Jorge Turner, entre la cárcel y el recuerdo

2
499
Jorge Turner.

Julio Yao Villalaz
Analista Internacional, Presidente Honorario y Encargado del Centro de Estudios Estratégicos Asiáticos de Panamá (CEEAP)

Resumir la vida de una persona relevante es un reto, pero reseñar la de alguien allegado en pocas palabras es imposible. Con Jorge tenía una relación especial.

Carta póstuma

Hace 11 años escribí una carta póstuma (“A Jorge Turner Morales”, La Estrella de Panamá, Redacción Digital, 11 de septiembre de 2011), tras su deceso el 7 de septiembre, de la que extraigo lo siguiente:

“A fines de los años cincuenta nos reunimos tu hermano David, tú y yo, en casa de tu padre, Domingo H. Turner, para discutir la forma de abordar la cuestión de la soberanía en el Canal. David traía bajo el brazo su libro, Estructura Económica de Panamá. Tú habías regresado de México con tus alforjas llenas de utopías.

“Yo apenas frisaba los veinte años y estaba familiarizado con lo que habían dicho sobre el Canal Ricardo J. Alfaro, Harmodio Arias, Octavio Fábrega, Galileo Solís, Eloy Benedetti y otros. Todo lo que hice por Panamá fue en cumplimiento del pacto no escrito de los años cincuenta.

“En tu última visita a Panamá, expresaste que fui yo quien más sufrió a raíz del golpe militar, en vista de que el día antes de mi detención me había casado, y ese sueño me lo arrebató el vendaval. Ahora te marchas sin avisar, sin despedirte. En este último Parte, te informo que los grupos de izquierda no se integran en una sola alternativa y que algunos de los condenados de esta tierra desean postularme a la presidencia de Panamá en el 2014.”

Lo conversado en la residencia de DHT era parte de un esfuerzo amplio para construir una alternativa popular, como lo fue Vanguardia de Acción Nacional (VAN) (Gilberto Velásquez, Testimonio, Aportes para una historia de Vanguardia de Acción Nacional, Editores Anayansi Turner y Olmedo Beluche, 2020).

La familia Turner y el Tratado de 1903

Es injusto no recordar a DHT, de quien fui amanuense (era taquígrafo) desde 1959, como también a los sobrinos de Jorge: Clarita Emilia, «Chichita», Jaime y Ricardo Turner; su esposa, Lilia Yau Villalaz y a sus hijas Anayansi y Lilia Turner Yau.

DHT demandó en 1963 ante la Corte Suprema la inconstitucionalidad del Tratado de 1903, la cual fue rechazada, con el honroso salvamento de voto del Dr. Rodrigo Arosemena. La eliminación del Tratado se llevó a cabo bajo el Canciller Juan Antonio Tack, a partir de la Declaración Tack-Kissinger de 1974 que eliminó las causas de conflicto, basada a su vez en la denuncia de nulidad del convenio que hice en julio de 1968 ante el gobierno de Marco A. Robles, el Presidente Electo, Arnulfo Arias, y el embajador de EUA, Charles W. Adair. Debido a esa denuncia y mi asesoría a Torrijos y Tack, éstos me solicitaron redactar dicha Declaración.

Una de las obras de Jorge, Treinta Latinoamericanos en el Recuerdo, es la que mejor describe al propio autor y, por ello, este artículo aspira a que éste sea un modesto medallón en su honor (Jorge Turner, Treinta Latinoamericanos en el Recuerdo, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México, 1998).

Cuándo y cómo conocí a Jorge Turner

Conocí a Jorge en 1958-59 en un cumpleaños de mi hermana Lilia Yau, donde hizo un brindis fuera de lo común, que lo revelaba como un ser superior. Y es que Jorge, tras su primera experiencia en México, se sentía hermano, al igual que yo, del primer poeta marino y negro de Colombia, Jorge Artel. Fue Artel quien elogió mis primeros poemas y ordenó que Alberto Dutari me hiciera un lienzo para presentarlos públicamente. El lienzo, mis poesías y el texto de Artel lamentablemente desaparecieron.

El Canal, Calvario de un Pueblo y Arnulfo Arias

A raíz de mi oposición a los Tratados RJ, el presidente Arnulfo Arias me invitó para agradecerme y conocerme y ordenó la publicación de mi libro, El Canal de Panamá, Calvario de un Pueblo, del cual Jorge hizo un brillante prólogo en agosto de 1968, antes de partir a la Conferencia Tricontinental con Floyd Britton, quien denunció el texto de los RJ que puse en sus manos.

El libro debía ser publicado por Editora Lemania, de la Dra. Etilvia Arjona, y distribuido en Latinoamérica como base de nuestros reclamos ante EUA. Pero, sorpresivamente, Arias dio marcha atrás y canceló el proyecto, ya a punto de terminar. ¿Era ésta una señal de que Arias no se enfrentaría a EUA como sí lo hicieron Omar Torrijos y su canciller, Juan Antonio Tack? Por ésta y otras razones, dejé plantado al Dr. Arias.

Jorge Turner, Floyd Britton y el 11 de octubre de 1968

Cuando a Jorge lo arrestaron en los primeros días del golpe, lo mantuvieron en la tercera galería de la Cárcel Modelo, la mejor aireada y soleada. Floyd había estado antes en la celda No. 1 de la primera galería. Fue trasladado a la tercera galería, con una afección en los oídos que le ayudé a atender. Lo mataron en Coiba, y yo denuncié ese crimen en Amnistía Internacional en Londres en enero de 1969.

Celda de castigo No. 3, con candado

Yo estaba confinado en la celda No. 3 en la primera galería, la única con candado en la Cárcel Modelo, donde 16 personas dormíamos en el piso, como sardinas en lata y colgados de la ventana y la puerta, ya que la celda solo contaba con un camastro maltrecho.

Me acompañaban Gilberto Velásquez, Carlos Núñez, Zósimo Wong, los hermanos Peña, Toty White (asesinado después), un estudiante de Ciencias, apellidado Guerra, y mi cuñado, entre otros. Jorge me había dicho que “los que estaban fuera debían olvidarse de los que estábamos presos”, pero eso habría que verlo.

Para sobrellevar este castigo, donde solo nos abrían la celda a los 16 durante 15 minutos para el baño — tiempo disponible para todas nuestras necesidades – tuve que abstraerme y entrar en estado de trance. De esta forma, no solo dejaba a un lado mis preocupaciones personales, sino que me aislaba del mundo exterior.

Sin proponérmelo, hice una huelga de hambre durante dos meses: nunca ingerí la comida de la cárcel, y la poca que me traían de casa era requisada y estropeada. Jamás recibí visitas de familia o amigos ni nos permitieron tomar sol ni bajar al comedor, como a todos los demás presos.

Los presos “de confianza” nos decían que nos iban a fusilar a todos o a mandarnos a Coiba. A uno de ellos (que me soplaba noticias del Estado Mayor) lo apalearon delante de mí y murió al día siguiente.

Nuestros compañeros eran disciplinados. En contraste, algunos personajes «distinguidos” fueron arrestados (Carlos Iván Zúñiga y otros), mas no maltratados.

“Ese Julio Yao, ¡con todo!”

Al segundo mes, me trasladaron a la tercera galería. A Floyd ya se lo habían llevado a la isla penal de Coiba. Saliendo de la oscuridad de mi celda subterránea a la luminosidad de la tercera galería, me percaté de que había perdido la visión: los techos del Chorrillo eran solo una franja rojiza y ondulante. Allí compartí celda con los dueños de la “bolita”, pero estos delincuentes eran gente procaz e intragable.

Cierta noche, un guardia gritó: “Ese Julio Yao, ¡con todo!” Era la forma de decirnos que seríamos puestos en libertad. Pensé que podría ser una maniobra para matarme. ¿Debía seguir hacia el G2 o escaparme? Podría haber un tirador para asesinarme al pasar por el Cementerio Amador, como acostumbraban las dictaduras del Sur. No me hacía ninguna ilusión, pues la CIA tenía oficina en la Comandancia y me había amenazado y acosado de 1966 a 1968.

Jorge me salió al paso esa noche, arropado con una sábana, y me susurró: “Julito, dile a Palacio (Teodoro) que, ¡pecho a tierra!” Palacio pertenecía a un sindicato de Colón. Pese a amenazas, le di el mensaje, pero contestó que no podía ocultarse porque debía mantener a su mujer e hijo, y estaba trabajando como pintor en Río Abajo. Le insistí que se perdiera y que ayudaríamos a su pareja. Fue la última vez que lo vi. Murió asesinado.

En el G2

Alejandro “el Fulo” Araúz, era el jefe del G2. Me dijo que tenía su escritorio lleno de “papelitos” que pedían mi liberación, desde la Iglesia y la Universidad hasta gente del gobierno y que tenía un expediente con cientos de páginas contra mí. Lo reté a que me lo enseñara y le advertí que había gente presa que era inocente.

Luego dijo: “Usted es el cerebro de la guerrilla.” “Cómo llegan ustedes a esa conclusión?, le pregunté. ¿De dónde sacan ustedes esa idea? ¿Cree usted que una persona que se casa como yo, un día antes de su arresto, va a andar en guerrillas?

Dijo que mis artículos demostraban que yo tenía “pensamiento estratégico y militar” y preguntó: “¿por qué recorta sus artículos? ¿Para enviarlos a Rusia?” (Habían obviamente arrestado e interrogado a mi esposa). “Negativo. Eso no me incrimina, no me asusta y no es cierto”, contesté. “Desde el primer día estoy preso.”

Le reclamé que había mucha gente inocente detenida; que la soltaran, porque yo al menos admitía que escribía, pero que, si ese era mi delito, “regréseme a la celda. No les pedí que me soltaran”.

“Ah, ¡y encima te me vas a poner ronconcito!”, me espetó. “Mire, lo voy a soltar, pero le pido que no se vea con sus amigos ni vaya a la universidad.” Yo ignoraba qué sucedía afuera, y le contesté: “Vea, Coronel, si yo salgo por esa puerta, salgo como hombre libre y sin condiciones, y espero que no me mande sus sabuesos a mi casa ni a perseguirme, ¡porque a mí también se me calienta la sangre!”

Me ripostó: “Queda avisado: la próxima vez que lo detengamos, ¡usted no saldrá vivo de la cárcel!”

De mala gana me dio la llave de mi Volkswagen y me fui. Era medianoche en la segunda semana de diciembre de 1968.

Elecciones de nuevo rector

Como presidente de la Asociación de Estudiantes de Diplomacia (AED) y representante ante el Consejo General Universitario, asistí a las elecciones a rector en el Auditorio José Dolores Moscote. Dos agentes armados de la Policía Secreta se plantaron a mi izquierda y mi derecha. La reunión fue agitada, tras la cual el gobierno cerró la universidad. Nuestra AED marcaba las pautas en la Universidad, incluida la Unión de Estudiantes Universitarios (UEU).

No obstante amenazas de muerte, también tomé contacto con cuadros del VAN, quienes me pidieron buscar ayuda para comprar medicinas, pero las personas consultadas (gente nacionalista y prestante de clase media) me dieron la espalda. Ello me afirmó en mi convicción de que las armas no eran la respuesta.

Mi refugio en la Zona del Canal

A principios de enero de 1969, recibí llamada de un condiscípulo que me alertaba de un nuevo arresto contra mí y que “me perdiera”.

Cuando me dirigía en mi Volkswagen (con motor Porsche Super), a la Zona del Canal, desde la Cervecería Nacional en la Transístmica, un auto de la Policía Secreta en vía contraria me hizo señales para que me detuviera, pero continué rumbo a la Zona bajo lluvia de balas sin que me pudiesen alcanzar y me refugié en casa de un amigo norteamericano en Balboa, quien me había invitado cuando fuese necesario.

El gobierno de la Zona prohibía dar refugio a los panameños, pero mi amigo, Ed Praxel, quien era maestro, tenía conocidos en la Policía de la Zona que se hicieron de la vista gorda hasta que fui invitado por la Sra. Carmen de Coy, condiscípula mía, quien me acogió en su hogar en La Boca. El gobierno de la Zona pretendía expulsarme en un barco de la bananera hacia EUA, pero yo me opuse y amenacé con denunciarlos ante los medios internacionales.

A través de la Sra., Coy, el presidente de la CSJ de la Zona, el Juez Crowe, y el propio Gobernador de la Zona, el general Flemming, me invitaron a alojarme como huésped especial en sus residencias respectivas hasta que yo culminara mi tesis de graduación en la Escuela de Diplomacia. Cortésmente decliné ambas invitaciones y permanecí en casa de la Sra. Coy hasta que partí el 19 de diciembre de 1969, hacia Holanda, a estudiar en el exilio. Ya habían matado a Floyd.

En Holanda solo recibí visitas frecuentes de José Yanes Durán, ex embajador en Indonesia, y de Thelma King, quien me llamó desde París. Jorge, Thelma y yo escribíamos en el semanario, Tribuna Pública, en rechazo a los tratados.

Nada de mi anterior odisea y vía crucis desde diciembre de 1968 lo conoció Jorge, quien salió al exilio en México en junio de 1969. Se interrumpió todo contacto entre nosotros, y no me enteré de la fusión del VAN y el MUR en el MLN29-11.

En 1974, viajé con el canciller Tack a México para tratar con Jorge el regreso de los exiliados, lo cual dio frutos después de la firma de los Tratados T-C.

Lo que pasé en Panamá era juego de niños comparado con lo que sufrí en Holanda (1970-1971), incluyendo mi secuestro por la CIA en Washington, en mayo de 1970.

2 COMENTARIOS

  1. Jorge Turner y Julio Yao Grandes leales Nacionalistas, Patriotas Panameños incorruptibles que con dignidad aceptado el destino que eligieron (encarcelados, el primero expatriado, el segundo perseguido por laCIA) como destacados luchadores líderes escritores y educadores sociales, reúnen el perfil para que los reconozcamos como Cientistas Sociales.

  2. DIOS MIO ESTA HISTORIA ES PEOR QUE LA HISTORIA DEL IMPERIO ROMANO….VAYA EPOCA LOS CINCUENTA LOS SESENTA LOS SETENTA …….Y EN LOS 89 LA INVASION–ESPECIFICAMENTE EL 20 DE DICIEMBRE DE 1989…….Y SEGUIMOS–NICARAGUA–HAITI–SANTO DOMINGO–SALVADOR-GUATEMALA-CHILE-ARGENTINA—ALEMANIA-RUSIA-CHINA–Y EL ASUNTO ES HISTORICO—JERICO-SODOMA–ESPARTA-ATENAS-BIZANTINO-Y SE ACERCA EL DICHO POR EL SEÑOR EINSTEIN—-LAS ARMAS QUE USARAN EN LA CUARTA GUERRA SERA PALO Y PIEDRA SI LO HAY…….DIOS ILUMINE AL SER HUMANO POR EL CAMINO DE LA LUZ Y LA SABIDURIA——AMEN

Dejar una respuesta

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí