Por Jairo H. Pertuz Suárez
Periodista-Escribidor
El mundo se encuentra sobrecogido. Mandatarios de potencias, “reyes”, “príncipes”, “reinas”, políticos y empresarios que dicen creer en Dios, hasta se arrodillan, pidiéndole clemencia y protección ante la pandemia del Coronavirus. No obstante, la hipocresía y la perversidad anida en sus corazones y actuaciones, como también en las de muchos profesionales y gente “común” que no cesa en sus procederes “normales”, pero anormales.
A muchos, ya no nos sorprende tanto cinismo ante el Creador. El mundo viene debatiéndose en una pandemia de abusos y violaciones de los más elementales derechos humanos y los causantes de ella ríen y hasta hacen ostentación de sus criminales actuaciones.
Quienes se roban descaradamente los recursos del Estado u obtienen ganancias en porcentajes escandalosos en sus negocios, son peores que las pandemias, pues estas actuaciones son calculadas y “justificadas” con argumentos y leyes absurdas.
La actual pandemia, que aún no sabemos si fue prefabricada, nos deja claro cuánta perversidad puede albergar el corazón y las actuaciones de supuestos seres humanos.
No obstante, la mayoría de las “grandes potencias“ hegemónicas se alinean en defensa de sus intereses económicos, armándose y promoviendo más guerras y venta de armamentos de destrucción masiva. Aún no les parece suficiente tanto sufrimiento, tantas caravanas y migraciones, para dar un giro total en defensa de la vida y del medio ambiente.
¡Oh Dios!, los pueblos del mundo, que son tu pueblo, claman por tu justicia, porque, la de los hombres, cada día es más corrupta.