Gobernabilidad en un mundo cambiante

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Los gobiernos están rezagados ante un mundo cambiante regido por la tecnología.

Las crisis no son una novedad, su virilidad sí.

Por Benjamín Colamarco Patiño

A lo largo de la historia de la humanidad, han surgido crisis políticas y manifestaciones de descontento de los ciudadanos frente al estado de situación que les toca vivir y que les resulta insatisfactoria. Esta situación se traduce en malestar para con sus gobernantes. El motor es el dolor y sufrimiento, sobre todo, de los sectores más desprotegidos y vulnerables de las sociedades. Por lo tanto, no es cuestión de soslayarlas, sino entenderlas y abordarlas.

Una primera cuestión, es que la expresión del descontento social se globalizó del mismo modo que la economía y las finanzas. La visibilidad de esos fenómenos es más alta que antes, debido a las TICs: cada una de las crisis sociales o políticas se ven, se transmiten, se viven en todo el globo en tiempo real. Se “viralizan” a velocidades inéditas. Eso genera un fenómeno de potenciación y propagación de los movimientos sociales a escala global.

Nuevas demandas

En los países desarrollados que atraviesan etapas complejas del ciclo económico, se multiplican los desencantos. Todo parece indicar que en la fase de crecimiento la mayor parte de la población no se cuestiona la manera desigual en que esas ganancias, fruto del crecimiento, se distribuyen desigualmente. Sin embargo, en momentos de crisis o en la fase recesiva del ciclo económico, los costos también son distribuidos desigualmente, esta vez de manera inversa, y los más vulnerables pagan los más altos costos. Lo que estamos viviendo en esas manifestaciones, es una reacción de descontento ante la distribución desigual de los costos de las crisis.

Gobiernos en equilibrio inestable

Los gobiernos y sus instancias de conducción, tienen la responsabilidad de cumplir con tres objetivos: sostener un proyecto que asegure la mejor trayectoria posible hacia un destino social que mejore la calidad de vida de los ciudadanos; asegurar la producción de bienes, servicios y regulaciones que satisfagan las demandas y expectativas actuales de la sociedad y regular los procesos de interacción con un entorno que condiciona su gestión y la trayectoria. Esta visión “sistémica” para entender la función de gobierno no es nueva. El modelo denominado “sistema viable” es de los años 70´, del profesor Stafford Beer.

Hoy, sentimos que algo está funcionando mal, que algo cambió en este proceso de mediar entre un presente problemático y un futuro que deseamos que sea mejor. Esa realidad, es lo que algunos consideran un cambio de época, otros una transición, etc. Se manifiesta de varias maneras: conectividad, velocidad, intensidad, aceleración, entre otros. Diferentes manifestaciones de una creciente complejidad en el entorno en que los gobiernos deben conducir.

Producto de la evolución del conocimiento humano y el desarrollo de las tecnologías de información aplicadas a la comunicación, que potencian hasta límites insospechados ese conocimiento, los gobiernos se enfrentan a situaciones inéditas. Por un lado, los cambios se dan a velocidades que éstos no se encuentran preparados para administrar. Por otro lado, frente a esa debilidad se proponen regular procesos protagonizados por actores con mayores capacidades y conocimientos que los supuestos reguladores… Los gobiernos se encuentran sin respuesta cuando las personas se auto organizan utilizando las redes sociales de acuerdo a sus interpretaciones, demandas y necesidades.

Se trata de un entorno en donde el futuro se acelera a velocidades impensadas (Facebook vs. radio) y los fenómenos ocurren a velocidades, intensidades y una “viralidad” inéditas en la historia. Este presente complejo se confronta con organizaciones estatales diseñadas para un pasado que ya no existe. Las organizaciones estatales se rigen por normas y procedimientos diseñados para un entorno propio del siglo XX, y en América Latina, en muchos casos, corresponden al siglo XIX.

Esa situación trae como consecuencia un fuerte desequilibrio en la capacidad de las oficinas de gobierno de conducir y mediar entre futuro, entorno y producción de bienes, servicios y regulaciones. Como en toda la historia de la humanidad, estos desequilibrios producen crisis y las crisis producen dolor y sufrimiento en la gente, sobre todo en los sectores más desprotegidos y vulnerables de nuestras sociedades.

¿Qué se pone en cuestión?

Lo que se pone en cuestión en este contexto, con estas crisis, son dos elementos:

Por un lado, la Mentalidad de la Política, entendiendo a ésta como actor fundamental de cambio y transformación de lo social. Esto, primariamente, demanda un Cambio de Actitud de los políticos.

Actititud significa transformar los modos en que pensamos desde el gobierno. Por ejemplo, en relación a la apertura de datos, la pregunta que suele hacerse desde los decisores públicos es: ¿Qué información ponemos a consideración de la sociedad?, en lugar de hacerse la pregunta sobre ¿Qué información no ponemos a disposición de la sociedad y por qué? ¿Cómo hacerlo? Aunque suene parecido, hay una diferencia profunda, una diferencia en la convicción de que debemos cambiar formas en que ejercemos la acción de gobernar.

Cambiar de actitud es dejar de pensar que los ciudadanos son sujetos pasivos de las intervenciones públicas. Cada día más, las personas son sujetos activos del cambio social. Los crecientes movimientos sociales lo atestiguan. Claro que no se sostienen sobre plataformas políticas estructuradas, pero sí sobre sus propias demandas y la exigencia de que los interlocutores políticos y el gobierno, los atienda seriamente. Por ello, cada política pública debe ser atravesada por procesos participativos que la legitimen y por una construcción colaborativa en el diseño de las soluciones, porque hay muchos actores sociales, no solamente el gobierno, con conocimientos sobre los problemas que enfrentamos y las oportunidades que se presentan para superarlos.

Por ello, cuando hablamos de Nuevas Formas de Gobierno, quiero resaltar la necesidad de un Cambio de Actitud de la política, de los Partidos Políticos y los gobernantes, que permita que las nuevas tecnologías se acerquen los gobiernos, a la gente. Gobiernos basados en plataformas colaborativas potenciarían la capacidad de respuesta para encarar problemas históricos, así como las emergencias y las crisis de velocidades impensadas hasta el momento.

Por otro lado, se pone en cuestión los Diseños Organizativos del Gobierno. Como mencionaba antes, contamos con diseños del siglo pasado para enfrentar un entorno cambiante y complejo. Nos encontramos con Estados, por ejemplo, que no pueden hacer frente a problemas del orden global (regulación de los flujos financieros), como tampoco de poder atender con efectividad la especificidad de los problemas a nivel local.

Zygmunt Bauman ilustra muy claramente esto que menciono. Señalaba que: “La crisis actual tiene su principal causa en la disociación entre la escala global de la economía y la escala local de la política”. Parece entonces claro que a escala global la política tiene un desafío en la necesidad de redefinir las formas de regulación del sistema financiero mundial, y no se trata de pretender reproducir a escala global los formatos de las instituciones de regulación que funcionaron hasta ahora a nivel local. Esta “disociación”, que menciona Bauman, es un ejemplo que se replica en gran cantidad de fenómenos de la sociedad actual. El fenómeno se repite: nuevos escenarios, nuevas relaciones, nuevas velocidades, y una política con fuertes debilidades en su capacidad de conducir, regular, coordinar, e incidir en estos procesos.

Algunas respuestas

Finalmente, quiero dejarles algunas propuestas de acción, tomando como norte la necesidad de un cambio de mentalidad en la política y el cambio en el diseño organizativo de gobierno:

Abrir los datos de gobierno. Para acortar los plazos de las compras públicas y poder desburocratizar los procesos de gestión, debemos trasparentar la información pública y, en este sentido, está dirigido el primer cambio: los datos de las administraciones públicas deben ser públicos. Este cambio es diferente a los impulsos de transparencia de las décadas pasadas, porque ya no se trata de una actitud ética de los gobiernos, sino de una necesidad a la hora de gestionar en este nuevo entorno. La transparencia dejó de ser una opción para los gobiernos de América Latina. Hoy, es una necesidad funcional.

Las “demandas infinitas” que enfrentan los gobiernos en la actualidad, lleva a una creciente ejecución de políticas a través de nuevos actores sociales. Estos nuevos mecanismos o “formas” de gestión pueden transformase en un problema para los gobiernos, si no son acompañados de estrategias inteligentes que permitan “monitorear” la utilización de esos recursos públicos. Una respuesta habitual de la vieja política sería implementar mayor cantidad de controles…

Pero, por qué pensar en poner más regulaciones, cuando lo que podemos hacer es simplificar, transparentar y ejercer ese control con la participación y colaboración de la multiplicidad de los actores. Hoy, tenemos herramientas que nos permiten hacer luz y poner a disposición información clara y accesible, sin que ello signifique agregar más pasos a los procesos. La complejidad demanda simplificar con inteligencia esos procesos.

Pensar a los Partido Políticos como plataformas. Metodologías y herramienta colaborativas que permitan la elaboración de plataformas de gobierno, con ciencia, técnica y método, a través de la colaboración de los actores sociales en conjunción con expertos y políticos que estructuran programas más precisos y enfocados por problemas.

Implementación de estrategias colaborativas en la gestión gubernamental. Como señalamos al principio, vivimos una época de cambios inéditos, por la velocidad e intensidad de los mismos. Esto trae como consecuencia que no se pueda pensar que el conocimiento esté concentrado en una sola persona, un “burócrata sabio” ni en una oficina de gobierno. Internet es un ejemplo. Los intentos de regulación fracasan ante las posibilidades que ofrece esa herramienta para la producción de conocimiento. Los gobiernos no pueden ser ajenos a las nuevas formas de producción social. Debemos sumar el conocimiento colectivo, esforzándonos también en elevar la cultura política para mejorar las respuestas de los gobiernos en la resolución de problemas. Esto no exime a los gobiernos de su responsabilidad de conducción, pero sí los obliga a repensar las formas de encarar la gestión pública del Estado.

Cierre

No se trata de nuevas palabras para mantener viejas prácticas, sino de una oportunidad de dotar a los Partidos Políticos y al gobierno, de capacidades para enfrentar un nuevo entorno. Pero poner en marcha intervenciones de política pública bajo estos ejes, demanda un fuerte Cambio de Actitud.

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