La salud como estrategia de Estado. Editorial del 27 de febrero

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En reiteradas ocasiones, Bayano digital ha instado al gobierno a desarrollar una verdadera estrategia de Estado en materia de seguridad. Ello abarca, en primer lugar, el ejercicio de la soberanía nacional plena y los derechos territoriales, el espacio aéreo y áreas marítimas y terrestres, con inclusión del subsuelo. En segundo lugar, la seguridad pública y la salud de calidad a la población.

Este último aspecto adquiere relevancia y sentido de urgencia tras la rápida propagación de Coronavirus (COVID-19) y la confirmación de casos en el continente americano, lo que demanda un adecuado manejo de la información oficial y la aplicación de los mecanismos preventivos y de control epidemiológico y hospitalario, a través de un modelo que anticipe respuestas médicas rigurosas y efectivas.

La amenaza a la seguridad es una carrera contrarreloj que involucra exigir a un sistema de Salud en crisis, golpeado por la corrupción, la burocracia y el desabastecimiento de medicinas. Está claro que se necesitan procedimientos audaces y no paliativos para encarar una o sucesivas epidemias, y dar seguridad y esperanza de vida a una población abandonada y vulnerable que demanda respuestas.

En un llamado en el ámbito global, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha insistido en la necesidad de fortalecer los sistemas de salubridad, poner en práctica los protocolos epidemiológicos en centros hospitalarios de alto nivel habilitados para enfrentar el desafío que pone en tensión al modelo, en especial aquellos territorios que sirven de tránsito internacional a miles de viajeros.

El gobierno debe convocar a los talentos científicos que poseen experiencia en el manejo de situaciones de críticas y frenar la desinformación esparcida que genera alarma, miedo y confusión en comunidades desprevenidas. Asimismo, puede fomentar el respeto a los enfermos y combatir la xenofobia hacia los inmigrantes chinos y sus descendientes, para evitar actos hostiles e inhumanos.

En los momentos difíciles de la historia, la unidad de los sectores populares ha dado a los panameños la razón, el coraje y la ventaja para alcanzar posiciones soberanas y reivindicar derechos básicos. Ese ejemplo debería servir para que la población se empine y derrote la incertidumbre, el atraso y las dificultades, y salga airosa ante la potencial crisis planteada por el contagioso COVID-19.

Hoy, los bajos niveles de organización comunitaria representan una debilidad, pero el gobierno debería tener la determinación de hallar en el movimiento social una base de apoyo dinámica y efectiva, para asumir el lema que en la década de 1970 puso a Panamá en el mapa preventivo mundial: “Salud igual para todos”, convirtiendo a la población organizada en gestora de su propio destino.

Es necesario entender, además, que no todos los mandos oficiales tienen el poder de convencimiento o la fluidez requerida para transmitir confianza a los ciudadanos en momentos cruciales y evitar con ello situaciones de pánico y caos. Se impone así el reclamo de entender que la salud no es un “show” y la seguridad debe ajustarse a principios de integridad y jamás a la improvisación.

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