Nota para la (re)construcción de nuestra universalidad

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Por Guillermo Castro H. / Sociólogo

Mao Zedong (1893-1976), encabezó el largo y complejo proceso de luchas que llevó a la fundación de la República Popular China en 1949. El Partido Comunista de China que él contribuyó a formar a partir de 1921 evaluó su trayectoria política en 1981, señalando a un tiempo errores graves —sobre todo en su vejez— y su indudable liderazgo en la creación de las condiciones que permitirían a China pasar de la condición de semi-colonia de otras potencias extranjeras a la de importante protagonista del desarrollo mundial hoy en día. 

En general, las obras de Mao han venido a ser poco y poco y mal conocidas en nuestra América, donde a menudo se las vincula al dogmatismo y el sectarismo que caracterizaron a la llamada Revolución Cultural China, entre 1966 y 1976. Aun así, algunas de ellas vuelven a ganar interés y pertinencia para la comprensión de las complejidades de nuestro tiempo. 

Tal es el caso, por ejemplo, del folleto Sobre la contradicción, publicado en agosto de 1937, a partir de una serie de conferencias dictadas por Mao en el Instituto Político y Militar Antijaponés de Yenán, en plena guerra contra la agresión jponesa a China. Podemos imaginarnos a Mao en su primera madurez, en aquel lugar distante de todas partes, donde encontró tiempo y amparo para preparar y dictar a jóvenes oficiales y militantes del Ejército Rojo una conferencia en la que planteaba que la ley “de la contradicción en las cosas, es decir, la ley de la unidad de los contrarios, es la ley más fundamental de la dialéctica materialista,” cuyo estudio demandaba abordar los siguientes problemas: 

Las dos concepciones del mundo, la universalidad de la contradicción, la particularidad de la contradicción, la contradicción principal y el aspecto principal de la contradicción, la identidad y la lucha entre los aspectos de la contradicción, y el papel del antagonismo en la contradicción.

Todos estos son temas de escasa presencia en el debate de nuestros días. Esto expresa el empobrecimiento cultural que, de la década de 1990 acá, ha venido ocurriendo en nuestras sociedades. Nuestra historia ha ido quedando reducida a membretes modernos y elegantes, como los de “Consenso de Washington”, neoliberalismo o, de manera más pudibunda, “economía social de mercado”, con un vertedero general  de desechos políticos e ideológicos en cuya entrada se lee “Populismo”

Ha sido característico de ese empobrecimiento el resucitar el conflicto entre civilización y barbarie para justificar desde fuera las transformaciones impuestas a nuestras sociedades. Frente a esa lógica, el pensar al que se refiere Mao opera en un sentido totalmente distinto, que nos remite al análisis concreto de problemas concretos vinculados entre entre sí en cada circunstancia histórica puntual. Al respecto, dice lo siguiente:

La causa fundamental del desarrollo de las cosas no es externa sino interna; reside en su carácter contradictorio interno. Todas las cosas entrañan este carácter contradictorio; de ahí su movimiento, su desarrollo. El carácter contradictorio interno de una cosa es la causa fundamental de su desarrollo, en tanto que su interconexión y su interacción con otras cosas son causas secundarias.

En ese sentido,  agrega, “los cambios en la sociedad se deben principalmente al desarrollo de las contradicciones internas de la sociedad”, lo cual “hace avanzar la sociedad e impulsa la sustitución de la vieja sociedad por la nueva”. Así, “las causas externas constituyen la condición del cambio, y las causas internas, su base, y […] aquéllas actúan a través de éstas.”  

Desde aquí, Mao plantea un elemento de especial importancia para encarar con la mayor claridad posible las contradicciones cuyo desarrollo se ha visto agudizado en la crisis por la que atraviesa nuestra América. En efecto, 

En el proceso de desarrollo de una cosa compleja hay muchas contradicciones y, de ellas, una es necesariamente la principal, cuya existencia y desarrollo determina o influye en la existencia y desarrollo de las demás contradicciones. […] Por lo tanto, al estudiar cualquier proceso complejo en el que existan dos o más contradicciones, debernos esforzarnos al máximo por descubrir la contradicción principal. Una vez aprehendida la contradicción principal, todos los problemas pueden resolverse con facilidad. 

Este planteamiento está fundamentado en el hecho de que “el aspecto principal es el que desempeña el papel dirigente en la contradicción”, aunque ese papel puede modificarse – incluso con rapidez – si otra contradicción pasa a ocupar su lugar. En Panamá, por ejemplo, el aspecto principal de la contradición inherente a nuestro modelo de desarrollo dependiente fue – entre 1903 y 1999 – la presencia de un enclave colonial extranjero de carácter militar-industrial, que creaba de hecho una situación de protectorado inhibiendo el desarrollo de un Estado nacional soberano. 

La lucha contra ese enclave culminó con el Tratado Torrijos Carter, que finalmente llevó – tras la invasión extranjera de 1989 – al control del Estado nacional por los grupos sociales que concentran la riqueza y el poder político en el país. Hoy, esa concentración de oro y oropeles, que hace de Panamá una de las sociedades más inequitativas de nuestra América, ha pasado a ser el aspecto principal de la contradicción derivada del carácter dependiente de nuestro desarrollo.   

Aquí, el planteamiento de Mao da un giro del mayor interés. Frente al determinismo económico dominante entonces en el marxismo soviético, como hoy en el neoliberalismo oligárquico, señala que 

Cuando la superestructura […] obstaculiza el desarrollo de la base económica, las transformaciones políticas y culturales pasan a ser lo principal y decisivo. [Por esto] junto con reconocer que, en el curso general del desarrollo histórico, lo material determina lo espiritual y el ser social determina la conciencia social, también reconocemos y debemos reconocer la reacción que a su vez ejerce lo espiritual sobre lo material, la conciencia social sobre el ser social, y la superestructura sobre la base económica.

En nuestra América, el enriquecimiento sin mesura de una minoría se ve acompañado por el empobrecimiento general de las grandes mayorías, que limita su capacidad cultural y política sobre el desarrollo de la sociedad. No conocer lo que nos dicen autores como Mao Zedong y José Carlos Mariátegui sobre las contradicciones que debemos encarar y el modo de hacerlo, hace parte de ese empobrecimiento.

Hay que encarar de lleno ese empobrecimiento cultural. Debemos aprender, una vez más, a crecer con el mundo para ayudarlo a cambiar, atendiendo – eso sí – a la advertencia que nos hiciera Martí sobre la construcción de nuestra universalidad:

Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas.

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