Por José Dídimo Escobar Samaniego
Cédula. 7-94-41
Una verdad irrefutable, que quien anda en tinieblas, al aproximarse a una pequeña luz, lo encandila.
Quienes andan en las inmensas oscuridades de la corrupción, no desean en lo más mínimo, acercarse o que una luz que crece como la aurora, es decir que va en aumento, se les avecine, porque quedarán desnudos, con todas sus inmundicias expuestas.
Pensaron, para sí, que la luz era imposible y osaron desafiar otra verdad, “Pues no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido que no haya de ser bien conocido y salir a plena luz.” Lucas 8:17 RVR 1977
Hoy, los tenebrosos, se resisten y maniobran desde mucho poder material; acumulado en los actos de despojo, salpicados de olores nauseabundos, partícipes de la orgía dantesca, para que las antorchas encendidas, un viento recio de olvido e impunidad las apague.
Simples velas encendidas en la conciencia ciudadana, con la ayuda de Dios, propiciarán disipar la oscuridad que sirvió de escenario para el escarnio y el atraco. Es necesario que prospere en esta época, la luz espiritual que debe arder en nuestro interior y desde allí, debe alumbrar todo lo que no puede seguir en tinieblas.
Juntos seremos como una gran antorcha, que alumbraremos el destino de vergüenza, decoro, dignidad y decencia que hemos de transitar.
Encandilemos a los procaces y a los que amparan la impunidad, para que no se confunda lo que inconfundible es, que no es lo mismo luz que tinieblas.
¡Así de sencilla es la cosa!