Política exterior en muletas. Editorial del martes 6 de agosto

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La endeble política exterior panameña ha mejorado ligeramente, en comparación con el desorden en que fue sumida la Cancillería en las dos administraciones anteriores, pero sigue padeciendo la falta de una estrategia coherente. Esa carencia impide a la nueva administración dar pasos firmes y certeros hacia la plena recuperación de la imagen de prestigio de Panamá en el ámbito hemisférico.

El principal escollo político es la falta de definición de un claro proyecto de país. Ello se percibe en la forma de abordar las relaciones con el mundo. Por un lado, el presidente Laurentino Cortico reconoce como “legítimo” a un gobierno inexistente presidido en las sombras por Juan Guaidó y, por otra parte, sostiene tenues vínculos con el gobierno de Caracas, encabezado por Nicolás Maduro.

En medio de esa expresión dual, aparecen los procónsules de Washington, quienes pretenden dictarle la cartilla a Panamá sobre cómo conducirse en un escenario conflictivo. De hecho, la falta de una política exterior íntegra, seria y consecuente contribuyó al descalabro de la ya maltrecha imagen de este país en sus relaciones con las naciones emergentes del orbe que apelan a la paz.

Para los analistas y los expertos en Derecho Internacional, es muy preocupante que el gobierno panameño haya accedido al poder en 2019 con una conducta sumisa hacia Estados Unidos y una actitud zigzagueante hacia Venezuela. La preocupación es mayor ante el evidente enfriamiento de los vínculos económicos con China, tras el establecimiento de relaciones diplomáticas bilaterales en 2017.

China es el segundo usuario del Canal de Panamá y mantiene fuertes vínculos comerciales con Latinoamérica y el Caribe. No debería ser despreciada esa realidad en el diseño de las prioridades políticas por un gobierno esencialmente joven, sobre el cual recae un alto nivel de responsabilidad y expectación, y mantiene vigente las promesas de campaña electoral en materia de inversiones y crecimiento económico.

Por otro lado, la falta de una política exterior que resguarde los intereses nacionales de la injerencia foránea, aumenta la justa preocupación de los ciudadanos ante las denuncias de medios latinoamericanos sobre los presuntos planes de Estados Unidos de desviar la ola migratoria en sus fronteras hacia Guatemala, Costa Rica y Panamá, en abierta violación a los convenios internacionales de orden humanitario.

Es desaconsejable que la política exterior se apoye en muletas, simplemente porque podría terminar descuadernada, a causa de un mal paso o un tropezón imprevisto. Panamá debe fortalecer las bases de la solidaridad y el mutuo respeto, y abonar la ruta de la integración regional. Es necesario empinarse con elevado sentido soberano y patriótico, a favor de unas relaciones internacionales dignas y coherentes.

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