Por Richard Ruíz Julién
Addis Abeba (PL) – Al oeste de Etiopía, cerca de la frontera con Sudán, se encuentra un lugar llamado zona de Asosa, donde pudiera estar la mina de oro más antigua del mundo, una posibilidad que la economía de este país del Cuerno de África ve con muy buenos ojos.
Los medios y la opinión pública se hacen eco de la noticia, que de ser cierta pudiera confirmar a esta escabrosa nación sin litoral, como cuna de grandes depósitos de metal tan preciado.
La mina data de unos seis mil años y proporcionó una fuente clave de oro para el antiguo imperio egipcio, cuya gran riqueza era famosa en todo el mundo conocido.
Incluso, pudo haberle dado a la reina de Saba sus lujosos regalos en oro, que le fueron muy útiles a la hora de impresionar al rey Salomón de Israel cuando le visitó, hace casi 3.000 años.
Sin embargo, la emoción experimentada en esta parte del mundo tiene que ver más con el futuro, pues mientras algunos habitantes locales ya se ganan la vida con la prospección, varias compañías mineras también han estado activas en el área durante los últimos años.
Pero lo que viene a continuación podría ser en una escala mayor: mucho más oro de lo que se pensaba anteriormente podría estar bajo la superficie de Etiopía.
Tras los rastros del tesoro
La zona de Asosa se compone de llanuras, valles escarpados, crestas montañosas, arroyos y ríos; está densamente cubierta de vegetación de árboles de bambú e incienso, con restos de bosques tropicales a lo largo de los valles fluviales.
Es parte de la región de Benishangul-Gumuz en Etiopía, que está llena de sitios arqueológicos con pistas sobre cómo vivía la gente aquí hace miles de años, junto con antiguos pozos mineros y trincheras.
Quienes pueblan estos territorios han aprovechado por largo tiempo esas riquezas; sacan el oro en las corrientes de Asosa y también extraen el metal precioso directamente de rocas aflorantes.
La explotación más sustancial de las riquezas de la región se remonta a la invasión italiana de la década de 1930, cuando los del país europeo exploraron el distrito aurífero Welega en West Welega, al sureste de Asosa.
Haile Selassie, emperador de Etiopía entre 1930 y 1974, creía que el país tenía el potencial para convertirse en un líder mundial en oro.
No obstante, cuando el gobierno revolucionario de Derg lo depuso y sobrevino una guerra civil, la extracción del metal desapareció de la agenda durante una década y media.
Tomó hasta principios de la década de 2000 para que el gobierno comenzara a otorgar licencias de exploración.
Varias minas se encuentran en funcionamiento, ninguna de ellas en Asosa: una está en Lega Dembi, ligeramente hacia el este, propiedad de intereses saudíes; la otra en Tigray, en el norte, propiedad del gigante minero estadounidense Newmont, que recién comenzó a producir a fines del año pasado.
Además, ya está otra en camino: el beneficiario de los esfuerzos italianos de la década de 1930 en Welega es el prospecto de oro Tulu Kapi, que contiene 48 toneladas de oro.
Fue adquirido más recientemente, en 2013, por el grupo minero con sede en Chipre KEFI Minerals (valor de mercado: aproximadamente dos mil millones 300 mil dólares).
En cuanto a Asosa, la compañía egipcia ASCOM hizo un importante descubrimiento de oro en la zona, en 2016. Publicó una declaración de recursos de primera calidad que reclamó la presencia, curiosamente el mismo número, de 48 toneladas de oro. Sin embargo, esto solo parece el comienzo.
Un potencial inexplorado
La geología de la zona de Asosa se caracteriza por varios tipos de rocas volcánicas y sedimentarias que tienen más de 600 millones de años.
Esta región ha sido intensamente deformada por las fuerzas geológicas, lo que resulta en todo, desde fallas de un kilómetro de largo hasta pequeñas grietas conocidas como vetas que tienen solo centímetros de longitud. Algunas de esas vetas contienen cuarzo, y es principalmente aquí donde el oro de la región se acumuló entre 615 y 650 millones de años atrás, junto con la plata y otros minerales.
El oro provenía de materiales fundidos en las profundidades de la Tierra que ascendían en un proceso conocido como subducción, donde las fuerzas tectónicas impulsan la corteza oceánica debajo de un continente.
Esto es comparable a las razones detrás de los depósitos de oro en los arcos de las islas, como algunos de los de Indonesia y Papúa Nueva Guinea.
Las observaciones de campo y panoramización de expertos, como Liam Bullock, de la Universidad de Aberdee, sugieren que el oro debería ser generalmente abundante en toda la zona de Asosa, tanto en las vetas de cuarzo como en otras partes de las rocas de esquisto y pegmatita en las que se encuentran.
También se habla de signos de depósitos sustanciales de grafito, que son importantes para todo, desde tabletas con pantalla táctil hasta baterías de iones de litio.
Sin duda, hay mucho más oro de clase mundial en esta área de lo que ya se ha descubierto, considera Bullock, lo cual apunta a una fuente prometedora de ingresos para el gobierno en los próximos años: gran parte de la región sigue sin explorar, después de todo.
Probablemente no sea exagerado decir que el potencial de oro de Etiopía podría rivalizar con el de Sudáfrica, lo situaría en algún lugar alrededor de los cinco primeros países productores.
Sin embargo, todavía hay algunos desafíos sustanciales: tratar con la burocracia gubernamental puede ser difícil.
En un área como la zona de Asosa, hay una vida salvaje peligrosa que evitar, como serpientes venéreas, mandriles e incluso monos; la vegetación también se vuelve tremendamente salvaje durante las estaciones húmedas.
También es importante entablar buenas relaciones de trabajo con los habitantes locales, mostrando el máximo respeto por las culturas autóctonas: es la manera ética de operar, y no hacerlo puede hacer la vida más difícil con las autoridades de la capital.
Esto incluye la necesidad de preservar la belleza natural de la región; la minería de oro ya tiene una reputación internacional muy mala por el daño ambiental.