Amazonia: La Encrucijada  

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Troncos de árboles deforestados en la Amazonia peruana.

La desmesurada deforestación es una realidad en común en las ocho naciones que comparten la cuenca amazónica, que alberga los bosques más valiosos de América Latina y del mundo.

Por Alejandro Balaguer
Fundación Albatros Media

Hay una gran actividad maderera en el puerto fluvial de Pucallpa cuando zarpamos con destino a la comunidad Santa Rosa de Dinamarca, una aldea poblada por más de 400 nativos de la etnia Shipibo, conocedores de las diversas plantas medicinales de los bosques tropicales amazónicos del Perú. Me acompaña Antonio Vásquez, un famoso médico tradicional de dicha comunidad, que será mi guía por el laberinto de selvas vecinas al caudaloso río Ucayali, tributario del gran Amazonas peruano.

Tras la partida, vemos miles de troncos colosales a la espera de ser llevados a los aserraderos a orillas del río, mientras otros ya han sido convertidos en montañas de tablas de madera. La imagen de Antonio en la proa del bote, frente a esos gigantescos cerros formados por cientos de árboles apilados desordenadamente en las afueras del puerto, es simbólica y a la vez dramática. Es un claro ejemplo de la desmesurada deforestación que, en mayor o menor grado, es una realidad en común en las 8 naciones que comparten la cuenca amazónica, que alberga los bosques más valiosos de América Latina y del mundo.

A lo largo de la ruta acuática hasta la aldea Shipibo, la devastación de las selvas es trágica. Los troncos mutilados de los gigantes del bosque amarrados entre si forman docenas de cuadriláteros flotantes, más grandes que canchas de básquet, que son llevados aguas abajo. Ante mi sorpresa, no dejan de pasar unos tras otros a lo largo de nuestra travesía fluvial durante más de dos horas de navegación.

La voz de alerta viene por agua, pero también por tierra y aire. Nubes de denso humo tapan el Sol y cubren todo el cielo hasta el horizonte selvático. Son producto de las quemas por el avance de la frontera agrícola-ganadera y por el crecimiento de las poblaciones y de las actividades madereras y mineras que avanzan implacablemente devorando árboles, biodiversidad e importantes ecosistemas.

Junto a las orillas del Ucayali, polvorientas carreteras trazadas en lo que tiempo atrás fue un monte verde, son transitadas por camiones sobrecargados de muchos árboles de tamaño descomunal. Ante estas imágenes de destrucción que se repiten ante nuestra mirada, le pregunto a Antonio Vásquez: ¿cuánto podrá durar la farmacia natural de la Amazonia si se continúan talando los bosques al ritmo acelerado e incontenible de hoy? “Si se acaban los árboles del Amazonas se acabarán las plantas, la medicina, y si se acaba la medicina ya no habrá más gente”, dice.

Las palabras de Antonio no podrían ser más ciertas. La cuenca del Amazonas es una reserva forestal increíble de cultura, de conocimientos, de biodiversidad y de beneficios ambientales, en todos los países que la comparten. Es que además de los importantísimos servicios vitales que brindan los bosques tropicales a los seres humanos, como la mitigación de gases de efecto invernadero y la protección de las cuencas, esta gran fábrica de aire puro de América Latina, que es el universo vegetal del Amazonas, ha demostrado repetidamente su inmenso potencial para la cura de enfermedades.

Para entender el valor de la conservación de estos complejos ecosistemas, cabe destacar que un setenta por ciento de las plantas de los bosques lluviosos tropicales que el Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos ha investigado, poseen compuestos anticancerígenos que se hallan únicamente en ecosistemas como los amazónicos. “Y no sólo es por la oportunidad para la industria de los medicamentos. Yo le digo siempre a mi pueblo Shipibo que todos tenemos que defender nuestra Amazonia, porque aquí también está la farmacia natural de los más necesitados”, concluye Antonio.

 

 

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