Por Julio Yao
Prosigue Stella Calloni su relato del 8 de abril de 2024 en torno a la Operación o Plan Cóndor, el cual fue precedido, como escribió la periodista argentina, por un “pre Cóndor”:
“En 1976, enviados de Pinochet, con la complicidad de Paraguay y, por supuesto, de la CIA, asesinaron en pleno barrio de las embajadas en Washington al ex ministro de varias carteras de Salvador Allende, el economista Orlando Letelier”.
En la Parte 1 relaté que fui secuestrado por agentes de la CIA en mayo de 1970 mientras realizaba una gira de estudio al Departamento de Estado y a la ONU como miembro del staff del Instituto Internacional de Estudios Sociales (ISS) de La Haya, cuya sede era el Palacio de la Reina Juliana de Holanda.
Yo me encontraba en Washington en el Instituto de Política Exterior del profesor W. Barnett, un crítico de los bombardeos ilegales de EEUU. en esos días en Laos y Cambodia, cuando el agente de la CIA, John Fosdick y otros, me llevaron y separaron, contra mi voluntad, de mis profesores de Holanda. John Fosdick y su superior, Joe Young, me estuvieron acosando en Panamá durante tres años (1966-1968).
¿Por qué digo que me secuestraron contra mi voluntad? Porque en nuestro primer día en el Departamento de Estado, un lunes, por altavoz me comunicaron que el señor John Fosdick quería verme. Yo, que caminaba junto al coordinador de La Haya, el doctor J. J. G. Syatauw, un indonesio doctorado en la Universidad de Yale, le pregunté: “¿Vio por qué le dije al ISS que yo no debía formar parte de esa gira a Washington? John Fosdick fue quien me persiguió entre 1966 y 1968”.
Yo no acudí a la cita y, por eso, Fosdick y otro agente me arrancaron y apartaron de la reunión, donde estaban otros seis u ocho agentes, todos rubios e impecablemente vestidos de azul y con lentes. Fosdick planeaba llevarme a un apartamento el cual otro agente debía “preparar” para interrogarme sobre la oposición en Panamá (los militares estaban en el poder y había un incipiente alzamiento guerrillero).
Obviamente yo no quería ir al apartamento, de modo que le pedí- para ganar tiempo- que me llevara antes a tomar un café. Fosdick me llevó al café de la Universidad George Washington, y, tras hacerme múltiples y tentadoras ofertas, me escabullí en el primer taxi y regresé a mi hotel. Al llegar al Dutch House Hotel, ¡me habían revisado todas mis pertenencias personales! Estoy seguro que el agente que debía “arreglar” el apartamento fue el responsable. Esta odisea continuó a mi regreso a Holanda.
Lo que me llama la atención es que el Instituto de Barnett, de donde me abdujeron, es el mismo en el cual trabajaba Orlando Letelier cuando lo asesinaron junto a su secretaria, Rony Moffit, e hirieron a su esposo Richard Moffit seis años más tarde, en 1976.
En este asesinato con bomba participó el terrorista cubano, Luis Posada Carriles, quien intentó matar también con bomba al presidente Fidel Castro en el Paraninfo de la Universidad de Panamá durante la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, del 18 al 19 de octubre de 2013. Posada Carriles fue encarcelado, pero rodeado de placeres y privilegios hasta que el Secretario del Pentágono, Colin Powell, le ordenó a la presidente Mireya Moscoso que lo liberara, lo cual la sumisa mandataria cumplió, indultando al terrorista ilegalmente.
Según Stella Calloni, “el Fiscal estadounidense Eugene Propper inició un juicio en el cual habló de la Operación Cóndor y esto salió en un libro escrito en 1979 por dos estadounidenses y en el famoso libro escrito por el propio fiscal que se titula Laberinto”.
Continúa Stella Calloni: “En 1983 el investigador y periodista ruso Valentín Mazkin escribió un libro que se llama Operación Cóndor, donde estaba muy claro lo que era esa Operación. En 1974 habían matado al general Pratts y su esposa, refugiados en Argentina, de la misma manera que a Letelier.
“En Paraguay, gracias a un habeas data presentado por Martín Almada ante un juez muy joven, Agustín Fernández, éste ordenó abrir la puerta de una casa de la Policía en el barrio de Lambaré donde se encontraron estas toneladas de papeles. En los días que siguieron se encontraron, entre miles de archivos, algunos muy importantes, referidos a esta Operación. Eso dio lugar a que se pidiera a EEUU. que desclasifique los archivos del Cóndor”.
A Stella Calloni la conocí en Panamá y México a raíz del Movimiento Unidad Latinoamericana (UL), de carácter y aspiración continental. En Panamá, Stella escribió sobre la invasión de EEUU. de 1989, calificando al barrio mártir del Chorrillo como una “pequeña Hiroshima.” Ese barrio fue visitado por el presidente Nicolás Maduro cuando vino a Panamá durante la Cumbre de 2013.
En UL participaba también el periodista argentino Gregorio Selser. El presidente de UL era el peruano, Jaime Serruto Flores; Secretario General, Jorge Julio Greco, de Argentina; Comunicaciones, el uruguayo Carlos Borche, “Premio Lenin de Periodismo”; por Colombia, el rector de la Universidad de Barranquilla, Dr. José Consuegra, en tanto que el Ing. Santiago Avalos Zavala, del Instituto Politécnico de México, dirigía la orquesta. Yo representaba a Panamá como vicepresidente en el Comité Ejecutivo. En el curso de diez años hicimos reuniones continentales y regionales.
En 1975, UL me encomendó otorgar el “Premio UL 1975” al presidente de México, Luis Echeverría Alvarez, en el Palacio Presidencial Benito Juárez, en un discurso que pronuncié ante el Cuerpo Diplomático.
Entre el Cuerpo Diplomático se encontraba Henry Kissinger, secretario de Estado, con quien redacté un año y medio antes la «Declaración Tack- Kissinger» que reconoció la soberanía en la vía acuática y eliminó la Zona del Canal.
Fui invitado por el presidente Echeverría a acompañarlo durante los últimos tres días de su mandato. El presidente Echeverría y yo nos reencontramos al azar en el Mausoleo a Mahatma Gandhi en Nueva Delhi, India, en 1979.
Hecho este breve relato, retomemos la narración de Stella Calloni:
“Entrevisté a Martín y conocí a su segunda esposa, María Stella Cáceres, argentina de La Rioja, y mandé una serie de notas a La Jornada, en enero de 1993, y luego a una revista de la NACLA, de EE.UU. Primero publiqué un folleto en ese año y luego en 1999, mi libro Los años del Lobo, Operación Cóndor.
“Con este libro y documentos encontrados se montó el primer juicio sobre Cóndor en Argentina. Esto para aclarar las cosas en el sentido de la valentía que tuvo Martín, con su dramática historia detrás, aunque no estaba Stroessner, el dictador que gobernó entre 1954 y 1989.
“Vimos archivos en la cancillería paraguaya y en otros lugares, y me consta que Martín fue amenazado muchas veces. Pero él y su esposa continuaron firmes. Yo he parado en su casa varias veces y conozco su trabajo.
“En fin, ahora para acabar esta historia quiero decirte, que la irresponsabilidad de una buena parte del periodismo lo llamó Plan Cóndor. Pero en el terreno militar, el plan fue la implantación de las dictaduras de la Seguridad Nacional en el Cono Sur que nos impuso EEUU. y la Operación fue una «táctica» de ese plan, entre otras que se aplicaron. Si Cóndor se descubrió es porque era imposible que no sucediera por las personalidades políticas y militares que fueron asesinadas o secuestradas y desaparecidas, entre ellos presidentes, generales, dirigentes de altos niveles y los dirigentes de las guerrillas como te dije, de alguna manera, fue muy selectiva.
“Hemos llegado a descubrir varias operaciones y el antecedente clave de Cóndor que fue la Operación Colombo en 1975 que se realizó entre Chile, Argentina y Brasil, ya que se trató de una mentira brutal de medios de comunicación para informar a la ONU sobre la desaparición de 119 chilenos que según Pinochet habían desaparecido en Argentina y el exterior. Ahora y gracias a Derechos Humanos de Chile, se conoce bien lo que es Colombo y se sabe que estos 119 desaparecieron en Chile.
“Como decía Perón, la estrategia es la guerra; la táctica son las batallas. Y hay que mantener el nombre como lo han hecho la mayoría de los investigadores. Aquí terminó el juicio a los responsables de Operación Cóndor, teniendo registradas poco más de mil víctimas.
«Sabemos que hay más, pero no son miles y miles, los que sí se reclaman a las mismas dictaduras del Cono Sur. En estos crímenes de lesa humanidad se juzgaron a los responsables de las dictaduras. Cóndor fue aparte, pero los responsables, los mismos. Un abrazo, Stella.” (Sigue)