La destrucción de “Neptuno Encadenado”

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El mural "Neptuno Encadenado". (@Fernando Leal Audirac / Colección y Archivo).
  • Fernando Leal (1896-1964), fundador del muralismo mexicano, realizó en esta obra una alegoría donde se analizaban las formas del Imperialismo y la respuesta panameña a la intervención americana.

Por Carmen Carrasco
Ciudad de Panamá (Panamá)

* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia.

Me remonto a la Ciudad de Panamá de la década de los años 30. Fernando Leal (1896-1964), fundador del muralismo mexicano en 1922, inicia los primeros trazos del Neptuno encadenado.

¿Qué mejor escenario? Uno de los muros del Instituto Nacional, ubicado en el límite entre la Zonal de Canal, controlada por Estados Unidos, y Panamá.

La frontera la divide una avenida, la de los gringos, con sus cercas electrificadas para evitar que se asomen los intrusos.

Y la panameña abarrotada de bares y prostitutas por doquier, que se dedicaban a satisfacer a la soldadesca yanqui, que, en sus ratos de ocio, buscan la aventura con la multa y bebiendo ron para saciar la sed que produce el calor incontrolable.

La idea del mural

El maestro Leal no fue ajeno a esa visible y dramática realidad, invitado por Salomón de la Selva, el poeta nicaragüense, y por Luis Padilla Nervo, cónsul mexicano, a dar un ciclo de conferencias en el Círculo de Estudios Iberoamericanos de Panamá sobre el nacimiento del movimiento pictórico moderno en México.

El rector del Instituto Nacional el Dr. Octavio Méndez Pereira, le invita a realizar un gran fresco en la entrada principal del Aula Máxima de dicha universidad.

Leal, quien desde sus frescos bolivarianos –ejecutados en el Anfiteatro Bolívar del Colegio de San Ildefonso en México, en 1930– había ya asumido una posición crítica en referencia a la intervención estadounidense en América Latina, se enfrenta en Panamá a una situación ignominiosa, que lo mueve a proyectar y realizar el Neptuno Encadenado.

Aprobado el proyecto del mural por el rector Méndez Pereira, Leal procede a la ejecución de una alegoría donde se analizan las formas del Imperialismo y la respuesta panameña a la intervención americana.

El muralista Fernando Leal. (@Fernando Leal Audrilac / Colección y Archivo).

El mural

La figura gigantesca de Neptuno, dios romano del mar, se encorva encadenada por un marine y un ranger que le obligan a pasar por las estrechas compuertas de Gatún al tiempo en que, en el fondo del mural, un inmenso buque carguero, el Petén de la United Fruit Company, atraviesa el horizonte del fresco.

El marinero ebrio coquetea con una prostituta mulata. Entretanto, un niño harapiento le hace trompetillas al soldado mientras juega con un barquito de papel. Detrás, un letrero amarillo ostenta la inscripción: “U.S. RESERVATION KEEP OUT”.

En la parte alta, sobre el portón de ingreso a la Aula, John D. Rockefeller, recostado sobre sendas pencas de bananas y talegas de dinero, empuña el Tratado del Canal, teniendo a sus espaldas el tablero de mandos de las compuertas del Canal y un paisaje neoyorkino.

Un mulato a su lado, de rodillas, y con los brazos tendidos hacia el horizonte por el que pasa el Petén, observa impotente cómo la gran nave se desplaza lentamente llevándose las riquezas arrancadas a su pueblo.

En el cielo, un escuadrón de aviones caza de la marina nos recuerda con el zumbido de sus potentes motores la presencia de las bases de ocupación americanas en suelo panameño.

“El Imperialismo aparece representado en sus tres formas: militar, tecnológica y político-económica”.

Colección y Archivo

La “familia” mulata panameña representa, en la figura del hombre, la impotencia; la de la prostituta, la forzada corrupción, y el niño vestido en harapos emblematiza el irónico y trágico futuro del país condenando a la miseria.

La destrucción de la obra

Al progresar la realización de la obra, ya casi terminada en 1936, el Dr. Méndez Pereira se atemoriza por el contenido del mural, aprobado por él inicialmente, ya que no existía ninguna diferencia entre el proyecto a escala y la pintura a tamaño definitivo, y llama al presidente de la República, Dr. Juan Demóstenes Arosemena, para que lo vea.

El pretexto aducido para justificar la destrucción del mural fue que, “según el censo de 1903, Panamá es oficialmente un país de raza blanca…”, y Leal había representado a Panamá con personajes mulatos.

Juan Demóstenes Arosemena, 18º presidente de Panamá entre 1936 a 1939.

Hasta la fecha, Neptuno encadenado es recordado no sólo por ser la primera obra del muralismo mexicano en Centroamérica, sino, sobre todo, por provocar numerosos movimientos políticos, pues a su destrucción siguió la condena de artistas e intelectuales en Panamá y en México.

El Grupo Henri Barbusse y el Partido Socialista reclamaron la dimisión del presidente Arias en la Asamblea Nacional de Diputados por haber dado la orden de la destrucción del fresco, comparando al gobierno panameño con “… los quema-libros de la Alemania Nazi y de la Italia fascista…”

Entre tanto, el gobernador norteamericano de la Zona del Canal, Clarence S. Ridley, invitó a Fernando Leal a repetir su mural dentro de su territorio, ofrecimiento que rechazó el pintor por respeto al pueblo de Panamá.

“Neptuno encadenado’ fue una de las obras de mayor impacto político real del siglo XX”.

Fernando Leal, amenazado de muerte si repetía su mural, logró salir vivo de Panamá gracias al salvoconducto que le concedió el gobernador de la Zona del Canal por instrucción directa del presidente de los Estados Unidos, Franklyn Delano Roosevelt.

Conflicto diplomático

Panamá amenazó con total suspensión de relaciones diplomáticas con México y solicitó al gobierno mexicano que se dictaran “autos de formal prisión” contra Fernando Leal a su regreso a México.

Se ignora el método utilizado exactamente por la picota militar enviada por el presidente Arosemena para destruir el Neptuno Encadenado, se presume que fue con cincel y martillo.

Desde adolescente escuché relatos sobre esta fascinante historia del gran artista mexicano, que arriesgó su vida por nuestro país, Panamá.

En este forzado encierro, vino a mi memoria el Neptuno encadenado y decidí que era hora de investigar sobre ella, porque algún día, tal vez lo podamos volver a ver en su esplendor, gracias al artista Fernando Leal Audirac, hijo del muralista, quien posee todos los dibujos ejecutivos de la obra y podría realizar para nosotros una réplica, en la que cada una de sus imágenes nos devuelvan la historia que jamás debemos olv

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