¿Habrá que poner las bardas en remojo?

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Un manifestante en el centro de Quito. (Foto: Getty).

Por Alberto Velásquez
Periodista y relacionista público

Considero que está muy distante la solución de la crisis en Ecuador, país al que le tengo un afecto muy especial.

Secuestrado por las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI), el actual presidente, Lenin Moreno, no tiene en sus manos la solución a los problemas que padece si continúa con el lastre de haber aumentado notablemente la deuda externa, el despido de empleados públicos y la eliminación de subsidios al combustible y otros rubros estatales.

El FMI tiene como premisa, para otorgar facilidades financieras, que los estados se achiquen, reduciendo salarios y planillas, y especialmente disminuir lo que llaman el gasto en educación y salud.

En Panamá, hay que poner las barbas en remojo. Se están despidiendo a muchos servidores públicos. Existe un plan para la contención del gasto y, lamentablemente, han reducido los presupuestos de Educación, de la Caja de Seguro Social, y otras dependencias del gobierno, mientras que paradójicamente proliferan nuevos funcionarios con jugosos salarios, y los viajes de los diputados continúan, pese a que se prometió disminuirlos.

A la crisis en Ecuador, le sigue Honduras. Así se está dibujando Brasil, donde las comunidades indígenas han sido golpeadas por un neoliberalismo que no los tiene en cuenta en materia de crecimiento y del desarrollo humano.

El aumento de la deuda pública en varios países latinoamericanos, entre ellos Ecuador y Argentina, superan límites del producto interno bruto (más del 30%), con efectos catastróficos en sus presupuestos y programas sociales en ejecución.

El saldo de muertos y heridos, como resultado del sitio y reprensiones a los manifestantes en Ecuador, responde a la idea equivocada de que las manifestaciones son promovidas por terroristas, desconociendo el verdadero clamor legítimo de los grupos populares afectados por medidas que los hacen cada vez más pobres.

En Ecuador y Panamá, el endeudamiento estatal es aplicado sin consulta a los ciudadanos, y no tiene saldos positivos. La elevada deuda no contribuye a mejorar las condiciones de vida de la población, porque la mayoría de los dineros van a parar a los centros financieros que endeudaron a gran cantidad de profesionales, obreros y campesinos, a quienes cobran altos intereses criminales.

No obstante, todavía sostenemos la esperanza de que la economía va a mejorar, pese a que las señales reveladoras sugieren que es necesario poner las bardas en remojo.

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