El Canal de Panamá es indefendible por medios militares. Su verdadera protección radica en su neutralidad permanente y no en el despliegue de escudos ficticios e inservibles que son ofrecidos por fuerzas que anhelan retomar su total control y reducir la voluntad soberana para imponer caminos armamentistas.
Un detallado estudio en materia de seguridad, realizado durante el gobierno del desaparecido general Omar Torrijos, identificó más de 70 puntos vulnerables en la vía interoceánica que fue transferida a manos panameñas el 31 de diciembre de 1999, tras décadas de luchas para recuperar el territorio conculcado.
Desde la inauguración oficial del primer tránsito, el 15 de agosto de 1914, la vía acuática jamás ha sido blanco de atentados terroristas. Nadie se ha atrevido a poner en riesgo un paso centenario de importancia global, administrado hoy por panameños, luego de la traumática presencia militar de Estados Unidos.
Por ello, una versión oficial estadounidense, de que un presunto fedayín con cara de vendedor de alpargatas habría intentado conspirar en 2011 contra la infraestructura canalera carece de sustento y sugiere propósitos aviesos en el ámbito latinoamericano, plagado de planes subversivos e intervencionistas.
El mayor riesgo a la seguridad de la vía interoceánica surgió el 6 de febrero de 2015, cuando en forma irresponsable este país se sumó a la alianza bélica contra el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en ingles), que encabeza Estados Unidos, en abierto desconocimiento al Tratado de Neutralidad Permanente del Canal.
En esa oportunidad, el gobierno puntualizó en un comunicado que Panamá “ha decidido formar parte de la coalición de países de la comunidad internacional contra el grupo Estado Islámico, que busca hacerle frente a las amenazas contra la paz y la seguridad internacional impuestas por este grupo”.
Tal decisión adquiere preponderancia en la víspera del viaje del presidente Juan Carlos Varela a Washington, previsto para el 19 de junio, en medio de tensiones internacionales. No es extraño que en la agenda de trabajo con el presidente estadounidense, Donald Trump, sobresalgan la Seguridad y Venezuela.
Estados Unidos mira con ojos rapaces a Panamá, a causa de la pérdida de influencia global ante el empuje de economías como China, Rusia, India, incluso Alemania. Para recuperar el predominio perdido, Washington recurre a peones en el ajedrez geopolítico y demanda a sus socios estricta subordinación.
Es allí donde surgen las verdaderas amenazas a la soberanía panameña y no en los rumores o el miedo. La Junta Directiva de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) debería estar preparada para exigir al gobierno panameño que renuncie en forma inmediata a la coalición contra ISIS, y garantizar la neutralidad.