Generaciones glaciales y Omar Torrijos

Dedico este ensayo político en saludo al 94 aniversario del natalicio del comandante invicto. El más grande estadista del siglo XX de Panamá.

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Omar Torrijos se dirige al país, rodeado de oficiales.

Por Antonio Saldaña
Abogado y analista político

Se dice que cada generación trae consigo su propia impronta. Sus tareas históricas. Las que acometen estas vicisitudes, verbigracia, la generación del 70 del siglo pasado, la del “proceso revolucionario de liberación nacional”, la torrijista, que concluyó —en “relevo generacional”— la recuperación de la independencia y soberanía nacional se les denomina generaciones del cambio. En cambio, a las que no cumplen con el reto generacional se les prescribe como “generaciones desertoras” o “generaciones infieles”.

A este último talante pertenecen las generaciones “Y” y “Z” (generaciones glaciales) del continente americano y de Panamá, cuya característica principal es el abrumador acercamiento al pasado político oligárquico liberal de forma subordinada y clientelar y de tener una visión apática y soñolienta del presente. Muy a pesar de ser parte de la “cuarta revolución industrial” (de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), de la inteligencia artificial y de la robótica).

En el caso particular de Panamá, todo empieza en 1982 cuando el jefe de la Guardia Nacional, Rubén Darío Paredes Del Río y sus acólitos, y los remanentes de la oligarquía liberal del “ancien régime”, decidieron provocar un viraje político de 180 grados -de retorno al pasado oligárquico- a contrapelo de la “línea política” trazada por el general Omar Torrijos en 1978: “de la vuelta de los militares a los cuarteles” y del debate democrático de las diferencias políticas a través de la contienda electoral programada para mayo de 1984.

Sin embargo, con lo que no contaban los complotados, fue con la torpeza y desencuentros de los sucesivos mandos castrenses de la Guardia Nacional y de las Fuerzas de Defensa, respectivamente, que culminaron con la trágica invasión militar estadounidense del 20 de diciembre de 1989.

Han transcurrido 33 años y dos generaciones y pareciera que el tiempo político se detuvo. No ha habido cambio alguno. La politiquería, el clientelismo político, la corrupción pública y el predominio de los viejos gamonales está a la orden del día. Las “generaciones infieles”, en lugar de estar pensando en las próximas generaciones y en el inicio del próximo período lectivo; están “fichando” paras las próximas elecciones y programando sus cercanos carnavales.

Adicionalmente, el 23% de inscritos en la mayor entelequia política del país, de una población electoral que alcanza los 3 millones de ciudadanos panameños, está “guiada” por un politicastro que lleva 30 años en el templo del cohecho (Asamblea Nacional) y cuyo pensamiento cumbre fue expresar que: “La educación no aporta nada al fisco”.

Es decir, las generaciones menores de 40 y mayores de 18 años de edad, que a su vez constituyen el 48% del electorado; se encuentran políticamente petrificadas en el modelo político del pasado oligárquico y de clientelismo político, donde las cúpulas de las entelequias políticas están “gerenciadas” por vetustos politicastros de la peor ralea.

También es inconcebible que la “intelligentia” panameña se haya refugiado plácidamente en su “cuartel de invierno” (claustro universitario) y no haya asumido —por dos generaciones— la responsabilidad histórica de su tiempo y, en su lugar, observen con singular displicencia, las engañifas de la “gavilla” plutocrática o la conducta de “carneros de Panurgo” de los ciudadanos de a pie, que sirven a la vez de clientela política; sin que nada los sacuda para buscar una nueva y rigurosa orientación en los rumbos de la historia política de la nación panameña .

En síntesis, sí bien es cierto, como lo indica José Ortega Gasset —cada generación tiene su vocación propia y sus histórica misión— en su ensayo “El tema de nuestro tiempo”. Nuestras últimas muchachadas no parecen apercibidas —consecuentemente— a asumir las suyas.

¡Así de sencilla es la cosa!

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