Escuelas amigables para la juventud en Panamá

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Escuelas amigables para la juventud en Panamá

Los resultados hechos públicos hace pocos días, del Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (TERCE 2013), que evalúa logros educativos en áreas de matemáticas y lectura en tercer y sexto grado, así como ciencias naturales en sexto grado, en 15 países de América Latina y el estado mexicano de León, vuelven a evidenciar la baja calidad de los aprendizajes en el sistema escolar panameño.

El TERCE ha definido cuatro niveles de logros de aprendizaje. El nivel 1 se considera poca preparación para la vida esperada de los estudiantes, el nivel 4 la preparación más óptima, ya que corresponden a un dominio progresivamente más eficaz del área de conocimiento e interés.

Estudiantes panameños de tercer grado se ubican en el nivel 1, con un 48% dentro del nivel de logro de aprendizaje en lectura, y en un 60% en el nivel de logro para matemáticas. En el caso de sexto grado, el nivel de logro de aprendizaje en lectura es del 60% y se ubican en el nivel 2; para matemáticas dicho logro es del 67% y se ubican en el nivel 1; para ciencias están en el 48% y se encuentran en el nivel 1, concentrándose ambos grados en los dos niveles más bajos (1 y 2).

Tales resultados permiten apreciar el daño que se le provocó a la niñez de Panamá con la eliminación caprichosa, por parte de la entonces Ministra Lucy Molinar, del programa Hagamos Ciencia, conformado por docentes de esa área que habían sido formados con posgrado enseñanza de la Ciencia por indagación y que efectuaban su labor de acompañamiento de maestros en las escuelas primarias.

Pero, en general, revelan el desenfoque de años de supuesta capacitación a los docentes en los veranos por parte del MEDUCA, por ser seminarios generalistas o para aspectos burocráticos nunca revisados como la planificación docente, en vez de dedicar esos millonarios recursos a cursos específicos por materia, que actualicen contenidos y metodologías interactivas de aprendizaje.

Lo anterior me refiere a una reflexión de otro aspecto, la escasa participación juvenil en el acontecer nacional. La beligerancia de un Estudiantado atento a los problemas nacionales se hizo evidente y continuada desde aquel 27 de octubre de 1943, cuando los colegios existentes en aquella época, junto a la todavía recientemente fundada Universidad de Panamá el 7 de octubre de 1935, efectuaban una huelga para exigir la vuelta a las aulas de educadores despedidos por la dictadura civil de Ricardo Adolfo De La Guardia.

Para febrero de 1944, esa juventud había fundado la Federación de Estudiantes de Panamá, de larga vida hasta que en los primeros años de la década de los 80, aprovechando un debilitamiento por la coyuntura abierta por el movimiento docente de 1979 contra la reforma educativa de Torrijos, la cúpula de las Fuerzas de Defensa encabezada por Manuel Antonio Noriega, propició su desaparición.

Fueron prohibidas las asociaciones federadas colegio por colegio, los dirigentes estudiantiles que surgían eran expulsados de los planteles, y aunque resurgía una y otra vez algún conato de movilización espontánea por demandas reivindicativas de uno u otro plantel, o en coyunturas nacionales como 1987, fue decayendo ese ímpetu ante la ausencia de un organismo aglutinador, como lo fue la FEP. Más de tres décadas han cimentado un autoritarismo en un profesorado ajeno a la experiencia de movimiento estudiantil, que lo hace reacio a aceptar el derecho de los jóvenes a tener su propia organización y a tomar sus decisiones por cabeza propia.

Impera el criterio adultocéntrico, de que los jóvenes adolecen de criterio, contra toda la evidencia de la propia historia nacional que indica todo lo contrario. Ese clima escolar represivo, vivido hoy todos los días por cada estudiante a la entrada de su centro escolar, en donde sufre la revisión humillante de su uniforme y cabello en base a normas que la Ley Orgánica de 1947 obliga a que pasen por la consulta de los representantes estudiantiles a los que no se les permite su existencia, constituyen un aprendizaje de pasividad ante la imposición, todo un currículo oculto al decir de renombrados autores como Jurjo Sántome.

Ese clima de cultivo de la pasividad juvenil incide en el desapego al aprendizaje. Jean Piaget demostró que sólo se aprende lo que nos gusta. Cambiar el clima escolar a uno que sea amigable a la juventud es una apuesta por lograr aprendizajes significativos, factor asociado del cual nunca se ha hecho una encuesta en nuestro país.

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