Por Mitchell Doens
Cédula No. 3 54 612
Así describe el presidente electo su futuro gobierno, como si ello significara la gran panacea. Un gobierno de derecha que sugiere como prioridad al empresariado nacional. Ya se ha visto antes y, a menos que el martinellismo gobierne, tendremos en el futuro gobierno de extrema derecha.
Esta “teocracia” empresarial replica un estilo de gobierno que desdeña al resto de las clases sociales; a las capas medias, a los trabajadores y a la población afectada por la pobreza.
Prestigiosos pensadores norteamericanos, al analizar la crisis por la que atraviesa su país, denuncian estos tipos de gobiernos, que favorecen a las élites empresariales, desde los últimos 40 años. Señalan que el escenario político fue diseñados para consolidar su influencia sobre los partidos políticos, sobre las instituciones legislativas y judiciales y para lanzar figuras al solio ejecutivo mediante sus medios de comunicación.
Es harto conocido el papel que el complejo militar industrial, los grandes trust de gas y petróleo, los emporios financieros de Wall Street y las industrias de medicamentos ejercen en la vida de Estados Unidos y en el resto del mundo, la que se proyecta en el planeta mediante su hegemonía.
A través del cabildeo estas élites obtienen privilegios y contratos multimillonarios, a cambio de “donaciones” a políticos, que cuando abandonan el poder ubican en altos cargos de sus empresas. Pensadores como Jeffrey Sachs y los ganadores del Nobel de Economía Paul Krugman y Joseph Stiglitz han descrito estas prácticas “teocráticas” como antidemocráticas y corruptas, las que han llevado al país a la degradación moral y a la pérdida del nivel de vida de su población y a serias confrontaciones.
Acá en nuestro terruño esta práctica corrupta de empresarios también se han dejado sentir. Los mismos norteamericanos la predijeron en un informe producido por la DEA, la CIA, el Departamento de Estado, el Pentágono y el Departamento de Hacienda. A cuatro años de la invasión dicho informe apuntaba que el país se había recuperado económicamente, la fuerza pública había dejado de ser beligerante y la democracia se consolidaba, ya que el PRD participaba en las nuevas reglas del juego.
No obstante, agregaba el documento, un peligro acechaba la vida nacional. El lavado de dinero y el narcotráfico creció para ese periodo cinco veces más que en los años en que Noriega ejerció el poder, y la élite empresarial de Panamá se enriquecía a consecuencia de ello, aumentando su influencia en las actividades políticas y controlando los medios de comunicación. Esas actividades se realizaban en la Zona Libre de Colón, en instituciones bancarias, en supermercados, en el estipendio de bebidas y en la venta de gasolina, actividades de gran flujo de efectivo. El informe fue acompañado con nombres y apellidos de esos líderes empresariales de cada una de esas ramas económicas, destacando connotadas figuras de la vida social panameña, los cuales aparecen en los registros históricos de la Asamblea de Diputados de aquel entonces.
Desde el inicio en que se impulsaron las privatizaciones de las empresas públicas, esos líderes empresariales sacaron a relucir sus largos colmillos. El caso inicial más paradigmático de estas prácticas corruptas fue el sonado y escandaloso caso CEMIS que para impulsarlo sobornaron a los gobernantes de turno, a líderes de la oposición y a diputados, con la “donación” de varios millones de dólares para su aprobación.
Posteriormente, el corrupto gobierno del martinelismo, cuyo multimillonario líder provenía de estas élites empresariales, hoy condenado al igual de muchos de sus mas cercanos colaboradores, empresarios en su mayoría, fue también un gobierno de la Sacro Santa empresa privada.
Con un presidente designado a última hora por un atribulado Martinelli ¿podemos pensar que la nación saldrá adelante de la degradación de valores y de la crisis socio económica por la que atraviesa? ¿Se desvinculará el presidente electo del martinellismo? Esperamos que sí.
Pero tendrá que jugársela contra el martinelismo, pues estas prácticas corruptas son una realidad generalizada, iniciada como señalaba el informe gringo por las élites privadas; vaciadas en la vida política y social, en las instituciones del Estado; y, lo más lamentable, ocasionando en los barrios la muerte de cientos de jóvenes cada año por el pandillerismo y el tráfico de drogas. Para enfrentar esta dura realidad no vasta sólo la acción del futuro gobierno que ya de sí, por su origen y por la presencia de algunos que lo formarán, deja muchas dudas e incertidumbres.
En este escenario de deterioro de valores no quedamos nadie por fuera, especialmente las élites privadas.
Enunciar un gobierno «pro empresarial» es un error. Llevarlo a efecto sería un atentado contra el país. Todos los Gobiernos deben ser únicamente «pro ciudadanos», lo cual incluye campesinos, obreros, profesionales, empresarios y al resto de los ciudadanía.