Basta de enclaves en suelo panameño. Editorial del martes 16 de octubre

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Los intentos oficiales de apresurar la ejecución del contrato entre el Estado y la empresa Banapiña, para el usufructo de valiosas tierras y recursos hídricos en la comunidad de Puerto Armuelles, en la occidental provincia de Chiriquí, abre un camino perverso para la instalación de otro enclave en territorio panameño y la creación de un modelo de explotación y despojo ilimitado.

Organizaciones sociales panameñas han advertido el peligro de que sea materializado un plan de apropiación de recursos valiosos de este país, al margen de los anhelos populares, con el objetivo de favorecer a multinacionales y grupos financieros que buscan segregar una porción de terrenos vinculados históricamente a la industria bananera, para desarrollar un complejo multimodal.

En un hecho sin precedentes, el contrato con Banapiña califica de “invasores” a familias de productores agropecuarios que ocupan tierras disputadas y que en el pasado reciente fueron explotadas por las compañías frutícolas estadounidenses. Ese exabrupto jurídico sustenta la demanda de inconstitucional interpuesta en la Corte Suprema de Justicia por los trabajadores organizados.

El uso de subterfugios legales para la concentración de capitales y la dudosa transparencia en el proceso de entrega del territorio nacional a compañías extranjeras, configuran un estilo rapaz, vil e inaceptable, que es cuestionado por quienes apuestan por el desarrollo del país y rechazan enclaves que promueven modelos de exclusión y engendran la pérdida de integridad del Estado.

La ausencia de una verdadera estrategia nacional de desarrollo ha sido sustituida en los últimos años por una agenda de negocios multimillonarios de grupos económicos que accedieron por la vía electoral al poder político y carecen de escrúpulos para crear leyes bochornosas que liberan del pago de impuestos a las empresas multinacionales, pero castigan y vulneran a las capas medias.

Si la decisión del oficialismo es convertir a Puerto Armuelles en un nuevo enclave, es útil recordar que la población panameña se acostumbró a vivir sin estacas colonialistas en su suelo. Es una lección de coraje asimilada en la lucha para la recuperación del canal interoceánico, y no se debe descartar que el pueblo unido vuelva a enfrentar el ultraje, la ignominia y la corrupción.

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