Mayor compromiso, unidad crítica y resistencia social

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Por José Espinoza
Docente universitario

La vida en la tierra ha dependido siempre de un delicado equilibrio, una homeostasis natural donde el ser humano ha venido a conquistar, para bien o para mal, un rol fundamental de intervención y cambio, en su empeño secular y agónico de adaptarse a la biodiversidad ambiental, en aras de sobrevivir y satisfacer sus necesidades materiales y espirituales básicas.

En este largo peregrinar, fue trastocando sus ecosistemas de entorno y reconvirtiéndolos en antroposistemas artificiales y culturales socio-urbanos, más ajustados a sus deseos y creencias, no siempre amigables o en sana correspondencia con la matriz bio-psíquico-química que les sirvió de gestación. De esta forma, desde las primeras gens y tribus fue escalando hasta las modernas y postmodernas civilizaciones que hoy conocemos en todo su esplendor, así como en toda su decadencia.

Este 5 de junio, volvemos a conmemorar el Día Mundial del Ambiente, cuyo nuevo lema es “Sin contaminación por plástico”, implicando los nuevos desafíos que ya han hecho crisis a escala planetaria y que nos plantean nuevas urgencias, aparentemente irresolubles, como las que ya nos encara al agobiante problema de la basura, al consumismo desenfrenado y a la contaminación de aguas, aire, tierra y océanos.

Un desglose superficial de los problemas ambientales actuales nos lleva a destacar algunos fenómenos notorios, como los incendios forestales y las severas inundaciones que se producen, casi en un contraste de pesadilla, en todas partes del planeta; la potrerización de las tierras de agricultura y la prevalencia de un monocultivo absurdo, como herencia nefasta de la tala y quema tradicional, igual depredadora; la ocurrencia cada vez más intensa de temblores, terremotos y tsunamis y casi un total trastocamiento del clima, donde observamos nevar en el desierto o llover en regiones de sequía permanente.

A más de cinco décadas de haberse instituido mundialmente esta valiosa fecha se nos podría estar dibujando un panorama desolador y hasta desalentador. No es para menos, toda esta reflexión nos conduce a repensar la teoría y la praxis de la problemática ambiental como una dualidad, siempre en conflicto o, cuando se transgreden los límites y los equilibrios, produciendo, ahora sí, violencia homicida y ecocida. Lo social-cultural ha sido también un reflejo de lo que ha venido ocurriendo en el mundo natural, sólo que, en nuestro mundo, el humano, los obvias y necesarias contradicciones que surgen, que deben surgir, para garantizar el movimiento hacia adelante, hacia el cambio, hacia lo nuevo y mejorado, se anquilosa, se corrompe y comienza a crear la ilusión de que el beneficio y placer de la ganancia y del éxito está en la competencia feroz de los mercados, porque se interpreta mecánicamente que en el mundo de la naturaleza siempre ha habido y habrá una competencia mecánica por la supremacía del más fuerte. Esta apreciación errónea se traslada al mundo cultural humano y ha creado toda una suerte de darwinismos sociales, racismos, cientificismos e ideologismos que han justificado la explotación del hombre por el hombre y toda la depredación del ambiente y de la madre tierra, a través de la prehistoria y la historia del hombre, hasta la fecha.

Los diversos cambios climáticos que ha habido en nuestro globo terráqueo quizás nos parezcan horrendos, violentos y horrorosos, pero, no olvidemos que sólo en la última glaciación hubo presencia de la especie homínida o se comenzó a gestionar nuestra presencia evolutiva.

Por otra parte, es bueno recordar que en el mundo de la naturaleza ninguna especie mata o agrede a otra por otras motivaciones que no sean las de alimentación, de procreación, de defensa o seguridad de su horda o manada. En cambio, nuestra especie de “Sapiens” o de humanos inteligentes, que fabricamos robots para que nos ayuden a pensar y ser mejor humanos que nosotros, ya arrastra en su prehistoria e historia mundial varias guerras completamente genocidas y exterminadoras y sangrientas, en todas las épocas y períodos, tanto de su evolución cavernícola primitiva como de su llamada civilización. Hoy todavía seguimos honrando todo este legado de sangre y salvajismo, lo cual está en la base de la compleja respuesta al por qué de nuestra insensibilidad individual, colectiva e institucional hacia todo aquello que signifique ver el planeta tierra como nuestro hogar, como nuestro “home”, como nuestra “casa común”, de la cual nacimos y a la cual volveremos, envueltos en mortajas, para volver al polvo, a la nada, o quizás, a la vida nuevamente, en otra dimensión cuántica, si es que tenemos suerte.

Pero, todavía no hemos terminado, es obligatorio mencionar, a riesgo de caer en una visión sesgada o ideológica de los conceptos de “ambiente” o “medio ambiente” -que al final pueden resultar sinónimos-, la correcta ponderación de los temas recurrentes, en un debate como éste, de los nuevos fenómenos del “Cambio Climático” o “Calentamiento Global”. ¿De qué debemos hablar? Y, como si fuera poco, ahora se nos añade un viejo problema, hoy convertido en una nueva urgencia -por la forma ilegal, antinacional y corrupta con que se ha estado enfrentando- “la minería a cielo abierto”, lo cual, ya está arrojando un verdadero tono apocalíptico y peligrosamente incierto a los destinos nacionales, en el contexto internacional.

A pesar de todo esto, lo bueno es que todavía seguimos manteniendo una gran reserva natural y humana. La riqueza ambiental de Panamá nos sigue hablando de una enorme biodiversidad, de ecosistemas todavía sanos, así como de recursos energéticos hídricos y poblacionales de incalculable valor, a todo lo ancho y largo del país. Pero, todo ello puede sucumbir en cuestión de segundos, porque toda esta riqueza ha sido puesta en entredicho por la insistencia irresponsable de algunas autoridades, tanto de ayer como de hoy, en ver todos los temas ambientales como materia de lucro y negocio, cuando ya hay evidencias científicas de que Panamá no puede ser un país minero.

El Crecimiento del PIB no puede ser igual a desarrollo sostenible o sustentable. Donde ha habido minería en Panamá sólo ha quedado devastación, miseria y enfermedad, y nada vivo vuelve a resurgir, nunca. Pero, lo más trágico es que, al final, nadie se hace responsable de los ecocidios resultantes y las mafias perpetradoras de estos crímenes ambientales, no sólo salen ilesas, sino hasta con más ganancia, porque los Estados cómplices les gestionan indemnizaciones ficticias y vuelven a instalar sus industrias a gran escala, en tanto que todavía hay mucho cobre, oro y valiosos metales raros que extraer, para beneficio de la tecnocracia mundial… Y resulta un buen negocio, verdaderamente, el que las poblaciones más vulnerables sean las que carguen con la culpa de todos estos desaciertos, convertidos en las nuevas políticas de Estado de funcionarios veniales que, habiendo prometido servir al pueblo o a los intereses nacionales, se sirvieron de ello para beneficio particular y privado.

Constituye por ello una total infamia, el escuchar de nuestras autoridades que Panamá debe ser un país minero y que esta actividad destructiva del ambiente es sostenible y generará empleo y desarrollo, cuando ya es evidente, científica y políticamente, que estamos ante una nueva venta de la patria.

Es de sobre manera notorio el de que en nada se mencione, en estos supuestos debates nacionales, inclusive hoy, que conmemoramos el “Día Mundial del Ambiente”, el deterioro de las condiciones de vida, de salud y de oportunidades de las poblaciones afectadas por esta degradación ambiental a todas luces alarmante. Sólo un examen superficial del contrato Ley, ya avalado por el Ejecutivo, revela que los temas ambientales y de desarrollo sustentable fueron los menos considerados, para no decir, ignorados.

Prevaleció, en cambio, el interés crematístico-comercial, la procura del negocio, únicamente sólo en beneficio de las empresas mineras, verdaderas mafias apoyadas incondicionalmente por el Estado panameño, convirtiéndolo en cómplice de un saqueo despiadado, ya desde hace más de 20 años, y a sus líderes corruptos, en verdaderos farsantes y traidores a la soberanía nacional, en tanto que, ahora, ya no sólo se trata de una parte del territorio nacional, como cuando se luchó por la soberanía  en el Canal, sino del refrendo de un saqueo total, que ahora amenaza con expandirse a todo el país, inclusive a las áreas ya protegidas y de patrimonio natural de la humanidad, haciendo de la minería a cielo abierto un nuevo enclave transnacional, quizás peor al creado a partir del Tratado Hay-Bunau Varilla.

Resulta a todas luces vergonzante que todo esto se haga a un año de haber sido celebrado el Bicentenario de la República, el cual dio su aval a la moratoria de Panamá a cualquier tipo de minería a cielo abierto y, sobre todo, cuando Panamá ya había suscrito el ”Acuerdo de Escazú”, ratificado por 12 países, y considerado el primer tratado internacional sobre ambiente y desarrollo, al central su atención en la protección ambiental de la región y el aseguramiento de la participación ciudadana en cualquier decisión ambiental a nivel de Estado, además de la denuncia y defensa de los líderes ambientales acosados y perseguidos, sobre todo en América Latina. Muchos de ellos asesinados por los terratenientes de estas regiones, bajo la mirada cómplice de las autoridades de gobierno. Este convenio empezó a regir en el 2021.

Por otra parte, resulta a todas luces sospechoso el que toda esta gestión entreguista de nuestra soberanía territorial, aérea, hidrográfica, económica, social y política se haga en medio de advertencias mundiales sobre el aumento de plagas pandémicas y el recrudecimiento del fenómeno del Niño a finales de este año, que ya está produciendo consecuencias desastrosas en nuestra ganadería y agricultura, así como serias afectaciones al suministro del agua potable para una gran cantidad de poblaciones que luchan en las calles por el acceso al vital líquido de vida, amén de lo que esto podría también significar para el abastecimiento del agua del Canal de Panamá.

La sequía se muestra implacable y el clamor del pueblo por el abastecimiento de agua potable es cosa de todos los días. Pero, aún en medio de estas duras condiciones, las autoridades gubernamentales insisten en tomar decisiones absurdas, como lo fue la reciente aprobación del estudio de impacto ambiental que reactiva la mina de Cerro Quema, en Chitré.

Por ello, es que no podemos, en un día como hoy, dejar de hablar de estas graves afectaciones al ambiente, porque, según nuestros expertos científicos, ya se nos está acabando el tiempo, si es que no se nos acabó ya. Las autoridades hablan de bonanza de desarrollo y de minería sostenible, cuando lo único sostenible que uno puede encontrar en este discurso irresponsable y corrupto es la avaricia, el lucro, el negocio y el sólo afán de hacer dinero para beneficio particular e individual, en detrimento de un auténtico desarrollo sostenible, el progreso nacional y social, en un ambiente sano y de salud para todos los panameños.

La situación no es fácil…se nos vienen crisis ambientales y sociales inimaginables y muy duras para la población mundial, regional y local. Tan duro ha sido y seguirá siendo este desafío, que la formación de conciencia y solidaridad ambiental ha costado muchas vidas, como lo corrobora la ONG ambientalista Global Witness, que informa de 1.700 ambientalistas asesinados en el mundo, principalmente en África, Asia y América Latina. Estos muertos no deberían haber perdido su vida en vano. Ellos ofrendaron su sudor, trabajo y hasta su vida por hacer de este mundo humano un mundo de equidad y justicia. Fueron una ofrenda a la madre tierra y a la defensa de nuestra casa común, porque ni la Inteligencia Artificial (IA), de la que tanto se habla ahora, ni el telescopio espacial James Web, que anda tomando foto del multiverso, nos han confirmado que exista vida en otros confines del metaverso…La única vida somos nosotros. El único planeta tierra, el nuestro…Y, si hay extraterrestres, seguimos siendo nosotros…

Defendamos nuestra casa común, con muestra propia vida, si es necesario, porque ya no hay más tiempo que perder…

Por un ambiente sano, sí a la tierra, sí a la vida….

Sí al reciclaje, comenzando por el reciclaje de nuestra mente y espíritu, porque ambiente es más que materia, es espíritu humano en acción….

No a la minería a cielo abierto….

Panamá vale más sin minería….

Vale más el agua para la vida que millones de dólares en corrupción…

¿Cómo es posible que después de décadas de invertir tiempo y dinero en la regeneración del agro y en seguridad alimentaria, sean asumidos acuerdos mineros que atentan contra la seguridad y la vida?

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