La “crisis migratoria” fabricada

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Refugiados en Tulcán, Ecuador. (Foto: EFE).

Por Marco A. Gandásegui, hijo
Profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA

Panamá no experimenta en la actualidad una crisis migratoria. Panamá siempre ha sido un país abierto a las migraciones. No porque somos más o menos simpatizantes de los extranjeros que vienen a buscar trabajo. La razón hay que encontrarla en factores sociales y económicos. Las inversiones que se hacen en el país tienen que ser valorizadas por los trabajadores (preferiblemente mano de obra barata).

Durante la colonia, los españoles trajeron muchos trabajadores de otros territorios americanos. En la era colombiana, la construcción del ferrocarril transístmico y del Canal francés trajeron al país migraciones de Europa, Asia y América latina, especialmente del Caribe. Igualmente, cuando los norteamericanos construyeron el Canal (1904-1914) las migraciones fueron enormes.

Esas migraciones gigantescas provenientes del mundo entero no se volvieron a dar en el siglo XX, ni cuando se construyó el tercer juego de esclusas en este siglo. Hay una razón muy sencilla que lo explica. La mano de obra barata que construyó las bases militares norteamericanas antes y durante la segunda guerra mundial era nuestra. Eran campesinos desplazados de sus tierras y que buscaron empleo en las ciudades terminales del Canal. Fueron expulsados de sus tierras por las grandes corporaciones agroindustriales. La mayoría de los migrantes “internos”, con sus familias, crearon las enromes “barriadas brujas” de las afueras de la ciudad de Panamá. También se instalaron en las viejas barracas construidas por los caseros panameños para los trabajadores informales del Canal.

Panamá tiene en la actualidad 4 millones de habitantes. Cerca de 40 mil son extranjeros. Es decir, el uno por ciento del total. Según el gobierno, hay menos de mil extranjeros que han solicitado el status de refugiado. ¿Cuál es la crisis? Esa apariencia de una crisis también tiene su explicación. Panamá es uno de los países más ricos de la región. Su tasa de crecimiento económico en los últimos 20 años ha sido extraordinaria. El llamado producto interno bruto (PIB) se ha multiplicado varias veces en los últimos 4 lustros. Las agencias de las Naciones Unidas consideran a Panamá un país moderadamente rico y hemos sido excluidos de los programas de ayuda creados por esa organización internacional.

La crisis, entonces, no está en la población ni en las migraciones. La crisis está en por qué un país tan rico tiene indicadores sociales tan deplorables. Casi en todos los aspectos sociales, Panamá se encuentra en los puestos más bajos: Educación, salud, vivienda, empleo y otros. Podemos explicar entonces la crisis migratoria. Es una crisis fabricada para distraer a la población –especialmente a los sectores populares que sufren las consecuencias de estas desigualdades– que no encuentra solución a sus problemas.

Por ejemplo, el gobierno dice que el alto costo de los productos alimenticios no es el resultado de las leyes que benefician a las empresas importadoras.

Los medios no desmienten a los funcionarios. En cambio, nos inundan con “noticias falsas” de las migraciones de extranjeros, sus peripecias y las heroicidades de SENAFRONT. El gobierno también dice que el colapso del sistema educativo no se debe a su descuido, a la desviación de recursos a otras actividades innecesarias y la falta de un plan mínimo para invertir nuestros recursos. Otra vez, distraen la atención del pueblo panameño acusando a los extranjeros de robarle los puestos de empleo a los trabajadores nuestros.

La falta de empleo en el país y el hecho que el 50 por ciento (uno de cada dos) trabajadores son informales no es un problema creado por los inmigrantes (legales e ilegales). Este es el resultado de las políticas públicas que desalientan la inversión de nuestras riquezas (Canal, puertos, minas, latifundios) en actividades productivas como plantas industriales y agroindustriales. No aprovechan el interés chino en invertir en Panamá y crear lo que llaman un “hub” para toda América latina. Se crearían oportunidades de empleo y, por qué no, hasta para los inmigrantes.

En EEUU aplican la misma táctica tratando de convertir los inmigrantes en la causa de todos los males que sufren actualmente las familias norteamericanas sin empleo, con una educación y servicios de salud cada vez peores y sin viviendas. Trump convenció a muchos que el problema eran los mexicanos. Había que cerrar la frontera, construir una muralla y criminalizar la inmigración. En Panamá, tenemos que poner fin a las políticas que benefician a unos pocos y poner el país en el camino del desarrollo integral con una población trabajadora formal y productiva.

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