Por Irma Tunón Berrocal
Investigadora y activista de mujeres campesinas
La organización de las mujeres ha demostrado ser una fuerza motora fundamental para combatir la desigualdad en el sector rural panameño, donde persiste la sobrecarga de trabajo productivo y reproductivo, el limitado acceso a los recursos y la falta de desarrollo de potencialidades personales.
Las mujeres tienen todavía poca participación en las instancias de decisión en la comunidad rural, en las que predomina el concepto de que la familia debe ser representada por el hombre. Para cambiar ese panorama, es necesario ampliar la participación femenina, particularmente en organizaciones mixtas o complejas (Federaciones, Cooperativas, Asociaciones de Productores y Asentamientos).
El resuelto de octubre de 1973 faculta al Ministerio de Desarrollo Agropecuario para conferir Personería Jurídica a asociaciones campesinas y otras modalidades de organización (Ley No. 12 de 25 de enero de 1973). En todo el país, incluidas las comarcas indígenas, hay unas 3.000 mujeres campesinas representadas en 120 Organizaciones, que integran la Red Panameña de Asociaciones de Mujeres Rurales, creada en 2006.
Sin embargo, la organización y participación de las mujeres rurales es afectada por los estereotipos y roles de género, que determinan una disposición socio cultural y posibilidad material diferente en los espacios organizativos. Ello se refleja en la división sexual del trabajo, la falta de oportunidades, las presiones económicas, particularmente cuando el protagonismo masculino es notorio.
Diversas iniciativas refuerzan el papel de la mujer como agente responsable del mundo doméstico y alejada de las relaciones políticas y sociales del mundo público. Pero todo ello debe cambiar en procura de un justo desarrollo social y humano.
Importancia de los espacios mixtos
En los espacios mixtos se debe propiciar el liderazgo para posicionar a la mujer en cargos de dirección al interior de la organización. Pese a que en muchas áreas las mujeres rurales se han organizado, ese esfuerzo aún no es suficiente, respecto al objetivo de mejorar sus intereses estratégicos de género.
La mujer rural debe ser consciente de su protagonismo como persona que pertenece a una clase social, una etnia, raza, con una identidad de género que, a pesar de limitaciones impuestas en el sistema, busca integrarse a nuevos espacios de poder intergénericos para enfrentar su situación de subordinación.
La situación de vida de las mujeres rurales no está divorciada de la subordinación global de la mujer en la sociedad. La forma como la sociedad dividió el trabajo ha marcado la separación entre las relaciones de parentesco y las relaciones políticas. La familia produce el corte entre la vida privada y pública. La mujer, al quedarse en el interior de la familia, lugar donde se desarrolla la vida privada, poco a poco se va a separar de la vida pública. Esta división permite el análisis de producción sin tratar las relaciones de reproducción (Artous, 1996).
La categoría de género será la herramienta teórica que permitirá el análisis y delimitación de esta desigualdad. El sistema sexo-género es el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas (Antropóloga, Gayle Rubin, 97).
El género es una división de los sexos. (Rubin, 114). Según la activista feminista la mexicana Marta Lamas, las diferencias sexuales son la base sobre la cual se asienta una determinada distribución de papeles sociales, no es una asignación natural, es un hecho social. Esa transformación se expresa en la desigualdad en sistemas de parentesco, distribución de tareas y estructuras de prestigio, entre otras.
Algunos autores estiman que la organización campesina presenta una estructura simple y personal. Entendiéndose que el trabajo tiene un carácter no lucrativo, es doméstico determinado por las necesidades de consumo (Oskar Lange, pág.72).
Por la naturaleza y estructura del trabajo agrícola, en el campesino/a se crea una actitud aislacionista aparentemente reacia a la organización. De allí, la incompatibilidad en estructuras orgánicas más complejas que ameritan más división social del trabajo.
En las estructuras de organizaciones mixtas, donde las mujeres rurales se han insertado, como señala Santos de Morais, se reconoce como única figura de liderazgo al hombre, ya que el líder se transforma en una persona insustituible y resuelve los problemas que toca resolver a otros miembros de la organización.
Ese factor induce a que la organización gire en torno a un individuo, y casi nunca a una organización estructurada. No se trata, entonces, de negar la inserción de las mujeres en las organizaciones, sino de mostrar como este poder es complejo y en esa medida expresa toda forma de desigualdad social incluyendo la sexual, la demarcación de la jerarquía sexual se da a partir del señalamiento que las funciones femeninas como funciones sociales y de clase que permanece en la penumbra de la cotidianidad (CIPAF, pp. 18).
En atención a esas contradicciones, hay que redefinir las relaciones sociales hacia un enfoque que se mueve pendularmente entre condiciones subjetivas y objetivas de la mujer, así como entre lo general y lo particular en el ámbito público y privado. La organización es un factor necesario para los procesos ampliados de acumulación y gestión económica, política y social de intereses campesinos, y es necesario valorar su importancia.
Esa tesis sostiene un replanteamiento de la relación sociedad civil y movimientos sociales en la esfera política, en la medida en que sugiere la necesidad de desarrollar y armonizar niveles de expresiones de organización campesina, que permitan incursionar en los espacios que tradicionalmente le han sido negados. En la búsqueda de una transformación de la producción campesina que permita procesos de producción ampliados, es necesario impulsar nuevas formas de organización de los productores y productoras.
Para Oskar Lange, la economía campesina es una forma transitoria entre la economía natural y la economía de mercado. Las campesinas se “organizan” mediante modelos de “convite”, donde la comunidad desde sus limitados recursos, generan acciones de cooperación y mutualidad aportando desde sus saberes hasta fuerza de trabajo para la consecución de una obra que beneficie a la comunidad.
La economía campesina es la mejor expresión de configuración y construcción de la estructura misma de la economía solidaria, dice Razeto (1997), donde se puede desarrollar el factor comunidad.
La capacitación es un paso importante
La capacitación se entenderá como un espacio de mujeres que les permita compartir sus vidas, dificultades, capacitarse y tener acceso a conocimientos en nuevas tecnologías comercialización y organización. También será un espacio para que puedan desarrollar sus talentos y habilidades necesarias para promover sus intereses, autoconfianza, opiniones y credibilidad en las organizaciones mixtas y ámbitos públicos (Butcher y Domínguez, 1992).
El informe de la FAO propone que el desarrollo sostenible debe lograrse en todos los planos de la sociedad. Las organizaciones populares, las organizaciones de mujeres y las organizaciones no gubernamentales son importantes fuentes de innovación y de acción en el plano local y tienen profundo interés en promover la subsistencia sostenible.
Los gobiernos deben fomentar un enfoque comunitario de la sostenibilidad que, entre otras cosas, prevea la integridad cultural y de los derechos de las poblaciones indígenas y sus comunidades; creación de una red de centros de aprendizaje comunitarios.
La aspiración al desarrollo sostenible surge como una apuesta por la conciliación entre la ecología y la economía, y la sobrevivencia, tanto del habitad como del habitante. Se puede demostrar que la mayoría de asociaciones y cooperativas que tradicionalmente se circunscriben a este tipo de economía, surgen de los campesinos y campesinas.
Las nuevas miradas integrales a los procesos productivos en las áreas rurales, suponen no sólo las consideraciones de los cambios en los mercados y en las políticas agrarias, sino también la importancia creciente generadoras de ingresos para las mujeres. En esa búsqueda del mejoramiento de los niveles de vida de la mujer rural, el desarrollo rural tiene que asentarse en el incremento de sus capacidades.