Es el momento de hacer, más que dedicarse a criticar

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La solidaridad aumenta el valor del individuo. (Foto: EFE).

Por Rafael García Denvers
Ingeniero

Por su magnitud y extensión, la crisis del Coronavirus (Covid-19), obliga a unificar esfuerzos y a establecer las coordinaciones con la mayor disciplina colectiva e individual posible.

Las características pandémicas requieren una acción precisa, intensiva y colectiva, que choca contra la cultura individualista y egoísta, en la que la cultura social y escolar sigue formando a un individuo adicto al beneficio personal y alejado del beneficio común. Ese individualismo inservible en tiempos de pandemia se resume en frases egoístas de uso cotidiano, como “si lo puedo pagar …, me lo merezco”, “es mi derecho”.

El modelo económico ha estado configurando estructuras sociales e institucionales de las áreas que primordialmente debiesen atender los requerimientos sociales y humanos, como la Salud, la Educación, la Seguridad, la Vivienda y la Alimentación. Es en este punto en que se ubica la incapacidad de gobiernos regidos por la defensa del interés privado y los requerimientos de renta que exigen los capitales.

La entrega de la administración, parcial en algunos casos, y casi total en otros, de esas responsabilidades sociales al mercado para que se manipulen como mercaderías con el objetivo de obtener las máximas ganancias posibles, los hace inequitativos e ineficientes ante un evento como la pandemia de Coronavirus.

Allí radica la causa básica por la que el sistema de Salud está por colapsar ante el desafío epidemiológico y por qué las instituciones educativas no serán capaces de adaptarse al uso tecnológico, con la eficiencia que se requiere para superar los períodos de cuarentena o cierre y, sobre todo, es esa premisa que explica la poca o superficial comprensión social de los efectos de la pandemia, inmediatamente como a corto o mediano plazo. Y, obviamente, es visible la sustentación, no por errada menos real, de la resistencia social a las medidas adoptadas en forma inmediata para encarar, desde el punto de vista sanitario, al Covid-19.

Asimismo, será natural el rechazo a las medidas económicas que intentarán tomar posteriormente si continúa vigente el mismo enfoque del modelo que promueve la acumulación excesiva en un polo humano y el sacrificio mayor en el otro extremo.

Ahora bien, hay una pandemia cuyo universo es el globo terráqueo y no se limita a un país en especial. Panamá es uno de los afectados y pareciese que no tiene uno de los escenarios más trágicos en el contexto mundial. Recuperarse de los estragos será una labor ardua, larga y, sobre todo, escabrosa y muy costosa en sacrificios sociales.

La globalización deberá ser analizada desde la perspectiva de su reflejo en las actividades nacionales y regionales, especialmente desde la faceta de auto seguridad y sustento. No nos deberá ser permitido construir otra casa de naipes si somos medianamente analíticos e inteligentes, al ver los efectos de la crisis sanitaria convertida en caos económico.

Este no es el momento de criticar. Se requiere la unidad de acción para salvar vidas y minimizar los efectos corrosivos que la crisis tendrá en todos los aspectos de la vida. Pero tampoco hay que permitir que las enseñanzas sean sepultadas en la acción mediática que los actores económicos producirán para hacer recaer los costos y sufrimientos sobre las capas más desprotegidas. La transferencia de costos es el modus operandi de las elites económicas nacionales e internacionales protegidas por el andamiaje institucional. Sin embargo, los derechos del ser humano tienen que ser privilegiados por encima del dinero.

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