Por Cecilio E. Simon E.
Redacción de Bayano digital
Es indignante que se hayan detenido a jóvenes, en su mayoría estudiantes, que protestaban contra el método de reforma a la constitución, y los hayan encerrado en un campo de concentración instado en Albrook, como parte de la represión policial que incluso violentó la autonomía universitaria.
El pundonor universitario, me obliga a recordar y comparar la situación actual, con los precedentes que se dieron durante la invasión de Estados Unidos a Panamá.
A ocho días de la invasión a Panamá, el 28 de diciembre de 1989, fue reabierta la Universidad de Panamá. Ese día ocurrieron dos hechos que me permito reseñar:
El Dr. Miguel Ángel Candanedo, secretario general de la Universidad de Panamá, detuvo una tanqueta del ejército de Estados Unidos que entró al campus.
“Fuera, está es la Universidad de Panamá”, dijo Candanedo, con las manos en alto (no en señal de rendición). Él se enfrentó a la máquina de guerra y ordenó su salida del Campus. Con ese hecho histórico, ese universitario no permitió que el invasor penetrara la Casa de Méndez Pereira.
La indignación fue mayor cuando el profesor Cecilio Simon, decano de la Facultad de Administración Pública, informó al Consejo Académico, convocado por el rector Abdiel Adames, que los gringos instalaron un campo de concentración y de interrogatorio en su facultad.
«Encontré sentado en la oficina del decano al Sargento Mayor Montaña» decía Simon. “Largase de mi facultad, larguese de la Universidad de Panamá” dijo con indignación.
Montana respondió, con una sonrisa cínica y en perfecto español con acento mexicano. “Profesor, quien se debe largar es usted. ¿No se ha dado cuenta que este país está invadido? O se va o lo encierro.»
Los universitarios demostramos que no tememos al más poderoso de los ejércitos, cuando se trata de defender la autonomía de nuestra alma mater.
Apagar fuego con gasolina
Quien ordenó la cruenta represión y captura indiscriminada de jóvenes, se equivoca al pensar que esa juventud panameña se contagió por la «primavera chilena» , por el contrario, ellas son herederas de jornadas de lucha que cimentaron la nacionalidad panameña.
Los represores no están suficientemente informados de la capacidad de lucha del movimiento popular y la juventud como su vanguardia. Diciembre de 1947, mayo de 1958, enero de 1964, junio de 1966, diciembre de 1989 recuerdan algunos hitos históricos. Los represores pretenden apagar el fuego con gasolina.
De la lealtad al desconocimiento del mando civil
Llama la atención la aparente autonomía que asumen los cuerpos represivos y, la deuda de sangre que dejan atrás. Recordemos Changuinola durante la lucha contra la ley chorizo, Barro Blanco en San Félix, la venta de las tierras de Zona libre en Colón, Banapiña en Barú. Durante esas protestas las fuerzas represivas se muevieron entre la lealtad y desconocimiento del mando de los civiles.
Ellas expresan su lealtad a Ricardo Martinelli e incluso Juan Carlos Varela por los sucesivos aumentos, en tanto desconocen el mando del Ministro de Seguridad Pública que ha confrontado y denciado a los comisionados, pero comete el error de manteneros en posiciones de mando.
Las delgada línea que va de la lealtad al desconocimiento podría explicar los excesos represivos de la fuerza publica.
Siendo universitario, nuestra historia ha sido la defensa vertical la autonomía. Cabe preguntar ¿Podrán represar la protesta social en un campo de concentración?
¿Vale la pena un muerto para imponer una reforma a la constitución?
La juventud que incluye a los estudiantes de la universidad de Panamá en alianza tácita con los de algunas universidades privadas, como vanguardia del movimiento social, se oponen al método empleado para reformar la Constitución. Ellos cuestionan la legitimidad de la Asamblea Nacional y el Consejo Nacional de Concertación ¿Vale la pena un muerto para imponer una reforma a la constitución?