Origen de la violencia delincuencial

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Escenas del mundo delictivo en expansión.

Por Florencio Muñoz B.
Magíster en Historia de Panamá y América – Universidad de Panamá

El destaque mediático del recrudecimiento de la violencia delictiva en el Ecuador y en El Salvador en realidad oculta la institucionalizada y es el pretexto para mantener a los pueblos latinoamericanos bajo la férula del imperio estadounidense. Mientras, se oculta, en Perú la represión a cientos de personas que claman justicia por la matanza de 70 personas; en Chile, cientos de personas originarias asesinadas por la gendarmería militarizada (carabinero) por defender su derecho a la tierra que le quieren usurpar las transnacionales, en complicidad con la casta gubernamental sometida a la oligarquía de ese país. Pareciera que quieren inducirnos a pensar que una violencia es mala y la otra es buena.
Ambas, con sus particularidades, son malas. tienen el mismo origen: son productos de las desiguales condiciones económicas y sociales y de la discriminatoria aplicación de una mal llamada justicia que ensancha y profundiza los abismos contra los que nada tienen y concentra la riqueza en una clase social opípara. Así mientras unos mueren de desnutrición otros morirán de congestión.
Ese abismo quiere inducirnos subliminalmente a pensar que la solución está en la violación de los Derechos consustanciales de los pobres y que el único camino para eliminar la delincuencia es la represión, la cual es ensalzada mediáticamente sin brindar alternativas reales, empujando a la juventud a un horizonte cada vez más siniestro, con una educación de ínfima calidad, al decir de Noam Chomsky “educar para deseducar”.
La violencia del Ecuador, lo mismo que en El Salvador podrá ser aplastada hoy, pero resurgirá mañana sino se erradica los factores que la engendran: la corrupción, el nepotismo, la demagogia y todas las lacras que surgen.
La concepción que supuestamente ataca la violencia delincuencial e induce a la población a vivir atemorizada, oculta los salarios de hambre de nuestros trabajadores, los campesinos que no pueden salir de la producción de subsistencia y quienes logran alguna producción, con insumos que encarecen lo poco que pueden producir, imponiéndoles tratados de libre comercio que ahogan su sacrificio y su interés productivo empujando a esa avalancha de jornaleros a los cinturones de miseria de las capitales provinciales.
En Panamá, se acercs un próximo evento electoral que será más de lo mismo. Promesas, quienes la vociferan, no están dispuestos ni siquiera mínimamente cumplirlas. Se cambiarán caras, pero la esencia será la misma. Los corruptos viejos serán suplantados por los corruptos nuevos. Los privilegios de ese sector social continuarán. Robarán, pero justificarán el delito con el insólito aforismo de que robaron, pero hicieron. Ellos están seguros de que la justicia verdadera no los alcanzará.
Las recientes manifestaciones, ocurridas en este país, demonizadas por los medios hegemónicos escritos, radiales y televisivos; atacados con rabia xenofóbica por algunos sectores empresariales y latifundistas (caso Chiriquí), reflejaron no solamente la oposición a otro enclave colonial, sino también el hastío de los marginados que viven en islas de pobreza mientras los detentadores de riquezas, envilecidos con el sudor y la sangre del pueblo llano, no comprendan que con su deshacer, están propiciando el terreno para que el gansterismo se apodere del país.
Un viejo refrán popular dice: “cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”.

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