Meditaciones sobre el agua en Panamá

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Quebradas contaminadas en Alcalde Díaz.

Por Olga Herrera

Cuando llegué a vivir a la comunidad de Alcalde Díaz, en las afueras de la capital panameña —no diré cuántos años atrás—, descubrí que este hermoso pueblo era uno de los pocos refugios de árboles originarios y vida silvestre. Contaba con hermosas y frías quebradas, de las cuales nos abastecimos cada día para cubrir las necesidades hídricas en casa.

Recuerdo, perfectamente, el pozo que estaba a un lado de la casa. De allí, tomábamos el líquido vital, que era cargado en tanques hasta la vivienda. De la quebrada, se obtenía el agua para las labores cotidianas de limpieza pero, el baño era realizado directamente en la poza que mi padre nos habilitó y que disfrutamos por muchos años en la etapa maravillosa de la adolescencia.

Lejos estaba yo de pensar que esas quebradas son parte de las venas que abastecen el rio Chilibrillo, en el cual aprendí a nadar, y el rio Chagres, en la parte baja de la represa Maddem. En pocas palabras, mandamos bastante de nuestros sudores y humores al Lago Gatún y seguro se los llevaron los barcos que transitaban de un océano a otro.

Hoy en día, las quebradas son imposibles de utilizar, principalmente por el incremento de la densidad de la población, que ha provocado una disminución de la cobertura boscosa y, porque algunas personas descargan sus aguas residuales y, peor aún, la basura, que va directamente a las quebradas.

Hace unos pocos meses, participé en la exposición de una investigadora de la Autoridad del Canal de Panamá, que demostró los niveles de contaminación que se acumulan a lo largo del rio Chilibrillo y de las represas de plástico y basura que flotan un par de kilómetros sobre el agua dulce tropical.

He vivido estas últimas semanas el fervor de la gente que ha salido a las calles para defender la biodiversidad en el amenazado Corredor Biológico Centroamericano y el derecho de todos los habitantes del país a recibir lo justo por la extracción de los minerales de nuestro suelo. Eso me hace pensar que hay un renacer en la conciencia del pueblo sobre la importancia de los recursos naturales de Panamá.

En los educadores pongo la fe de que sabrán reforzar la educación en los niños y jóvenes sobre el cuidado y protección del ambiente, a través de una adecuada disposición de la basura y de la importancia de los árboles para lograr la recarga de los acuíferos que nos suministrarán el agua necesaria para la vida.

Creo que este es un buen momento para llamar la atención en que el ambiente comienza frente a nuestros ojos, y que no sólo debemos defenderlo, sino cuidarlo. Esa respuesta ambiental abarca nuestro patio y el del vecino, la calle de enfrente y la de atrás, en nuestras comunidades y las vecinas. De esa manera, poco a poco, iremos descontaminando y rescatando la principal fuente de vida: el agua.

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