La invasión nos sigue marcando

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La invasión nos sigue marcando

Por Daniel Delgado-Diamante
Abogado | Correo electrónico: ddelgado47@hotmail.com

Al cumplir los 25 años de la Invasión de Estados Unidos a Panamá en 2014, publicamos un libro titulado “La resistencia armada y sus consecuencias”. Creemos que partes interesadas, han mantenido un silencio bochornoso, sobre todo lo referente a ese nefasto suceso que ha sido casi borrado de la historia oficial nacional, o como dice el cantautor cubano Silvio Rodríguez, ha sido contado por cada parte cómo y hasta dónde le conviene.

A pesar del “Just Cause” de los estadounidenses, para justificarla, los panameños aún tienen sentimientos encontrados de su propio comportamiento, dividiendo a la familia panameña. Numerosos jóvenes, sobre todo menores de 30 años de edas, no tienen una conciencia clara de ese pasado que a muchos adultos aún los sigue marcando o no logran superar.

Lo narrado en el Libro es el producto de la apreciación y vivencia directa de los hechos y circunstancias que se relatan; es lo que nos consta y hemos conocido durante el proceso de investigación. No tiene toda la verdad –nadie la tiene– pero todo lo que se narra es verdad.

Nuestro Libro tiene como propósito recuperar parte de la memoria histórica, para que las actuales y futuras generaciones conozcan muchos pormenores, que aprendamos de sus lecciones y enfrentemos el futuro con sentido de Patria y Dignidad Nacional. Creemos que es un aporte para la consolidación del Estado Nacional panameño, su Soberanía y su Democracia representativa. Nuestro libro da una honesta y bien documentada respuesta a estas consideraciones.

No pretendemos en este libro justificar éxitos, errores o fracasos, sean ellos personales o institucionales, sino dar nuestra honesta explicación de los hechos vividos, que nos permita comprender su verdadero significado. Las nuevas generaciones de panameños deben conocer esa lucha para que Panamá ocupe un sitial digno en la comunidad de naciones soberanas e independientes, con la capacidad de proyectar su futuro, libre de injerencias extranjeras, provengan de donde provengan.

En la lucha generacional, la invasión constituyó una tragedia, sin dudas. Perdimos una batalla, pero no perdimos la guerra por la liberación de nuestra Patria. Las armas estadounidenses no pudieron destruir nuestra voluntad de alcanzar la Soberanía Nacional. A ese objetivo apuntaba nuestra posición en la defensa de la Patria agredida. Por eso, nos enfrentamos a la invasión estadounidense ese 20 de diciembre de 1989, con arrojo y decisión, aún con grave riesgo a nuestra propia vida.

Panamá ha restablecido su posición en la comunidad internacional. Nuevas y respetuosas relaciones, de amplio contenido, se han normalizado con los Estados Unidos de América. Ahora, más que nunca, debemos reubicarnos entre las naciones del mundo que luchamos por la democracia y la libertad, sin inmiscuirnos en aventuras militares internacionales que arriesguen la seguridad y el bienestar de los panameños.

Hoy, nos preguntamos si hemos o no superado la división entre panameños y los traumas generados por la invasión. Actualmente, todavía algunos pregonan “Ni olvido, ni perdón.” ¿Podremos entre todos, quienes sufrimos las heridas de la invasión y los que entonces aún no habían nacido, ante el altar de la Patria, proponernos Perdonar y Olvidar? Y, por supuesto, ¿encontrar Justicia, en donde se le dé a cada uno lo que le corresponde?

Hay un pasaje de la Biblia respecto a ello. Del Sermón de la Montaña, Evangelio de Mateo, Capítulo V, versículos 22 a 24, cuando Jesucristo afirma: “Por tanto, si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar, allí te acuerdas que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja allí mismo tu ofrenda delante del altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y después volverás a presentar tu ofrenda”.

No creemos haber hecho nunca daño intencional a nadie, como persona o como profesional. No obstante, es posible, -como se indica en la Biblia- que algunos puedan tener ciertas quejas contra nosotros. Por ello, pedimos perdón a todos los que pudieran sentirse o verse afectados por nuestras acciones u omisiones. En todo caso, ellas nunca tuvieron la intención de afectar a nadie.

Tampoco juzgamos a nadie. El pueblo, con su inmensa sabiduría, sabrá hacerlo en su justa dimensión. Lo cierto es que no puede haber paz social sin justicia hacia las víctimas de la Invasión. No basta sólo instituir el 20 de diciembre como día de duelo nacional, sino indemnizar justamente a los afectados y sus familiares.

Los panameños siempre hemos sabido salir de las dificultades y logrado sembrar los cimientos de un futuro mejor. Ese futuro es nuestro. Luchemos por alcanzarlo entre todos los panameños, como hermanos.

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