Por José Dídimo Escobar Samaniego
Cédula: 7-84-41
El Gobierno Nacional, procedió a reconocer a Juan Orlando Hernández, como presidente electo de Honduras.
Casi un mes después de las elecciones, donde los observadores internacionales reconocieron que era imposible poder declarar un ganador después de un sinnúmero de graves anomalías, entre las cuales está la interrupción artificiosa del proceso de escrutinio, la perdida de actas, la aparición de actas nuevas, la total falta de neutralidad del Tribunal Electoral de ese país, y lo que es peor, el evidente triunfo del candidato opositor Salvador Alejandro César Nasralla Salum, conocido como Salvador Nasralla, quien es un ingeniero, presentador de televisión y político hondureño a quien el pueblo respaldó ampliamente con su voto.
Hay que recordar que en Honduras, como en Panamá, está prohibida la reelección inmediata del presidente, no obstante, un fallo amañado de la Corte Suprema de ese país, abrió puertas para que se burlara el texto constitucional que es muy claro y el actual presidente se presentó a las elecciones, no sin antes adocenar al organismo electoral y a las fuerzas armadas, quien en la maniobra de sustentar el fraude electoral, han salido a las calles a reprimir a su propio pueblo y ya van cerca de 40 personas asesinadas, cientos de heridos y cientos de opositores detenidos y sin proceso de imputación siquiera.
El gobierno de Panamá, que se alinea con la posición del secretario General de la OEA en el tema de Venezuela, en este caso, sin embargo, ha decidido desconocer la posición de ese personaje que, por las inmensas evidencias, ha expresado la imposibilidad de reconocer el fraude, ha decidido desoírlo y en cambio como corderito de la manada, ha seguido obsecuentemente y casi simultáneamente, la decisión del Gobierno de Trump que ha reconocido las resultas del atraco electoral.
El hermano país centroamericano está sumido en una crisis política, como nunca antes, y el reconocimiento espurio del actual mandatario como triunfador de las elecciones, lo único que logrará es una profundización de esa crisis en la que el Gobierno de Panamá ha decidido contribuir con combustible en ese conflicto, que puede terminar en una guerra civil, cuyo único responsable es el actual presidente en ejercicio y la fuerza económica que lo respalda y que representa a la oligarquía hondureña, y por supuesto, el gobierno de Los Estados Unidos que los ha sustentado históricamente.
Preocupa que; el gobierno de Panamá este ganando peones, porque su pretensión de imponerse a sangre y fuego con una mayoría absoluta en la Corte Suprema, con ex militantes de su filas partidarias y personas adocenadas, no sólo los exonerarán de los procesos anticorrupción que deberían enfrentar, sino que adicional de contar con un Tribunal Electoral pusilánime, reúnen las condiciones para reeditar similar maniobra en el país y podríamos vernos reflejados desde ahora en ese tétrico espejo que representa la sombra del Fraude Electoral hondureño.
¡Así de sencilla es la cosa!