La cajita de sorpresas, una historia canalera
Por David Carrasco
La trituración de la roca extraída para las mezclas destinadas a la construcción del tercer juego de esclusas de la vía interoceánica inspiró al consorcio contratista Grupo Unidos por el Canal (GUPC) a festejar y repartir en 2010 un curioso souvenir: una cajita en forma de sarcófago o catafalco, que contenía una piedra, negra y dura.
La cajita, hecha de cartón, había sido diseñada con la idea de presentar un artículo en miniatura, similar al baúl de La isla del tesoro (1883), una novela de aventuras escrita por el escocés Robert Louis Stevenson. El resultado del intento fue un recipiente pequeño, útil para una funeraria, pero sin el glamour que tuvo el estreno de la ópera Aida, en el Teatro de Ópera del Jedive, en El Cairo, Egipto, el 24 de diciembre de 1871, en la inauguración del Canal de Suez.
Luego de la ceremonia, relacionada con la trituración de rocas, los reporteros gráficos advirtieron la existencia del extraño obsequio, consistente en una cajita que albergaba una piedra basáltica de la que GUPC se sentía orgulloso. El consorcio, integrado por la empresa española Sacyr Vallehermoso, la italiana Salini Impregilo, la belga Jan de Nul y la panameña Constructora Urbana, S.A. (CUSA), había ganado en 2009 el contrato de diseño y construcción del sistema de esclusas con compuertas rodantes.
En realidad, había motivos para una celebración con gran boato. GUPC obtuvo en la licitación 8.088 puntos a su favor, de 10.000 posibles, y podía darse el tupé de recordar que sacó de carrera a sus competidores, quienes no mejoraron la propuesta de 3.118 millones de dólares del consorcio. Una atractiva oferta por debajo del precio base, aseguro el camino para la aprobación del contrato, que llegó como una tabla de salvación en tiempos de crisis financiera.
Una fiesta inolvidable
Vestidos con chaqueta blanca, como en la película Casablanca (1942), los saloneros contratados por GUPC se esmeraron a la hora del brindis. Como en el antiguo drama marroquí protagonizado por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, hubo música, risas y una infaltable promesa de éxito de los ejecutivos del consorcio. ¡Vamos a cumplir!, se escuchó a través de las bocinas colocadas bajo unos gazebos en el sector de Cocolí, en la vertiente del Pacífico.
Algunos empresarios presentes empezaron a frotarse las manos. Oros, dijeron con entusiasmo: ¡este es el momento de Panamá! Pese a ello, los periodistas reaccionaron con prudencia ante los anuncios oficiales. Esa actitud de reserva se reforzaría tras recibir una cajita oscura al abordar los autobuses para el retorno a la ciudad capital. En el interior de los vehículos, resonaron frases de sorpresa y los chistes relacionados con la enigmática cajita y su contenido.
Un corresponsal de una agencia extranjera declaró con ironía: ¡tengo en mis manos la piedra filosofal de Harry Potter! Al fondo, alguien gritó: ¡después les tiran piedra, y no saben por qué! Una voz femenina exclamó: ¡los vamos a lapidar!, pero un periodista local con residencia al otro lado del Puente de las Américas, prometió devolver el trozo de basalto al Canal, con la reflexión de que ¡piedra eres y en polvo te convertirás! Una chica miró el material pétreo dentro de la cajita y preguntó: ¿habremos vuelto al Neolítico?
Las incógnitas quedaron despejadas en enero de 2014, cuando GUPC demandó a la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), por una friolera 497 millones de dólares, por supuestos sobrecostos. Pablo Möder, coordinador de la directiva del GUPC, se quejó de la calidad del basalto y problemas geológicos en 2,5 kilómetros de las obras, mientras que Sacyr Vallehermoso adujo que el basalto carecía de las propiedades requeridas en la ejecución del megaproyecto destinado al paso de los enormes buques “post Panamax”.
Con un tercer juego de esclusas retrasado en su entrega, una lluvia de reclamos de los contratistas, que superan los 3.400 millones de dólares, y problemas de filtración en la estructura canalera, está claro que la cajita no era pare de la leyenda de la Piedra del Destino o Piedra de Scone -reverenciada por los británico-, o la Gran Piedra en el Parque de Baconao, en Cuba. Ello fue el anticipo de un capítulo inconcluso del Canal de Panamá, más caro de lo previsto, y de notorios personajes, autores de escándalos, litigios e intrigas.