Por David Carrasco
El periodista, semiólogo e investigador español Ignacio Ramonet llamó a repensar la forma tradicional de hacer política partidista y examinar la función de los grandes medios de comunicación que están en declive en mundo cambiante, mientras que las personas se autoconvocan a través de grupos conectados a través de redes sociales de uso intensivo que generan sus propias agendas.
En la conferencia “Geopolítica de las Fake News”, ofrecida en la sede la Universidad Especializada de las Américas (UDELAS), en áreas revertidas del Canal de Panamá, Ramonet, director del periódico Le Monde diplomatique en español, dijo que hay nuevas realidades y que “la sociedad ya no cree en las estructuras políticas que se construyeron para un mundo que no es el mundo de hoy”.
En ese sentido, llamó la atención sobre fenómenos sociales en los que jóvenes no ven televisión ni leen periódicos, por considerarlos símbolos del conformismo, y se vuelcan al uso de las redes sociales. Indicó que esa tendencia, que apela al uso masivo de dispositivos electrónicos, ha contribuido a la pérdida de influencia de grandes medios del llamado “cuarto poder”, al cierre forzoso de diarios y al despido de millares de periodistas alrededor del mundo ante la pérdida de anunciantes.
Ramonet sostuvo que un colapso dramático condujo a la inesperada quiebra del periódico estadounidense The Washington Post, en cuyas páginas se reflejó la vida política y social de Estados Unidos. Añadió que ese gran imperio mediático, que contribuyó a la caída del presidente Richard Nixon, tras el escándalo Watergate, fue comprado en 2013 por un simbólico dólar por Jeff Bezos, director y fundador de Amazon, compañía especializada en el comercio electrónico global.
El investigador planeó que un grupo de oligarcas ha terminado comprando en muchos países esos grandes medios deprimidos, no porque sea un gran negocio, sino porque es una forma de adquirir prestigio, poder y restar presión social y críticas sobre la clase económica en el gobierno, que se libera así de los ataques de la oposición y los cuestionamientos incisivos de los ciudadanos.
Sin embargo, advirtió que mientras ello ocurre, hay una generación que responde de forma diferente a la crisis de credibilidad y de inseguridad informativa.
Sostuvo que el crecimiento exponencial de las redes sociales ha contribuido a la creación de un nuevo universo repleto de manipulación e intoxicaciones con textos e imágenes distorsionados que configuran el concepto de posverdad en un mundo dominado por el relativismo de las ideas.
“En este universo ya no se respeta una jerarquía de las verdades”, puntualizó en la descripción de los cambios que han sido acelerados por la revolución digital. Para justificar ese enfoque, Ramonet citó un informe en el que se revela que 31 por ciento de los españoles ya no se fía de los medios, sino de las redes sociales, tal vez por las posiciones políticas asumidas por los periódicos cuyos intereses no necesariamente coinciden con el de sus antiguos lectores.
De hecho, el medio dominante ya no es la televisión, sino las redes sociales. En tiempos del apóstol de la independencia de Cuba, José Martí, el medio dominante era el periódico, que se vendía por millones de ejemplares. “Hoy, un solo individuo, con su propia red social, puede comunicarse con más ciudadanos que cualquier gran medio de masas tradicional”, enfatizó el investigador.
Ramomet sostuvo que “todo cambio de la comunicación, implica un cambio en la sociedad”, y muy probablemente encontrará detonantes políticos en el fenómeno comunicacional. Una pista que ayuda a entender ese argumento es el hecho de que la socialité Kim Kardashian es seguida en las redes sociales por 224 millones de personas, mientras que el Super Bowl (Súper Tazón) en Estados Unidos no superó este año los 97 millones de espectadores. Asimismo, el movimiento de “chalecos amarillos”, en Francia, se afianzó en las redes sociales para organizar masivas protestas callejeras.
Ramonet adujo que un gran reto será contener el flujo de “Fake News”, o noticias falsas, que son compartidas en las redes sociales por usuarios que encuentran en su lectura una satisfacción química cerebral y suelen ser propensos a la manipulación. Ello quedó demostrado a través de las mentiras difundidas por el equipo de campaña electoral de Bolsonaro contra los ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, y en el hecho histórico de que “si desaparece la verdad, también desparece la libertad”.