La “oligarquía del matadero”, el militarismo y la constituyente

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El ex presidente José Remón Cantera en un ambiente lleno de lujos, mientras en las calles reprimían a la población.

Por Antonio Saldaña
Abogado y analista político

Hoy, todo el aparato de seguridad nacional está en manos de militares, incluyendo el propio Ministerio de Seguridad Pública. Los soldados panameños de distintos rangos se han convertidos en dirimentes, referentes y deliberantes de políticas públicas y de conflictos sociales, en abierta violación de la Constitución Política de la República”. Bayano digital.

Un académico, a propósito de la constituyente ha afirmado que “nadie puede hablar con autoridad y propiedad sobre constituciones políticas, sí ignora las causas que las generan” y señala una serie de causalidades, entre otras, “los golpes de Estado asociados al militarismo” e indica con algunos razonamientos lógicos que este fenómeno político no se debe al pie de fuerza de los ejércitos, sino no más bien, a las actuaciones de los componentes de las oligarquías políticas descapitalizadas gobernantes, que utilizan a los gendarmes en “represiones de protestas civiles y populares contra el Gobierno”. Así como a la participación de los militares en la “política doméstica”. (Pedreschi, Bolívar, 2021).

Objetividad académica que a mi juicio, deja de lado los intereses económicos y antinacionales que han mediado en esta metamorfosis del poder político del Estado panameño. De manera que para ser consecuentes con la verdad histórica, debo decir, que salvo contadas excepciones, la república de Panamá ha estado gobernada por una oligarquía política que a través de la historia republicana ha sido “convoyada” por el imperialismo norteamericano. Dicho de otra manera, el país ha sido dirigido por una “clase política”, permisiva y sumisa a la injerencia estadounidense en los asuntos internos que competen resolver exclusivamente a los panameños, entre otros, al carácter de la Fuerza Pública Nacional. Es decir, la militarización de los servicios de policía panameños, viene siendo impulsada —como en el pasado— tanto por la plutocracia corrupta y antinacional, como por el gobierno de Estados Unidos.

A mediados del siglo pasado, por medio de la incorporación de los militares en las “cuotas de matarifes” (cantidad de reses que podían sacrificar en el matadero de Panamá para suplir la demanda de la ciudad capital) distribuida entre fracciones de la oligarquía liberal y que llevó a “Chichi” Remón a trasladar el poder real (Guardia Nacional) de la avenida “A” hasta el Palacio de las Garzas y; en la década siguiente, a Omar Torrijos a dar el golpe militar del 11 de octubre de 1968. De igual forma, con el concurso de los norteamericanos, en virtud de la “guerra fría” desarrollada a partir de la Segunda Guerra Mundial entre las potencias globales de los Estados Unidos de América y la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

No obstante lo anterior, si de constituciones políticas podemos hablar con autoridad y siguiendo la lógica intelectual del académico en mención, he de advertir que dada la ingobernabilidad (“manifiesta incapacidad y ostensible corrupción”) existente en el gobierno actual, así como el rampante militarismo, impulsado desde adentro y desde afuera, pese a la disposición constitucional del artículo 310: “La República de Panamá no tendrá ejército”.

Estamos, sin duda, en los prolegómenos de la busúqueda de una salida pacífica (constituyente) a la grave crisis política, social y económica en que ha hundido a la nación, la fracción de la oligarquía plutocrática y corrupta en el poder.

¡Así de sencilla es la cosa!

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