Artista bohemio del París del inicio del siglo XX, Amedeo Modigliani, de origen italiano, marcó la pintura vanguardista con sus retratos y sus desnudos. Pasó su juventud en los museos, entre las esculturas antiguas en busca de la belleza ideal. La ciudad de Lille le dedica una retrospectiva excepcional.
El pintor francés de origen italiano Amedeo Modigliani dijo algún día que retrataba a la gente con un ojo normal y el otro sin pupila para simbolizar el ojo que mira hacia adentro de nosotros mismos.
“Modigliani, el ojo interno” es el título de la exposición que presenta el Museo de Arte Moderno de Lille -norte de Francia-, del 27 de febrero al 5 de junio.
A través de 120 pinturas y algunas esculturas, la retrospectiva propone también obras de las culturas antiguas de tres continentes que inspiraron a Modigliani. Durante su corta vida (murió a los 36 años en 1920), el pintor y escultor tuvo una obsesión: trazar las curvas de la belleza femenina universal.
A su llegada a París en 1906, en el barrio bohemio de Montmartre, Modigliani encuentra sus fuentes de inspiración en el Museo del Louvre y en el Museo de Etnografía del Trocadero.
“El gran desafío de Modigliani a nivel de la escultura, es que ha querido crear una síntesis de la belleza. Para ello, observó las esculturas egipcias en el Louvre, observó también el arte de las Cícladas (en Grecia), y también pasó mucho tiempo en el palacio del Trocadero, donde admiró el arte africano y sobre todo el arte jemer (actual Camboya). Ahí había reconstituciones de los templos de Angkor, hay que imaginarse grandes torres en forma de rostros.
Los rostros son tan importantes en el arte de Modigliani que es seguro que se inspiró de esas formas”, apunta Marie Amélie Senot, una de las comisarías de la exposición del museo de Lille.
En 1914, Modiaglini abandona repentinamente la escultura. Probablemente porque su fragilidad pulmonar no le permitía exponerse más al polvo. El artista se instala entonces en el barrio de Montparnasse en París, cuna del vanguardismo europeo con Marc Chagall o Henri Matisse. Lejos de la guerra, Modigliani vive una vida marcada por la fiesta y el alcohol, y establece amistades con Diego Rivera y Pablo Picasso.
Fue durante estos años que afinó sus retratos. Uno de los más emblemáticos es la Mujer sentada con vestido azul, que el pintor creó dos años antes de su muerte. Una figura que concentra los rasgos típicos del trazado de Modigliani: un rostro tan impasible como una estatua griega, ojos azul pastel sin pupila, un cuello cilíndrico y una ligera sonrisa.
En esta época, Modigliani revoluciona el arte de pintar desnudos. Pero la moral de la época no parece dispuesta a reconocer su talento.
“Hay que saber que estos desnudos fueron mal recibidos en una exposición de 1917, estaban colocados en la entrada de la muestra y la policía pidió descolgarlos porque el público se escandalizó. ¡Estos desnudos eran demasiado reales!”, recuerda la comisaria de la exposición, Marie Amélie Senot.
Lo que fascina en los desnudos de Modigliani es que “la pintura vibra tanto que uno casi podría tocarles”, observa la comisaria.
Además, estas figuras femeninas fueron dibujadas con los rasgos característicos de Modigliani: “estas caras alargadas, la continuidad entre el arco de las cejas y la nariz, algo que el pintor ha retomado de las máscaras africanas, el movimiento de torsión entre la cabeza, el cuerpo y las piernas en otra dirección. Hay una especie de zigzag.
Y un fondo siempre muy trabajado”, agrega Senot.
Debilitado por las adicciones y una meningitis, Modigliani murió en 1920 en París. El mundo del arte lo recuerda como un artista maldito cuyo genio fue reconocido en los años 50. El año pasado, un coleccionista chino adquirió el muy sensual Desnudo acostado por 170 millones de dólares en Nueva York, uno de los cuatro lienzos más caros de la historia.