Por Alberto Velásquez / Periodista y relacionista público
Desde hace muchos años, eso dice su principal lema de esa entidad bancaria, pero en los últimos tiempos algunos episodios la han colocado en el eje de una tormenta muy cuestionada.
Es necesario advertir que la Caja de Ahorros, el denominado “banco de la familia panameña”, concretó un préstamo cuyos fines fueron ajenos a los principios aprobados en su fundación.
Aunque pagaron la deuda, los beneficiarios tuvieron que enfrentarse a la justicia por el uso indebido de los fondos prestados. La institución perdió imagen y cierta credibilidad, aunque se mantuvo como el “banco de la familia panameña” ante la opinión pública.
Mas recientemente, la Caja de Ahorros le ha dado un gran alivio al gobierno nacional, con la excusa de la pandemia, prestándole unos cincuenta millones de dólares. Afortunadamente, ello servirá para pagar deudas a los productores agropecuarios. Pero, esa decisión siembra dudas, ya que no se garantiza el retorno de esos millones si el Estado continúa endeudándose. .
Ahora, los panameños se sorprenden con la noticia de que el encumbrado jefe de una enriquecida familia panameña aprovecha las ventajas de que la Caja de Ahorros es un banco nacional para depositar varios millones de dólares en sus bóvedas, sin que la UAF (Unidad de Análisis Financiero) haya movido un pelo para averiguar el origen de esos fondos.
Los millones sirvieron para que otras familias pudiesen abrir cuentas millonarias en ese mismo banco, y todo parece indicar que la operación se hizo con el beneplácito de los administradores bancarios. Ese es un hecho grave que llama a una profunda reflexión.
Lo más penoso de ese asunto, es que en esas familias ricas participan personajes con arrastres pendencieros. Algunos de ellos son investigados por el escándalo del “blanqueo de capitales”, pero la institución los recibió como clientes honrados, con buen historial de crédito y como unos excelentes ahorristas.
La Caja de Ahorros se ha vanagloriado de su pulcritud en el manejo de los bienes de la familia panameña. Sin embargo, ese prestigio ganado ha sido seriamente deteriorado, ya que la mayoría de los hogares de bajos ingresos económicos ahorra magros dineros en ese banco y cumple los requisitos y los plazos previstos en los préstamos autorizados.
Según los acontecimientos revelados por medios periodísticos locales, sobre el movimiento de fortunas, los panameños miran con cautela a los administradores bancarios. De hecho, aumenta la incertidumbre ante la proximidad de juicios penales que involucran el presunto desvío de fondos sustraídos al erario público y que terminaron en los bolsillo de los acaudalados empresarios.
Panamá encara el escarnio y una pena muy grande, como para tener que continuar llamando a la Caja de Ahorros el “banco de la familia panameña”.
No sólo de la familia panameña y de la familia Martinelli: también del Panamá América a través de préstamos; y también de Santiago Fashetto a través de empresa de publicidad con contrato por 180 mil balboas. Se ve que tienen buenos aliados en el gobierno.