“Fulele” Calvo y el periodismo panameño

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Éscolástico "Fulele" Calvo.

Por Alberto Velásquez
Periodista y relacionista público

Conocí al desaparecido Escolástico “Fulele” Calvo en su plena juventud. Éramos compañeros en la Escuela de Periodismo en el Instituto Justo Arosemena, que Federico Velásquez había fundado con el apoyo de sectores de empresas editoriales panameñas.

“Fulele”, Cristóbal Sarmiento, Armando Moreno, Abel Beytía, Mélida Sepúlveda, los hermanos Menéndez Franco, y muchos insignes periodistas activos y otros en formación, como el suscrito, noche a noche sosteníamos interesantes jornadas de trabajo bajo la supervisión de Luis Manuel Botello, Anel Béliz, la profesora “Caty” Boza, el profesor y periodista Mario Augusto Rodríguez y otros.

Desde un principio “Fulele” y yo forjamos una gran amistad que duraría toda la vida. Lo recuerdo como un mozalbete gigante, reportero del diario La Hora, donde empezó su labor informativa, siendo de cuna humilde, vendiendo los periódicos editados por la familia Arias, que luego le dieron la gran oportunidad de dirigir, precisamente. el rotativo cuyos ejemplares vendía en las calles, La Hora, al cual le dio un tremendo impulso.

Tengo muchas anécdotas con “Fulele” que pudiera largamente contar a los lectores.

De hecho, fuimos compañeros reporteros, conjuntamente con un gran número de periodistas de todo el continente, para cubrir las incidencias de la llamada Guerra del Fútbol, entre Honduras y El Salvador. En la frontera de ambos países, desde Honduras, avistamos a unidades del ejército de El Salvador, en arreos de combate.

Aquella era una zona muy peligrosa, donde se habían escenificado fuertes enfrentamientos. Se sentía la tensión entre los periodistas, más de 50 ó 60, y el intrépido “Fulele”, con su gigantesca figura, pañuelo blanco en alto, llegó hasta el campamento del ejército salvadoreño encabezando una caravana de reporteros que pudo completar su tarea, entrevistando al adversario de los “catrachos”.

Siempre fue muy atrevido en la búsqueda de la noticia. Precisamente, poseía la cualidad que se necesitaba en esos momentos para el ejercicio de un periodismo ágil.

Años después, tras numerosas comilonas, entre ellas un plato preparado con carne de iguana, arroz con coco y plátano asado, “Fulele”, Torrijos y yo conversábamos en la casa de Omar, en San Francisco, presenciando la escena de múltiples ofrendas que comerciantes y toda clase de individuos con poder económico, le hacían al nuevo Jefe de Gobierno para contentase con su figura.

Nosotros conocíamos a Omar desde que era un capitán a cargo del cuartel policial de Tocumen. Ese oficial era un hombre que conocía las necesidades de los sectores populares. Por ello, impartía la orden de que cada mueble, televisor, mesas y cada regalo remitido por los comerciantes fuese llevado al albergue de Malambo, a alguna escuela pública u organización de beneficencia.

Allí, sentados los tres, mientras conversábamos, surgió la idea de enviar a un grupo de periodistas a todos los países de Centroamérica para explicar el sentido de la revolución octubrina a los centroamericanos.

Encabezados por “Fulele”, viajamos en compañía de Armando Moreno Guillén, “Chicho Puga”, “Danny” Luna, Cristóbal Sarmiento y Jaime Padilla Beliz, para reunirnos en cada país con periodistas, funcionarios de Estado y numerosas personalidades de esos países, explicando los sucesos políticos ocurridos en Panamá el 11 de octubre. Sin duda, fue una gran tarea que culminó en México.

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