El Torrijos humano y valiente que triunfó

Omar Torrijos entró al Canal de Panamá y dio voz a los marginados. Dirigió el desmantelamiento del enclave colonial en suelo panameño y apoyó la lucha de liberación en Centroamérica. Asimismo, salvó de la muerte a cientos de perseguidos por regímenes dictatoriales en el continente americano.

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El secretario general de la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP), Rómulo Bethancourt Arosemena, acompaña al general Omar Torrijos en un encuentro nacional de jóvenes brigadistas.

Por David Carrasco

Omar Torrijos fue un estadista fuera de serie. Evolucionó políticamente y descolló por su sensibilidad a los problemas sociales. A ello, contribuyó su formación militar, pero también la orientación de su familia en la que había excelentes educadores e intelectuales comprometidos con la Justicia y  la causa popular.

En su juventud, Torrijos había militado en las filas estudiantiles que enfrentaban al latifundismo en la provincia de Veraguas, pero su padre pensó que se perdería en el maremágnum social y lo indujo a prepararse en el ámbito de la milicia disciplinada.

Recuerdo que en los días en que manteníamos el diálogo, en procura de la democratización del país, yo fui detenido en el Cuartel Central tras un altercado con un oficial prepotente, a quien critiqué por una batida diurna contra la gente en el populoso barrio de El Marañón, en la capital panameña, que era una comunidad pobre y rebelde.

El compañero Julio César De León, mejor conocido como “Culiso”, le habló a Torrijos sobre el incidente. De inmediato, el jefe militar me llamó aún lado de una mesa en el Hotel Internacional, en la Plaza 5 de Mayo, y solicitó detalles de lo ocurrido. Le respondí en forma breve, con la mayor objetividad posible, para hacerme entender:

–En efecto, fui detenido por defender a la población. Pero debo señalar que fue su secretaria, una mujer consecuente, quien abogó por mí y pude ser liberado. Además, el oficial de guardia que estaba de turno no quiso ejecutar la orden de encerrarme en la misma celda junto a unos criminales y depravados. Fui “fichado” (fotografiado con una placa y números en el pecho), como si fuese un bandido, y por ello estoy aquí, hablando con usted para que cambie esa actitud de abuso, prepotencia y represión injustificada.

Torrijos movió la cabeza de un lado a otro, con una sensación de vergüenza y aseveró con suma claridad, en una inusual declaración:

–Este es un proceso joven, en el que no todos están alineados o en sintonía con nuestro proyecto. Por ello, vamos a crear la Academia de Policía (Acapol), para “desintoxicar” a oficiales que regresan de las academias militares y vienen con sangre en los ojos, después de ser instruidos con los manuales gringos. Deben compenetrarse con el objetivo de vencer la pobreza y la ignorancia, los verdaderos enemigos de este país subdesarrollado.

El comandante pidió disculpas por ese hecho bochornoso y me invitó a proseguir el diálogo, que incluía la libertad para los presos políticos tras el golpe de Estado de 1968, Años después, volveríamos a encontrarnos en Colombia, cuando yo realizaba funciones periodísticas para Radio Libertad. Reiteró el saludo con el mismo gesto cordial y aseguró que escuchaba nuestros noticieros y que a veces llamaba a la radioemisora para saber los resultados de los partidos de béisbol, especialmente del equipo de Veraguas.

Omar Torrijos representaba a la corriente democrática en las fuerzas armadas y tuvo la habilidad política para ganar el respaldo del sector institucional de ese cuerpo uniformado, y neutralizar al sector de derecha al que no pudo derrotar completamente. A diferencia del proceso militar peruano, dirigido por el general Juan Velasco Alvarado, el visionario militar incorporó a su gobierno a civiles y se rodeó de una pléyade de pensadores.

Conviene aclarar este punto, ya que algunos hechos penosos en su gobierno fueron endilgados a la jefatura, cuando en realidad eran ejecutados por saboteadores dentro de las filas castrenses, a quienes no interesaba la recuperación de la soberanía o mantenían una actitud subordinada a otras agendas, para obtener favores de la clase económica que había sido desplazada del poder político.

La mayoría de las personas prejuiciadas con la alianza entre militares de nuevo cuño y el pueblo organizado no entiende esos hechos. Tampoco tiene la capacidad de diferenciarlos, ante la falta de argumentos para la evaluación de ese período complejo que marcó el destino de un país en lucha por la soberanía nacional.

El personaje central de esta historia era un hombre con un gran don de mando, pero al mismo tiempo respetuoso de los derechos humanos. Un buen día, su hermano mayor, el periodista “Monchi”, me llevó a la entrada de su casa en calle 70, San Francisco, y mostró una pequeña placa de bronce en la que se leía: “Moisés Torrijos H.”. Estaba empotrada en el muro que sostenía unas verjas no muy altas.

“Monchi” aclaró, en una especie de obligación con la historia:

–Mucha gente entra y sale de la casa, o sigue su camino, sin darle importancia a esta placa, que fue hecha por Omar, con sus propias manos, cuando estudió brevemente en el Colegio Artes y Oficios. Esa placa era una muestra de cariño hacia el hermano mayor de una familia apegada a los valores de la Cultura. Aquel detalle curioso ayuda a comprender la personalidad del artífice de la recuperación del Canal de Panamá, cuya imagen intentan borrar o desacreditar sus detractores.

Conrado Gutiérrez, julio César De León, Candelario Santana, Eduardo Lasso, Rolando Barrow, Carlos Smith y yo, todos institutores, acompañamos a Torrijos en la recuperación de la base de Río Hato y en una marcha del sindicato de trabajadores bananeros en Changuinola, en la provincia de Bocas del Toro. Aquella fue una caminata agotadora bajo un sol abrasador, para reafirmar el compromiso social al que hoy vuelven a apelar los marginados y los humildes despojados de sus tierras.

Siento que Torrijos, quien no acumuló fortuna, sigue desfilando junto a ellos, como el Cid Campeador, que aún después de muerto gana batallas e inspira a multitudes.

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