Sociedades anónimas y otras yerbas aromáticas
Ebrahim Asvat
Analista Político
LA BITÁCORA | 16 de abr. Uno no se mete donde se reparten garnatones. Es un aforismo muy autóctono que se lo he oído a Andrés Vega del Cañonero de Domplín. Es propicio en estos momentos donde se discute elementos relacionados con la ética, la moral, la transparencia, el delito, el cuasidelito, el riesgo reputacional en el tema de los papeles sustraídos de la firma Mossack Fonseca entender la complejidad de la actividad comercial mundial.
Los medios de comunicación lograron su objetivo de marcar en el mundo un sensacionalismo mediático para elucubrar sobre las actividades comerciales de miles de personas y empresas. Se enfocaron a buscar y exponer el caso de algunas figuras de reputación pública y listar ciudadanos de algunos países donde sus Estados pretenden aplicar el manto de su tributación hacia todo lo que pueda generar su ciudadano no importa donde se genere el ingreso o renta.
Esto le ha caído como anillo al dedo a algunos gobernantes para enfilar su accionar contra la República de Panamá sin importar la procedencia de las sociedades anónimas (la mayoría de otros países) ni reaccionar frente a sus propias instituciones financieras y empresas generalmente promotoras de estos instrumentos jurídicos a sus clientes o para uso propio.
Seamos francos. Esta obsesión contra Panamá no es por alguna cualidad o característica propia de nuestro país. Es únicamente transformarnos en el chivo expiatorio de un problema mundial generado por el propio sistema capitalista y el afán de la apertura económica, la integración de las economías y lo que muchos denominan la globalización o mundialización. (El mundo es plano”).
Todas las empresas que han tenido la oportunidad de explorar oportunidades fuera de su país se han encontrado con ciertas realidades: 1. Ventajas tributarias, 2. Mano de obra barata 3. Leyes o reglamentaciones flexibles. Han descubierto que en la medida que pueda reestructurar sus empresas para conquistar el mundo consumidor, aprovechando estas diferencias entre países, logran optimizar su rentabilidad. Pongo un ejemplo: Una empresa francesa transfiere su sede a Irlanda manteniendo a la operación francesa como una filial doméstica y va a la conquista del mundo con sus bienes y servicios mediante sedes regionales en Dubái, Singapur, Panamá, Suiza. Establece una sede de investigación científica en California y toda su producción se la subcontrata a empresas chinas y vietnamitas. Bienvenido a la empresa multinacional cosmopolita, ultra nacional.
La empresa dejó de ser francesa ahora no tiene raíces en ningún país sino es una especie de ciudadano universal. Sus trabajadores están distribuidos en diversos países y son de todas las nacionalidades. Su dirección está en manos de un ingeniero hindú. Aprovecha las reglas tributarias, laborales y legales de los distintos países del mundo para ser más eficientes y rentables. Si no lo hace no pueden competir contra los precios de sus competidores por productos similares. Y no tendrán la rentabilidad necesaria para generar las mayores ganancias a sus propietarios accionistas. Igualmente esta empresa universal que surgió como un negocio familiar ahora cotiza en la bolsa de valores de Nueva York y Londres. Y para cubrir sus operaciones en el mundo han constituido más de quinientas compañías filiales en distintas jurisdicciones . Y no me estoy refiriendo a una empresa en particular. Solo con revisar las 500 empresas más grandes del mundo ustedes se encontrarán que todas se han estructurado y organizado a través de estos tres ejes: Mano de obra barata, Ventajas Tributarias y Legislación Flexible.