La beca universal y la mediocridad estudiantil

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Cheques de la beca universal.

Por Alberto Velásquez
Periodista

El año escolar del 2018 termina con uno de los más altos índices de fracasos en planteles de nivel primario y secundario. Los “expertos” en Educación, quienes probablemente no han leído decenas de estudios acumulados en el Ministerio del ramo para abordar los problemas de la enseñanza pública, sostienen que la enorme cantidad de estudiantes reprobados se debe a múltiples situaciones sociales que imperan en Panamá.

Sin embargo, lo evidente es que durante los últimos años no hay fórmula comprobada que impida los aumentos en los fracasos y la deserción escolar. La situación es preocupante y genera alarma el hecho de que haya un arquitecto a cargo del Ministerio, en vez de un pedagogo de alta calificación, Por más que lo intente, el designado de marras no podrá resolver el conflicto con gremios docentes contestatarios, el enorme déficit curricular y el precario estado físico de escuelas que deben ser reparada con urgencia.

A esa situación irregular y caótica hay que sumar hechos tan adversos como la distribución de la llamada beca universal con fines políticos y sin una reglamentación efectiva. Con ese enfoque clientelista, de partidos oficialistas empeñados en mantenerse en el poder, es casi seguro que la Educación caiga en el despeñadero. No hay una dirección correcta en el diseño de una verdadera reforma educativa para la transformación del país.

Una Educación desprovista de objetivos de desarrollo nacional y carente de calidad en la enseñanza, sólo servirá para formar a gente mediocre, adocenada y sin las capacidades profesionales que requiere el mundo laboral y de la tecnología.

Cuando los educadores Eduardo Ritter Aislán, Diógenes Arosemena y Rigoberto Paredes emprendieron la iniciativa de redactar la ley que creaba el Instituto para la Formación y Aprovechamiento de los Recursos Humanos (el IFARHU), tuvieron la visión de darle valor al talento estudiantil. Entonces, fueron entregadas becas a niños y jóvenes que realmente se dedicaban al estudio. Además, se promovió un programa de mérito, apoyando económicamente a los sobresalientes.

No hay duda alguna: el propósito del IFARHU ha sido desnaturalizado. Como lo expresó una distinguida rectora, la rehabilitación de materias se ha convertido en una práctica corriente, que permite al estudiante reprobado en varias asignaturas recuperar la beca en tres semanas. Ese hecho predispone a los alumnos a la mediocridad, pero con la diferencia de que los beneficiarios de las mencionadas becas disponen de dinero efectivo en el bolsillo para gastarlo como les plazca.

Aunque a algunos les parezca algo inconcebible, la cuestionada beca universal ha servido para acentuar las deficiencias de quienes no saben leer, escribir y sumar. Ese panorama desalentador es el destino triste de la Educación panameña, sumida en una crisis sistémica, pese a los altísimos presupuestos oficiales asignados cada año. La deserción escolar, los fracasos y el pobre rendimiento en las aulas lo demuestran y son el vivo ejemplo de que el modelo ha colapsado.

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