La tan esperada y temida semana en la que caía el 1º. de junio, cuando se conocerían los nombres de los implicados
Por Mariela Sagel
La tan esperada y temida semana en la que caía el 1º. de junio, cuando se conocerían los nombres de los implicados en la gigantesca trama de corrupción de los sobornos pagados por la constructora Odebrecht a políticos y empresarios panameños empezó con la muerte, ya esperada por la gravedad que atravesaba, del ex general Manuel Antonio Noriega. Se marchó de este mundo dejando muchas interrogantes, que ojalá se resuelvan pronto, para el registro de la historia y la tranquilidad de los panameños que vieron afectadas sus vidas y las de sus familiares, por sus desafueros. No faltó el que ostentando que practica una actitud cristiana –aunque lo haga desde una hamaca– soltara su veneno contra el militar ni los expertos en el tema que anunciaron futuras publicaciones en declaraciones que estuvieron plagadas de verbos mal usados. Si hablan así, no quisiera ni saber cómo escriben.
El 1º. de junio llegó y desde días antes estaban las autoridades judiciales pasándose la responsabilidad de lo que no habían hecho en estos meses, no habían resuelto o no habían querido solicitar a las autoridades brasileñas en el caso que tiene a muchos sin dormir. Una muy nerviosa procuradora apareció en los medios, dando una conferencia de prensa con más pena que gloria, impidiendo que los periodistas le hicieran preguntas, revolviéndose demasiado el cabello como si fuera un comercial de productos capilares y aduciendo que la Corte Suprema de Justicia, tan desprestigiada como la Asamblea Nacional, era responsable por no haber resuelto unos “habeas corpus”. Todo apunta a que Panamá no hizo la solicitud de información como la hicieron otros países y de allí el embarque en que estamos metidos.
Pero como todo se sabe en esta era de redes sociales inclementes y desaforadas, corrió como un virus el informe de la Procuraduría brasileña que señala las instancias en que el representante de Odebrecht se reunió con el presidente de Panamá en ejercicio en el 2014 y las posteriores presiones que ejerció el hoy célebre señor Andrés Rabello para que nuestro país no respondiera a las solicitudes de colaboración de las autoridades brasileñas. Saquemos entonces las conclusiones, e identifiquemos las responsabilidades de las jurisdicciones tanto ejecutivas como judiciales, incluyendo a la malograda Contraloría, en todo este encubrimiento vergonzoso.
Pero ese fatídico 1º. de junio se llevó a uno de los mejores poetas, amigos, intelectuales, columnistas y lectores que ha tenido Panamá, el inolvidable César Young Núñez. Con un corazón debilitado y la certeza de haber cumplido con su familia y amigos en esta vida, nuestro poeta locuaz, humorista, culto y parrandero, se nos fue a los 83 años bien bailados. La expresión “O César o nada” le cae al dedo porque da a entender que es alguien que no quiere asumir un cargo o responsabilidad menor a la que ya tiene, o una persona que no admitirá ser el segundo en algo, es el primero o nada. Se remonta a Julio César en el año 49 a. C. cuando sus huestes decidieron no obedecer lo señalado por el Senado Romano y lo siguieron. Más recientemente, en el siglo XV, fue el lema personal de César Borgia, el hijo del Papa Alejandro VI y hermano de la célebre Lucrecia, y lo llevaba grabado en su espada. El escritor español Manuel Vásquez Montalbán tiene una estupenda novela con ese nombre, que rememora la época del “reinado” de los Borgia, valencianos que llegaron a cambiar el orden monárquico e instituyeron que en cualquier negocio lo más importante era no ser el muerto.
“Al César lo que es del César”, es otro dicho que se aplica a la vida intelectual y bohemia de una persona que dejó tantos amigos y seguidores que a pesar de que nuestro país no se caracteriza por ser culto –cuando murió Noriega hicieron unas encuestas en la Universidad de Panamá y la mayoría de los entrevistados no sabe ni cuándo se firmaron los tratados que nos devolvieron la soberanía y el usufructo del Canal de Panamá– seguramente recordarán sus célebres columnas de “Julio Viernes” o su “Carta a Blancanieves”.
Espero que el Gobierno nacional, tan dadivoso en pagar operaciones bariátricas a sus altos funcionarios y donar dinero al colegio privado y católico donde estudió el residente y su gabinete de potentados, gaste al menos un pergamino de resolución de duelo cuando despidamos a César el lunes 5 de junio y no saque una excusa barata, como la que esgrimió el día que le debieron otorgar la condecoración Rogelio Sinán, en plena campaña política.