Por Guillermo A. Salazar N.
Economista y Profesor Titular de la Universidad de Panamá
Consejo Editorial de Bayano digital
La noticia financiera destacada en algunos medios es que una de las empresas calificadoras ha considerado disminuir la calificación y la perspectiva económica de este país y algunas de las empresas estatales como el Canal de Panamá, el Aeropuerto Internacional de Tocumen, S.A. y la Empresa Nacional de Autopistas, de propiedad cien por ciento del pueblo panameño.
Que sean disminuidas las calificaciones nos afecta a todos, porque suben los costos de los recursos que fuésemos a solicitar para realizar nuevas inversiones, si no logramos recuperar los suficientes fondos con recaudación tributaria, impuestos, o mediante ahorros.
En una economía contraída, como debido a los efectos de una deficiente administración de los recursos y atención de los compromisos en las dos administraciones anteriores, sumado a los efectos de la pandemia y los fenómenos climáticos, no se puede pensar en aumentar recaudación a través de tasas impositivas. Ahorrar frente a tantas necesidades de atenciones sociales, tampoco es el camino. Por tanto, recurrir al crédito para reactivar la economía es la opción que queda.
Dentro de los compromisos financieros anteriormente pactados, nos encontramos con costos en las tasas de interés exageradamente altos, si tomamos en cuenta las condiciones actuales del mercado, por lo que tratar de reducir esas tasas de interés debe ser una estrategia financiera apropiada.
Este país tendrá que seguir recurriendo al mercado internacional para obtener fondos que impulsen las inversiones, tanto públicas como privadas. En el mercado internacional, se observa que todavía hay suficiente capacidad para salir adelante, enfrentando a la pandemia y realizando las inversiones productivas que se requieren para hacer crecer la economía nacional a ritmos que permitan absorber tanto el desempleo estructural como el subempleo disfrazado de economía informal.
Para que se mantenga esa apreciación y su perspectiva, es necesario mostrar no solamente un adecuado manejo de la cosa pública, sino que las actividades privadas se muestren positivas para impulsar ese crecimiento del empleo. Una baja calificación repercute en costos más altos y reduce la capacidad competitiva de la capacidad productiva de este país.
Pero si no es mostrada con claridad la ruta que queremos y debemos seguir en el mediano y largo plazo, mediante una estrategia construida en un Plan de Desarrollo, será difícil alcanzar la meta propuesta o mejorar las apreciaciones que nos califican. Perder calificación le cuesta al pueblo panameño, porque se paga con precios más elevados y poco aprovechamiento de recursos, sobre todo el recurso humano a través del empleo.
Sin embargo, tenemos la oportunidad de alcanzar un acuerdo nacional frente al país que queremos construir para el futuro, pero tiene que ser con la participación de todos los ciudadanos. No se trata de utilizar varitas mágicas ni manos invisibles. Se necesita hacerlo de forma planificada. Así nos podrán calificar mejor porque demostramos perspectivas claras y cuantificables, reduciendo la subjetividad.
El mercado interno, tan desigual y desproporcionado, debe ser atendido generando trabajo productivo en bienes que puedan ser adquiridos por quienes viven en nuestro territorio y en gran medida no consumen lo suficiente para atender sus necesidades básicas de alimentación, educación, vivienda y servicios, entre ellos los servicios de salud, mientras va recuperándose el mercado internacional, que también está afectado por la pandemia.
Transformar el entramado productivo no es tarea fácil, pero tampoco es imposible. Contamos con recursos humanos, naturales, capacidad instalada y tecnología local e internacional que pueden contribuir, de manera organizada y no espontánea ni improvisada, para acometer esas tareas.
Los panameños han enfrentado retos complejos y pudieron resolverlos con inteligencia, esfuerzo y decisión, pero sobre todo con amplia participación y comprensión de los objetivos y metas.