llenó de sangre, no, esto bien macabro. Terrible. Después, cuando tuvo el shock séptico, siguió siempre en la UTI hasta el 22 de enero cuando murió y constaba mucho entrar porque era muy restringida la entrada. El día cuando lo operaron en la tarde ya sufrido el shock séptico, el doctor Sergio Bernales nos dice que vio a mi papá muy angustiado y le había puesto el respirador. Mi padre se lo intento sacar. Le respondió: “no, don Eduardo, esto es para el bien suyo”, pero lo vio tan angustiado que le paso una hoja y un lápiz donde mi papá escribió dos mensajes: “sáquenme de aquí. Quiero morirme en mi casa”. Después, el doctor me pasó esos papeles. Yo trataba de entrar todos los días a ver mi papá pero era difícil entrar. Entraba el que quería, pero no la gente de nosotros.

-¿Pero el presidente nunca dijo nada?

-Eso pasó. Mi papá después de shock séptico, volvió a la UTI y todo y estaba absolutamente bien, consciente. En una oportunidad que entré, lo vi muy desanimado. Antes de todo esto, habíamos ido a la casa en Algarrobo, que era muy grande y tenía un sitio donde se quería construir un dormitorio para él y mi mamá, un gran living escritorio donde él iba a pasar. Entonces, cuando yo entré la última vez, que debe haber sido antes del 15 o 16 de diciembre, le dije: “Vas a salir adelante, nos vamos a ir a Algarrobo, a la casa y lo vamos a pasar fantástico, para qué te preocupas”. Él me miró fijo y me dijo: “yo no voy a salir vivo de aquí”. En ese momento, ni se me ocurrió preguntarle porque lo decía, sino que traté de levantarle el ánimo. Ahí salí y el doctor Silva, que siempre estaba esperándome, me hizo contarle todo lo que mi papá había dicho. Me hacía repetirlo una y otra vez. Desde esa vez mi papá nunca más estuvo consciente. Siempre estaba sedado. Te hacían entrar con batas, te ponían unos zapatos y máscara. Una vez estaba allí con máscara, me destapé y ahí yo sé que mi papá me reconoció, pero estaba lleno de médicos y no me dejaron estar más. Además, mi padre era como todos los papás, que te tratan de proteger, de no contarte las cosas. Entonces, en ese sentido, yo creo que trató de decir pero no pudo, o no lo dejaron».

Nosotros no estamos juzgando a todo el Ejército, pero si una mentalidad del Ejército de un mando monolítico y que se protegen para no contar lo que pasó. Yo entiendo a los que piden perdón, los respeto, pero no les creo, porque es refácil decir perdón, pero sin decir nada más. Para pedir perdón hay que contar la verdad. Uno va a perdonar en el momento que ellos cuenten lo que pasó.

-En este proceso, falta un reconocimiento moral del Ejército y también de la Universidad Católica…

– Lo de la Clínica de la Católica, eso es inconcebible. Los papeles que se encontraron eran un libro exfoliado, yo lo vi y todo estaba en ese tiempo escrito a máquina y en el libro están cortadas dos o tres hojas y hay otras superpuestas escritas en computador, o sea, cuántos años después hicieron ese famoso informe y la Católica, hasta el día de hoy, nada de nada. Mi papá fue alumno, hizo clases, cuando fue su promoción sacó el título de mejor alumno le dieron un tremendo premio, después lo contrataron de profesor y cuando fue presidente le hicieron doctor en honores causa y nunca nada, porque por último cuando se empezó a saber todo esto, ellos podrían haber hecho una investigación ¿Qué es esta autopsia? ¿Qué es esto? Nada, nunca nada. No han dicho nada de nada.

-En el mundo político hubo reacciones, principalmente, de la Democracia donde usted es militante por el vínculo histórico del partido con su padre. ¿Qué ha pasado dentro del partido después de la acusación del juez Madrid?

-En 2015, me invitó el partido por primera vez para que le contara al consejo qué había pasado, porque desde el año 2000 cuando hablé en el Senado, yo entiendo que la gente no me creyera porque era muy doloroso y fue difícil para nosotros. Son muy pocos los que creyeron o me ayudaron, incluso me querían pasar al tribunal de disciplina del partido por las cosas que estábamos diciendo. ¿Qué cómo se me podía ocurrir esto? Que eran fantasías de Eugenio y mías.

-¿Ustedes sigue siendo crítica ante el poco apoyo que le brindaron?

-Ahora no porque el partido se querelló y está Luciano Fouillioux, pero esa vez en 2015 les dije bien clarito que está bien, es lindo que lo citen y consideren y todo, pero cuando se trató de su muerte nadie se motivó que digamos.

-¿Usted sigue militando en la DC?

-Yo no me voy a ir de algo que es de nosotros. Yo no voy a abandonar el partido porque en estos momentos o hayamos tenido problemas, al contario, una debe quedarse dentro y lograr que las cosas sean como es la esencia de la Democracia Cristiana. Nosotros nunca fuimos un partido que estuviera buscando el lucro personal o el poder. Yo viví con toda esta gente. Yo viví la modestia de todos ellos, que nadie se aferraba al poder y que no ha cambiado.

-Frente a este caso, usted escribió un libro: Magnicidio. La historia del crimen de mi padre, el cual presentará el próximo 7 de septiembre.

-Lo empezamos con Eugenio hace cerca de seis años, pero el libro ahora es lo que viví con mi papá y los acontecimientos. El golpe y la incertidumbre, la sombra de Berríos, el laboratorio secreto del Ejército, el encubrimiento y ustedes se olvidaron de él, que es el último capítulo en que hablo del partido, que se olvidaron de él, por ejemplo pongo: “Edgardo Boeninger escribió que no sabe por qué me he puesto tan amargada, a lo que mi marido Eugenio respondió con una carta a El Mercurio: “Carmen no está amargada, es sólo que está profundamente triste, porque sus camaradas no fueron capaces de acompañarla ni creerle en lo que estaba investigando sobre la muerte de su padre”.

-¿Cuáles son las próximas fechas importantes? ¿Qué esperan ahora como familia frente al caso?

-Ahora viene una parte bien dura, al menos para mi familia porque vienen los alegatos. Son 20 días que el juez entrega todas estas sentencias. Se las pasa a todos los abogados pero con cédula y eso se demora. En el momento que entrega a todos los abogados vienen 20 días y después los querellantes, nosotros, podemos insistir en algunas cosas. Después, se le entrega a los abogados de los demandados y vienen las audiencias públicas por alrededor de una semana. Finalmente, el juez dicta la sentencia definitiva con los castigos, años de cárcel, etc. En marzo esperamos esté la sentencia.

-Que salga ahora la acusación de Madrid, me imagino le hace revivir esa época y recordar a su padre.

-A mi papá y mi mamá, porque fueron una dupla, como se dice ahora. Ellos siempre fueron iguales. Él era súper cariñoso, alegre y adoraba a sus nietos. Tengo una cantidad de cartas de mi papá. Nosotros estuvimos entre el 75 y 77 viviendo en Estados Unidos y nos escribía unas cartas de cuatros páginas. Mi hija mayor andaba todo el tiempo con ellos. Habla de mi papá y se pone a llorar hasta hoy.

-El ex presidente creía mucho en la justicia, ¿qué diría ahora que se hace justicia con su caso?

-Yo creo que comprobaría que la verdad triunfa. Mi papá creía tanto en la gente, tenía una confianza en los chilenos. No pensaba que las cosas podían andar tan mal. Yo creo que estaría contento, pero no estaría contento con que todavía no se sepa la verdad de muchos casos. Imagínate que yo tengo todas las dificultades teniendo todas las posibilidades. Imagínate una pobre señora que le matan al marido, ¿quién la apoya? Lo de mi padre irá a quedar aclarado, pero hay muchas cosas que no están aclaradas, y voy a seguir peleando.

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