Panamá se resiste a ser Liliput

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Los procesos electorales en Panamá vuelven a estar amenazados por  las alianzas de elementos corruptos con una insaciable sed de despojar los bienes patrimoniales, quienes de la noche a la mañana inscriben a partidos políticos clientelistas para utilizar al Estado y subordinarlo a las grandes corporaciones.

De los escándalos de corrupción Finmeccanica, Finantial Pacific, Odebrecht y Banapiña, por ejemplo, de los que han salido incólumes varios magnates y oscuros personajes, con intenciones de pescar en río revuelto y capitalizar el descontento popular en medio de la crisis agravada por la pandemía de Covid-19, la pérdida masiva de empleos y la  evidente descapitalización de empresas.

Desde la perspectiva de esos usurpadores del patrimonio de la nación, Panamá es una especie de Liliput, el país ficticio de enanos de 15 centímetros de altura, cuya metrópoli estaba dividida por un canal. Aquella población imaginaria y aislada en el océano, sucumbió a la llegada de un gigante que «Robó, hizo cosas, inscribió un partido.» No pudieron dominar, con él que terminaron firmando pactos.

Las coimas, el dinero para el proselitismo y las prebendas han permeado al sistema electoral panameño y convertido en una caricatura la institucionalidad. En esas circunstancias, dejan de tener importancia la falta de transparencia, la opacidad de la Justicia selectiva y la poca fiscalización en el uso de los recursos públicos.

El país de larga tradición soberana ha caído en una especie marasmo y los políticos de viejo cuño aprovechan la falta de organización popular para desempolvar sus estandartes y reeditar coaliciones elitistas que terminen de sepultar la rica acumulación humana del torrijismo y de los movimientos sociales.

La única forma viable de cambiar ese panorama sombrío, es avanzar hacia la refundación del Estado, construir una base participativa sólida y una agenda unitaria que privilegie la retoma del torrijismo, deformado por falsas corrientes transformadoras que claudicaron y se entregaron a los poderes fácticos.

Cómo bien lo ha definido el Foro Social Panamá, es un asunto prioritario y de principios derrotar a los mandos de los grupos económicos que se jactan de la impunidad y de haber manipulado el modelo electoral vigente para ajustarlo a intereses particulares y requerimientos del modelo neoliberal depredador, que intenta hipotecar y condicionar el futuro de la nación panameña.

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