Por Filiberto Morales
Un soldado de América
Al comenzar la tercera década del siglo XXI, Panamá cuenta con varios cientos de miles de profesionales, científicos y técnicos en todas las áreas del conocimiento y del quehacer tecno-económico y social. Esas personas con alta formación han contribuido y contribuyen con sus capacidades a la creación de una perspectiva de desarrollo integral de la sociedad panameña. Hace unos 50 años, esa situación era diametralmente opuesta.
Había pocas escuelas primarias y las de nivel medio se reducían a unos cuantos centros educativos en las ciudades más importantes de las provincias, pero no en todas ellas. En el nivel superior, había dos o tres Extensiones Universitarias en todo el país. Mi “periplo” personal, semejante al de muchos otros, ilustra aquella impactante y reveladora realidad.
Para realizar los estudios en el nivel primario, mi hermana María Morales, PhD, y yo, viajábamos sobre el lomo de caballos desde Barriles, en la ruta de Monte Lirio, a Nueva California, Volcán. Nuestro padre bajaba de la montaña hasta un “camino real” para acompañarnos cuando anochecía, en previsión de que apareciesen grandes felinos que merodeaban en esos contornos. No había escuela secundaria en Volcán y debimos mudarnos a Concepción, distrito de Bugaba, para asistir al Primer Ciclo. Después, nos trasladamos a la ciudad de David para hacer el Segundo Ciclo de bachillerato en el Colegio Félix Olivares Contreras.
Entonces, tampoco existía un Centro Regional Universitario ni una universidad en la capital de la altiva provincia de Chiriquí, por lo que para acceder al nivel superior de Educación fue necesario viajar a la ciudad de Panamá. Con ingentes esfuerzos y sacrificios de una familia de campesinos pobres, mi hermana y yo seguimos los estudios, hasta alcanzar la etapa postdoctoral. Sin embargo, decenas de miles de jóvenes con altas capacidades para el aprendizaje se quedaron a la vera de aquel trayecto, fundamentalmente debido a desventajas socioeconómicas.
Aquel periplo fue infinitamente más enriquecedor que trasladarnos de un lugar a otro, en procura de estudios más avanzados. Siendo aún adolescentes, nos vinculamos a la Asociación Federada de Estudiantes en el Primer Ciclo de La Concepción, Bugaba, a más de 500 kilómetros de la capital. Tal era la penetración de la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP) en el territorio y en la sociedad panameña a fines de los años ‘50.
Nuestros respectivos bautismos de fuego fueron los heroicos combates de mayo de 1958, comandados por la FEP, tras el programa y las consignas de “Más escuelas, menos cuarteles”, que desembocó en grandes movilizaciones y tomas de emisoras de radio en David y Concepción. Yo no sé dónde estaría Omar Torrijos Herrera en aquellos tiempos. La historia demostraría más adelante que aquellas consignas tuvieron gran impacto en su pensamiento y en su práctica política. Seguramente, tuvieron eco en Omar Torrijos esas luchas por la transformación integral de la enseñanza y la Reforma Universitaria de los años ‘60.
En otro giro de la historia, Omar Torrijos asumió plenamente el liderazgo sobre el movimiento castrense que dio el golpe de palacio el 11 de octubre de 1968. También le dio contenido nacional y social popular al movimiento, luego del fracaso del golpe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de Estados Unidos, el 16 de diciembre de 1969. A partir de ese momento, las grandes definiciones de política, de programas y de proyectos se precipitan. Yo apenas salía de la Cárcel Modelo el 8 de diciembre de 1969, donde entre decenas de presos políticos había permanecido casi ocho meses junto a activos militantes de la Unión de Estudiantes Universitarios y de la Juventud del Partido del Pueblo, como Luis Navas, Ramiro Vázquez Chambonett, Mitchell Doens y Guillermo González.
A comienzos de 1970, Ramiro me invitó a una reunión de educadores, profesionales e intelectuales con Torrijos, luego de uno de sus patrullajes en el sur de la provincia de Veraguas, donde describió sus impresiones sobre las condiciones de la Educación en general y de las regiones campesinas en particular. Había nacido la Reforma Educativa, que llenó el territorio nacional de centros infantiles, planteles de Educación Básica, institutos técnico-profesionales. Desde entonces, no hay que hacer el periplo de Barriles, en la ruta de Caizán-Montelirio, para acceder a la Educación.
Pocos meses después, al finalizar el año ‘70 el suscrito, junto a otros estudiantes, fuimos expulsados “de por vida” de la Universidad de Panamá, por organizar un mitin en conmemoración de la gesta patriótica del 12 de diciembre de 1947, fecha en que la población rechazó el Tratado Filós-Hines, que prorrogaba la presencia de bases norteamericanas en territorio panameño.
El equipo de seguridad de Torrijos me extendió, en su nombre, una invitación para reunirme con él y explicarle aquel penoso incidente ocurrido en la Universidad de Panamá. Otro tanto hizo el jefe militar con los demás compañeros expulsados injustamente de la casa de estudios superiores. Al final, el general me dijo: “esto es lo que esperábamos para hacer los cambios en la Universidad”. Cuatro meses después, trasladó a su amigo el arquitecto Edwin Fábrega, rector de la Universidad, a la Represa del Bayano. A su vez, designó al Dr. Rómulo Escobar rector de la Universidad de Panamá.
En ese período histórico de grandes transformaciones, se inauguró una “Política de puertas abiertas de la Universidad”. Asimismo, ocurrió una rápida expansión de las matrículas y la creación de Centros Regionales y Extensiones Docentes en todo el país; se crearon decenas de nuevas carreras y Facultades, como la de Odontología, y el Instituto Politécnico, que se transformó en la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP). Más tarde, fueron creadas la Universidad Autónoma de Chiriquí y la Universidad Especializada de las Américas.
Las cortas líneas que anteceden no tienen más pretensión que tributar, especialmente para las dos o tres últimas generaciones de panameños, a la comprensión del inconmensurable aporte y visión del general en la transformación de la sociedad, a través de la Educación. Antes de Omar Torrijos, las capas medias y profesionales eran extremadamente débiles y pequeñas. Él contribuyó a abrir amplias y diversas avenidas para el desarrollo que hoy ostentan.
Basta del culto a la personalidad