Guerra y garantías vulneradas en Panamá

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Miembros del Senafront y el Senan se toman la capital. (Foto: Roberto Cisneros / La Prensa).

Por Abdiel Rodríguez Reyes y Toribio Pineda Camargo
Profesores de Filosofía en la Universidad de Panamá

En el artículo anterior ¿Qué es un estado de excepción?, planteamos la seria preocupación sobre las garantías fundamentales y solicitamos transparencia en las acciones tomadas por el Órgano Ejecutivo. De momento, estamos en medio de una pandemia y se necesitan respuestas efectivas, que no pueden estar sujetas al ritmo habitual de la estructura burocrática del Estado.

Por ello, para actuar con diligencia ante la crisis sanitaria, se decretó el Estado de Emergencia Nacional. Ya que, como señaló el presidente Laurentino Cortizo, se está en guerra. Otros mandatarios usaron la misma retórica. La guerra parece estar en curso contra el enemigo común: el COVID-19. Para hacer frente a esa situación, el presidente Cortizo tomó las primeras medidas socioeconómicas:

En medio de esa particular guerra, varias garantías constitucionales en Panamá fueron suspendidas y algunas libertades han sido violentadas.

Toda la sociedad está afectada. Sin embargo, hay quienes lo están en mayor grado, en particular aquellos suspendidos laboralmente, según lo prevé el Decreto Ejecutivo No. 81, y “serán incluidos en las listas de los programas que establezca el Órgano Ejecutivo”.

Pero, hay otro amplio sector con mayores dificultades, como aquellos trabajadores informales que sobreviven del día a día y los subalternos que viven al margen de la sociedad. Estos últimos, apenas sientan el crujido de sus tripas, empezarán a transgredir las medidas biopolíticas, si no tienen respuestas inmediatas.

En estos momentos grises, el miedo y la violencia juegan su papel, en algunos lugares se escuchan los megáfonos e incrementaron los dispositivos de seguridad por el toque de queda en todo el territorio nacional durante las 24 horas del día. El Colegio Nacional de Abogados recomendó que no se abuse de las detenciones provisionales. El monopolio de la violencia lo tiene el Estado y sólo debe ejercerlo para mantener el orden.

Los efectos no esperados de la pandemia aún no los podemos calcular, ni siquiera su impacto en la vida cotidiana. Nuestra capacidad de resiliencia estará a prueba. El famoso Panta rei atribuido a Heráclito, en que todo fluye y está en permanente cambio, goza de plena vigencia.

No tenemos certeza de los cambios societales por venir, pero lo que ocurre hoy ofrece una oportunidad de pensar en el país que queremos.

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